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Reportaje:

El pueblo del general Sandino

El desabastecimiento, principal problema cotidiano en las zonas rurales de Nicaragua

Niquinohomo, una pequeña ciudad de Nicaragua de unos 15.000 habitantes, situada a unos 40 kilómetros de Managua, es el lugar donde hace 93 años nació Sandino, "el general de hombres libres" que dio nombre a la revolución sandinista y al Frente Sandinista de Liberación Nacional. En esa pequeña ciudad de Nicaragua se reflejan hoy día las dificultades y contradicciones por las que atraviesa el sandinismo a los siete años de su llegada al poder. Allí conviven un cura en contra del régimen y grupos de internacionalistas de Estados Unidos que construyen un dispensario médico, gentes que celebran las fiestas de Santa Ana y problemas de abastecimiento que minan la moral de la población, aunque los Comités de Defensa Sandinistas (CDS) se niegan a creerlo. Un enviado especial de este periódico visitó Niquinohomo.

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La primera impresión que produce Niquinohomo es que en Nicaragua no hay muchas cosas, faltan los productos casi básicos, pero no se ad vierte el miedo y la persecución religiosa. En una calle del pueblo un grupo de mujeres rodea la imagen de Santa Ana, que, malencarada y con gesto de pocos amigos, contempla desde ese altar en plena calle los bailes de niños, las disputas de borrachines, y escucha las musiquillas de una orquestina de tres músicos, guitarra, marimba y guitarrilla de cuatro cuerdas. En la plaza frente a la iglesia, que tiene 300 años, unos hombres pintan el quiosco de música del parque. La presencia de un extraño no les inhibe en sus comentarios. "Yo aquí nací y aquí moriré, en esta tierra de la gran puta", dice uno. El otro explica a sus compañeros que "yo tuve que llorarle a los hijos de puta para que me den un pedacito de terreno. No se dan cuenta de que aquí el que no produce es el trabajador individual". El más locuaz explica que "la situación está bastante fregada. No hay nada en la tienda", y opina que 1a revolución es bien hermosa para el que está viviendo de ella, pero también hay gente que está fracasada. Se han repartido barbaridades de manzanas [unidad de superficie inferior a una hectárea], pero a gente desamorada, pues cortaron la madera y dejaron perder la cosecha. Con eso de la cooperativa a uno no le dan chance. No admiten al trabajador individual y las tierras están cercadas. No hay cooperativas que trabajen bien, porque a esos carajos les dan una ayuda semanal y les importa poco que se pierda la cosecha".A la pregunta de si los de la contra podrán ganar la guerra dice que "eso se verá. Aquí el pueblo se impuso y llegó hasta el final. Ahora, que un hombre mal comido está débil para la defensa, está jodido".

Unos metros más allá está situaido el almacén de reparto de víveres, el Centro de Abastecimiento Municipal (CAM), encargado de entregar, cada ocho días, los productos a los "expendios populares".

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Rosario, una joven con camiseta de los Comités de Defensa Sandinistas (CDS) controla el reparto de sacos de arroz y azúcar a las carretas de bueyes que vienen a recoger los víveres. Para Rosario, el problema es que "hay más demanda que producción. Las tierras más productivas son las zonas de guerra, y nuestros productores se han metido más al comercio que a producir, y además hay que priorizar el abastecimiento a las tropas". La joven reconoce que el problema es difícil, "porque el estómago es lo más sensible. Todos sentimos el desabastecimiento, pero el pueblo sabe lo que esto significa".

Un albañil que trabaja en una cooperativa dice que se asoció en ella "porque antes se fugaba el cemento y se iba al mercado negro y no había forma de conseguirlo". Cuando trabajaba por la libre no había forma de conseguir cemento, ahora en la cooperativa se distribuye equitativamente. El albañil trabaja voluntariamente con una brigada de internacionalistas gringos que han venido a construir un edificio anejo al dispensario rnédico de Niquinohomo. Tiene ya 66 años, pero trabaja de buena gana, voluntariamente, para ayudar a los jóvenes gringos, "porque los sacrificios traen beneficios con el tiempo y porque esta obra la necesitamos. Es doloroso ver a la gente de la comarca con las criaturas enfermas que no se pueden transportar por falta de gasolina. Aquí van a tener de todo y podrán ser atendidos sin necesidad de llevarlos a otra parte".

Piensa el hombre que "la falta de alimentos nos está dando duro. Sobre todo la falta de leche en pote para las criaturas. Los trabajadores somos los más sufridos". Cree que cuando el triunfo de la revolución "la gente pensaba una cosa muy diferente a la que se presenta hoy, pero el bloqueo y la agresión vienen a empeorar el problema, que ya es crónico y será difícil salir de él". Opina el albañil que "si el proceso no se pone más elástico, esto va a empeorarse. Se necesita un diálogo interno con los que no están de acuerdo y con la Iglesia. Tomar y recibir, un compartir y ceder las dos partes".

