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EL HOMENAJE DE UNA CIUDAD A UN ESCRITOR

Delibes: "No he oido hablar de esencias en Castilla, y sí de lamentos"

La versión teatral de 'La hoja roja' se estrena hoy en Valladolid

La primera vez que Miguel Delibes fue a Sedano, hace más de 40 años, lo hizo en bicicleta, pedaleando los más de 100 kilómetros que separaban el lugar de veraneo de su familia y esa localidad burgalesa, donde pasaba las vacaciones Ángeles de Castro, que más tarde sería su esposa y compañera.

El escritor castellano reconoce que tamaña proeza sólo la pudo hacer "impelido por la fuerza irresistible del amor", pero, en todo caso, después de tan trabajosa arribada, ahí ha seguido yendo año tras año, y ahí ha vivido la espera del día en que Valladolid, la ciudad en que nació y sobre todo que él escogió, le ofrece un homenaje. Está agradecido y confuso: "Esto del homenaje ha provocado en mí una mezcla de sentimientos. Por una parte siento la gratitud ante el recuerdo que me dedica mi propia ciudad... pero como soy poco amigo de estas solemnidades estoy un tanto apurado y como impaciente porque pase el trago".

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Lleva en Sedano desde principios de julio, así que está moreno y saludable, y ha hecho en este tiempo muy pocas escapadas. La última, para ver en Valladolid un ensayo de La hoja roja, cuyo estreno en el teatro Calderón es parte esencial del reconocimiento que quiere mostrarle la ciudad en la que vive desde hace 68 años: "Mis primeros recuerdos infantiles de Valladolid van ligados al Campo Grande, donde jugaba, y a los cisnes que había en el estanque. Tendría yo cinco años y recuerdo a dos monjas de las Carmelitas: la hermana Remedios, vieja, coloradita, que nos daba confetis blancos, y una hermana Luciana, pálida, joven, que yo quiero recordar con un lunar y que sin duda fue la primera mujer que me llamó la atención... Debía de tener unos ojos muy bonitos o una expresión agradable. La recuerdo como una mujer guapa".

Fútbol y lecturas

Más tarde, con "los de La Salle o baberos" estuvo hasta los 15 años. Adolescencia plena de amistades fuertes, afición desmesurada al fútbol y también sus primeras lecturas: Salgari, Julio Verne, y, sobre todo, Curvo y Sanegrey.Sin embargo, por entonces no se le pasaba ni por la cabeza dedicarse a escribir. La idea vino más tarde, sin haber sido jamás un sueño de infancia, por la sencilla razón de buscar utilidad a un tiempo libre conquistado de repente: "Cuando saqué la cátedra de la escuela de Comercio [en 1945] me encontré con que tenía mucho tiempo libre, el que antes dedicaba a estudiar, y se me ocurrió que escribir podía ser una actividad provechosa".

Así nació La sombra del ciprés es alargada: "Quise escribir una novela sobre el desasimiento, sobre la muerte, la muerte de mi padre, que era una obsesión. Fue una novela escrita con poca experiencia literaria pero con gran verdad. Un crítico dijo después que era inadmisible que un niño de 10 años pudiera tener aquellos pensamientos. Pero yo los tuve a los 10 años, así que, me dije, ese señor no tiene ni idea de estas cosas".

En Sedano los Delibes son una tribu: 11 nietos y siete hijos. Todos en algún momento del verano "terminan viniendo", confiesa con la debilidad del padrazo. Así que El Refugio, que es como llaman a la mínima casita inicial, se quedó pequeño. El escritor compró una casa de pueblo, hermosa y rústica, que habilita con amor y pausa. Pasea, juega al tenis, está en el campo como siempre.

"En la ciudad la gente tiene muchos estímulos. La literatura debe competir con muchas cosas y eso condiciona y hace que escribir sea más difícil", asegura. "Lo cierto es que me parece que entre los jóvenes de ahora escasean los novelistas. Tal vez sea por la prisa, porque no quieren demorar el fin de una obra a dos años más allá, que es lo que se puede tardar en escribir una novela. Por eso sí que hay poetas". A sí mismo se considera a caballo entre dos generaciones: Partí de la generación un poco anárquica de la posguerra, pero literariamente me sentí más vinculado a la generación siguiente".

Sobre el presente muestra un cierto reproche: "En la novela ahora se le da una importancia excesiva a la palabra. Digo excesiva no porque piense que la palabra no es importante, que para mí la palabra precisa y el adjetivo exacto son fundamentales, sino porque la literatura no es sólo palabras, sino también historias. Sobre todo historias".

La soledad de otro

"Todo ser nace para aliviar la soledad de otro", dice Delibes, mientras mira los montes de Sedano. La hoja roja es la peripecia de dos vidas solas que coinciden "y es también", dice el escritor, "una historia de muerte y premonición...". La muerte como obsesión en su obra: "Quizá es que la muerte es la soledad. Yo tengo un sentimiento religioso, pero eso no basta para borrarla o para ser feliz. Tengo una idea cristiana de la vida, una idea de Dios, pero sometida a las vacilaciones, crisis y dudas de todo hombre que piensa".La elección de Valladolid como escenario de su vida ha sido consciente: "Tengo el convencimiento de que la vida se vive más intensamente, más humanamente, sin cambiar tus raíces. Yo he seguido viviendo con mi gente desde el instituto: reconozco a mis compañeros de juegos en el farmacéutico que me sirve, en el médico que me atiende y en el cartero que me trae la correspondencia. He apreciado siempre esto como un valor, aunque esta fidelidad puede ser una virtud o una conveniencia".

Virtud y conveniencia no tienen por qué estar reñidas, como no lo está el derecho mercantil con la literatura: cuando se le pregunta por influencias, señala el Curso de Derecho Mercantil, de Garrigues: "Preparaba yo la cátedra de Comercio y me di cuenta de que aquel libro estaba maravillosamente escrito. Garrigues era un gran formalista, y por ahí me vino el amor a la precisión en el lenguaje. Y por el oficio que adquirí como periodista escribiendo las críticas de cine, los sucesos, las necrológicas, lo que había que escribir entonces en un periódico de provincias".

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