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EL HOMENAJE DE UNA CIUDAD A UN ESCRTITOR

"Que la hora Sea corta"

Miguel Delibes es extremadamente respetuoso con la crítica. Incluso confiesa una tendencia creciente a dejarse influir, a corregir incansablemente sus textos "desde que empezaron los estudiosos a juzgar", de tal forma que "difícilmente", dice, "podría volver a escribir una novela tan espontánea como el Diario de un cazador, porque me ha entrado un afán de perfección utópico".Para escribir se inclina por el método riguroso y las horas fijas: "Escribo por las mañanas, entre las diez y la una, a mano, en cuartillas de mala calidad, vicio que cogí en mi época de redactor en el periódico, donde se utilizaban aquellos folios como de papel secante... Después, ese original me lo pasan a máquina, con dificultad, porque tengo una letra difícil. Más tarde hago las correcciones y una segunda versión que antes era la definitiva, pero ahora corrijo hasta el último minuto".

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La obra del abuelo

Espera Delibes el homenaje de los suyos con el ánimo dividido, con placer y temor, deseando que "la hora sea corta", como si de un parto se tratara, que llegue la caída final del telón tras el estreno de La hoja roja en el teatro Calderón. Un teatro cuya tramoya hizo su abuelo francés, Friedrich Pierre Delibes, "un hombre de carácter recio y no bienhumorado", que vino a hacer el ferrocarril del Norte, y que, tras casarse con la abuela, puso en Valladolid la más moderna y fantástica carpintería que vieron los siglos. El abuelo gabacho hizo la tramoya del Calderón, incluido un aparatoso mecanismos que permite elevar el patio de butacas a la altura de la escena para celebrar así los bailes de carnaval de principios de siglo. "Ahora yo voy a estrenar mi obra en la obra del abuelo", dice Delibes. El círculo se cierra en una sala.

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