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Los últimos de la vendimia francesa

La emigración de los temporeros está próxima al fin

Esto se acaba. Los vendimiadores españoles que durante estos días cortan la uva en el Midi francés son conscientes de estar en el final de uno de los movimientos migratorios temporeros más importantes de los que se producen cada año en España. Ven cómo son desplazados en su trabajo por el aumento de máquinas recolectoras de uvas y por la política drástica de reducción de costes. Algunos piensan que de aquí a cinco años el fenómeno migratorio que comenzó en la década de los cincuenta puede quedarse sólo en un recuerdo.

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Racimos de lucha

A la estación de Narbonne, en pleno corazón de la zona vitivinícola francesa donde trabajan los temporeros españoles, llegan durante las primeras jornadas de la vendimia hasta seis trenes especiales por día. Son trenes en los que se agolpan familias enteras que llegan para una campaña de unos 20 días cargadas de bultos repletos con el equipaje y los alimentos que consumirán durante los días de la vendimia. Cada uno de los emigrantes habrá adquirido comida antes de emprender el viaje, por valor de entre 10.000 y 12.000 pesetas. En Francia sólo comprarán el pan, y el vino les será entregado por el patrón a razón de dos litros por persona y día. El vino es una de las condiciones que figura en el contrato de trabajo."Mire usted", comenta en la estación un vendimiador extremeño "si no nos traemos la comida desde España, aquí no ganamos ni un duro" esto se está poniendo cada vez peor, y aquí para lo único que venimos es para ahorrar". Ahorrar es la obsesión de los vendimiadores españoles durante los días de la recolección. Una obsesión que les reduce su vida en Francia al trabajo en el campo y a las cuatro paredes del alojamiento porporcionado por el empresario.

Diez años de campañas

Patronos y vendimiadores son ya viejos conocidos. La inmensa mayoría de los vendimiadores españoles que acuden a Francia lleva una media superior, a los 10 años trabajando con los mismos empresarios en las mismas viñas. Ello ha creado unas relaciones de familiaridad, en algunos casos hasta de amistad, entre empleadores y empleados, que, sin embargo, no logran ocultar las profundas diferencias que se producen en cuanto a condiciones de trabajo y, sobre todo, en cuanto a salario.Este año los empresarios de la zona de Narbonne se reunieron para intentar imponer el destajo -salario en función de la cantidad de uva que se recolecte- y no pagar por kilo de uva recogido más de 23 céntimos de franco (algo menos de 5 pesetas), precio considerado irrisorio por los vendimiadores. Los trabajadores que han ido a jornal están cobrando 27 francos a la hora (unas 540 pesetas). Trabajando a destajo, un vendimiador se puede volver a España con algo más de 100.000 pesetas ahorradas, mientras que el salario a jornal va a reportar unos ingresos que no superan las 75.000 u 80.000 pesetas, dependiendo de la duración (le la campaña. "A nosotros el primer día que llegamos nos dijo el patrón que cogíamos el destajo a 23 céntimos o que el año que viene metía una máquina y ya no veníamos", dice un vendimiador de una cuadrilla de Los Corrales (Sevilla) que lleva 12 años trabajando la misma viña.

La jornada de un vendimiador se inicia antes de la siete de la mañana. A las ocho, el patrón ya habrá ido a recogerlos en una furgoneta o un remolque para trasladarlos a la viña. Durante la jornada de trabajo el patrón permanece atento y cuida de que no se desperdicie ni un racimo y de que en ningún momento decaiga el ritmo. Los empresarios franceses prefieren a los vendimiadores españoles y se resisten a contratar emigrantes de otras nacionalidades. Los patronos contratan a familias enteras, y hasta hace unos años era frecuente encontrar vendimiando a menores de edad.

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Hoy tener un contrato paira la vendimia se ha convertido en muchos; pueblos de España en un objetivo no siempre logrado. En algunos sitios ha quedado fuera más de la mitad de los jornaleros que querían emigrar. El hecho de que cada vez sean menos y de que cada vez se vea con menos claridad el futuro de la vendimia está modificando muchos de locs comportamientos que hasta hace muy poco eran costumbre de las campañas en Francia. "Esto antes era mucho más divertido" comenta Fernando, de Los Corrales (Sevilla), con ocho vendimias a sus espaldas. "Al final de la campaña hacíamos todos los españoles una fiesta, y algunas noches nos reuníamos para charlar y cantar, y los más jóvenes nos poníamos ciegos de ligar". Eran tiempos en los que la vendimia se vivía con otro espíritu, tiempos en los que los españoles se sabían imprescindibles y en los que, a veces, hasta se atrevían a plantar cara al patrón..

Sin la vendimia, la economía de las familias jornaleras sufriría una merma difícil de compensar. Hoy en Francia existe entre los vendimiadores el temor de que éste sea uno de sus últimos años de emigración.

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