La iglesia de Niquinohomo parece un museo dedicado a la cursilería religiosa. A ambos lados se encuentra un sinfín de altares, donados por devotos, lo que provoca toda una corte de las más variopintas imágenes y estilos en un edificio destartalado y sin gracia. En un tablón de anuncios, dentro de la iglesia, aparece un recorte de periódico con una noticia de la agencia Efe que dice: "Chinos: la religión no es opio del pueblo".

En la casa cural, el párroco, Javier Amador, de 27 años y cuatro de sacerdocio, no oculta su simpatía por el cardenal Miguel Obando, el arzobispo de Managua, que le encomendó la parroquia al morírse el anterior párroco. En la pared de la casa cural hay una foto de Obando y un texto que dice: "Bendito el que viene en nombre del Señor. Nicaragua, unida en su fe, te proclama cardenal de la paz". Escrito con un rotulador hay un texto que dice: "Os echarán mano entregándoos a los tribunales y a la cárcel y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre. Así tendréis ocasión de dar testimonio, y hasta vuestros parientes, hermanos y amigos os traicionarán, matarán y odiarán por causa de mi nombre".

El joven sacerdote explica que él mismo escribió el texto "cuando nos llamaron a los sacerdotes a la Seguridad del Estado. El Gobierno quiere dejar sólo al cardenal y por eso nos hostigan más a los de esta archidiócesis. Me citaron y me dijeron que yo hablaba en contra del proceso, me advirtieron de que me cuide y que trate de no hablar mucho".

Piensa el joven cura que "el pueblo es cien por cien católico y se identifica con el sacerdote, que es para ellos como un líder".

A la pregunta de si cree que hay alguna cosa buena en el sandinismo, el sacerdote tarda en respon-

El pueblo del general Sandino

der que "se preocuparon de las escuelas y construyeron centros de salud, pero no hay medicinas. Han hecho muchas escuelas, pero la formación que se da es muy baja". Dice el sacerdote que "todos estamos con el cardenal Obando, a excepción de la iglesia popular, que ya no tiene fuerza porque el pueblo no tiene confianza en ellos. Su teología es algo nuestro, latinoamericano, y muy positiva, pero el pueblo los identifica con el Gobierno y eso no gusta. Además son casi todos extranjeros. Sólo hay cuatro o cinco nacionales. Su fuerza no está en el propio país. Les viene de fuera".Al lado del centro médico una docena de norteamericanos trabaja en el gremio de la construcción. Son chicos y chicas que parecen arrancados de una manifestación pacifista de los sesenta. Llevan camisetas que dicen "Providence (Rhode Island), ciudad hermana de Niquinohomo, en abril 1985". El líder del grupo es Richard Walton, "escritor y periodista", que con su barba. cana y sombrero de buscador de oro podría aparecer en una película de John Huston. Son 14, pero en pocos días llegarán hasta 28. Han recaudado 75.000 dólares (algo más de 10 millones de pesetas) en Estados Unidos y piensan concluir en tres semanas el edificio de un anejo al centro de salud. Sally Mendzela tiene 39 años y éste viaje a Nicaragua es su primera salida de Estados Unidos. Trabaja en una organización de salud como administradora y se muestra "muy impresionada, pero no sorprendida, por la libertad de expresión y de religión que existe aquí. Vi muchos debates y hay una libertad que en Estados Unidos no se dice que hay. Me asombra el nivel de desinformación que hay en Estados Unidos en la Prensa, que escribe lo contrario de la realidad de aquí. Me impresionó mucho la conciencia política del pueblo, que no es palpable en Estados Unidos. Pude entrar en las casas y ver los libros y los rótulos. La gente tiene conciencia y puede debatir".

Trabajo cooperativo

A unos kilómetros, en las afueras de Niquinohomo, por caminos de tierra difícilmente transitables, están las tierras de la cooperativa campesina Benjamín Zeledón. Allí, Orlando, de 42 años y 15 hijos, de los que sólo viven nueve, cuida las tierras, que cultivan 28 miembros de la cooperativa. Hay otros siete "que están en la defensa, en el Norte". Orlando explica que "aquí tenemos sembradas 32 manzanas de arroz, frijoles y maíz, 22 de café y 23 de plátano. Yo tengo mis dos vaquitas y la tierra la manejamos entre toditos. Le vendemos al Estado lo que le debemos, una parte, según cómo va la siembra. A veces trabajamos los 28, pero otras los mandan a reuniones y seminarios. Los 28 recibimos 3.150 pesos semanales (350 pesetas) de ayuda a cada socio. Cuando la cosecha, nos quedamos cada uno con nuestra parte, después de entregar al banco lo que le corresponde por el crédito que recibió la cooperativa".

En el local de los Comités de Defensa Sandinistas un joven de 25 años, Francisco, con aspecto de funcionario, explica que los problemas "son herencia del pasado, pero el pueblo participa de manera directa en la solución de esos problemas".

Una maestra enseña la casa de Sandino a un grupo de niños de un jardín de infancia de Managua. La maestra pregunta: "¿Quién vivía en esta casa?". A coro, los niños gritan: "Sandiiiinooo".

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