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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa, contra el terrorismo

LA REUNIÓN que han celebrado en Londres los ministros del Interior de la CEE -el llamado Grupo de Trevi- ha inaugurado un nivel superior de cooperación entre las policías europeas para dar mayor efectividad a la lucha contra el terrorismo. La necesidad de avanzar en este sentido estaba muy clara desde hace tiempo para los españoles, por la propia gravedad que este fenómeno reviste en nuestro país. Ahora, y en gran parte como consecuencia de los atentados que han tenido lugar últimamente en París, la reunión de Londres ha "europeizado" en cierta forma la lucha antiterrorista; es un paso que España no puede por menos de saludar. Probablemente la decisión más importante y efectiva de las adoptadas en la capital británica sea la de establecer unos canales de comunicación mucho más rápidos entre los servicios de los diversos países en relación con las actividades de grupos, terroristas. Asimismo, la decisión de evitar que terroristas perseguidos en un país puedan encontrar en otro una base para continuar actividades criminales. La clave de una acción policiaca eficaz es una información lo más precisa posible; y, sobre todo, la capacidad de individualizar las responsabilidades concretas en la realización de los atentados terroristas.En Londres, los ministros han hablado poco, al menos públicamente, de los apoyos que prestan al terrorismo determinados Gobiernos. Sin embargo, existen -o al menos han existido- unas complicidades, más o menos decisivas, por parte de diversos Gobiernos como los de Libia, Siria e Irán. Las facetas internacionales del problema terrorista son diversas. El Grupo de Trevi ha decidido estudiar una medida modesta, aplicada ya por Italia y el Reino Unido, que consiste en ejercer cierta vigilancia sobre determinadas valijas diplomáticas. Pero el problema es mucho más complejo y tiene un carácter principalmente político. Si el conflicto palestino ha dado lugar al surgimiento de grupos terroristas, hoy se ha producido un cambio; la motivación de solidaridad con la causa palestina se ha difuminado; el fermento ideológico actual -cuando existe- es un fundamentalismo islámico más o menos manipulado. En una situación complicada, cuando incluso está en entredicho la relación de ciertos Gobiernos con grupos que ellos han contribuido a crear, las afirmaciones tajantes de los ministros europeos en el sentido de que "nunca negociarán" no responden a su política real. El caso ahora más visible es el del Gobierno Chirac, que está haciendo un gran esfuerzo por mejorar sus relaciones con Irán, y que está negociando activamente estos días con Siria. Sería absurdo condenar actitudes realistas de este género, que en el fondo son necesarias para realizar una acción inteligente contra el terrorismo; pero cierta explotación de esa falsa imagen de total intransigencia, de "lucha a muerte", es peligrosa cuando tiende a convencer a la opinión de que en la lucha antiterrorista todo está justificado.

En la reunión de Londres han sido consideradas determinadas medidas, en las que Francia e Inglaterra han insistido de modo particular, cuyos efectos negativos pueden pesar más que los positivos. La imposición de visados u otras restricciones a personas de determinadas regiones suelen tener escasísima eficacia, ya que mezclan a eventuales terroristas con masas de ciudadanos normales. Y soslayar esos obstáculos administrativos, falsificar documentos, etcétera, es la operación más fácil para cualquier grupo terrorista bien organizado. El principal efecto de medidas de ese género es fomentar actitudes negativas entre la población, porque desorbitan el miedo y la sensación de una amenaza generalizada, y alientan el virus racista, difundiendo la idea de que el terrorista es el otro, el de otro color, de otra religión u otra nacionalidad. De esta manera, el terrorismo se convierte en justificación para políticas que responden a objetivos totalmente -distintos; en concreto, las nuevas legislaciones de los Gobiernos francés, alemán y británico para restringir gravemente los derechos de los inmigrados. En un plano diferente, la experiencia española demuestra hasta qué punto el fenómeno terrorista crea una carcoma que se extiende al propio Estado democrático; en nombre de las exigencias de la lucha antiterrorista se genera un desprecio a las normas constitucionales, como en nuestra legislación antiterrorista; incluso en la sociedad disminuye la sensibilidad ante la monstruosidad de la tortura.

Actualmente, Francia ofrece ejemplos aún más graves: dos antiguos jefes de los servicios secretos, los señores Marenches y Marion, han preconizado en la Prensa que se autorice a dichos servicios a "liquidar" a los terroristas. Se habla de restablecer la pena de muerte, incluso por parte de diputados de la mayoría parlamentaria. Si progresase la tendencia a cercenar, en nombre de la lucha antiterrorista, componentes básicos de la democracia moderna, el terrorismo lograría la mayor victoria a la que pueda aspirar.

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