La 'nueva ola' de la arquitectura española, objeto de una exposición inaugurada ayer en Nueva York
Una exposición sobre la nueva ola de la arquitectura española se inauguró ayer en Nueva York, bajo la dirección de Ignasi Solá-Morales, la colaboración de Antón Capitel y Xavier Fabré y la subvención del Comité Conjunto Hispano-Norteamericano para Asuntos Educativos y Culturales. La exposición responde a una idea puesta en marcha en el año 1981 y destinada a mostrar en Estados Unidos la situación de la arquitectura actual en nuestro país. Se trata de una muestra que refleja el interés que la arquitectura española está despertando a escala internacional.
La exposición pretende representar con el mínimo número de obras la diversidad de maneras que caracterizan la actual arquitectura española, y proponer una visión detallada de cada uno de los proyectos, recreándolos con la contemplación de los croquis planos, dibujos, perspectivas y maquetas. Ésta ha sido la fórmula elegida al tener que mostrar una realidad poco conocida por el público norteamericano.Según estos criterios, tanto la exposición como el catálogo están estructurados en dos partes. La parte más importante se basa en la selección de 12 obras realizadas en la segunda mitad de los años setenta y principios de los ochenta por arquitectos de edades entre los 40 y 50 años. La otra parte, que explica y contextualiza ésta, consta de 12 obras más, también representativas, construidas en los años cincuenta, sesenta y setenta por los arquitectos que serían los maestros y que constituirían los precedentes de esta arquitectura actual: Cabrero, Coderch, Sostres, Martorell-Bohigas-Mackay, De la Sota, Corral es y Molezún, Fernández Alba, Peña Ganchegui, Correa y Milá y Sainz de Oíza. Quizá habrían podido entrar también arquitectos como Cano Lasso y Fullaondo.
Panorama ecléctico
Entre las 12 obras más recientes -que pretenden explicar este panorama ecléctico, definido por una multiplicidad de tendencias que se muestran exhaustivamente- se pueden encontrar, tanto obras adscribibles a prácticas de proyecto establecidas -rossianos, venturianos, néo-beaux arts, conceptuales, etcétera- como obras más personales que equidistan de las grandes corrientes. Ante una selección reducida, parece que existen obras que, teniendo suficientes méritos, no forman parte de la muestra. Pensamos en obras de Esteve Bonell, el velódromo de Horta, en Barcelona; de Torres Tur y Martínez Lapeña, la restauración de la iglesia de I'Hospitalet en Ibiza; de Pep Bonet, la casa en Sant Antoni de Vilamajor o la plaza del Universo en Barcelona; o de Pep Llinás, la casa en Sa Tuna Gerona. Quizá su ausencia se explique por el hecho de pertenecer a tendencias que ya tienen obras seleccionadas, o por haber sido finalizadas muy recientemente, o por romper un cierto equilibrio geográfico de la muestra.De los 12 proyectos seleccionados, la presencia de algunos, a pesar de ser obras correctas e interesantes, se justifica más por criterios de representatividad de tendencias o de contextos culturales que por cuestiones de estricta calidad. Nos referimos a las viviendas en Mendigorría, las viviendas en Palomeras, el Colegio de Arquitectos de Sevilla, la estación de ferrocarril en Bellaterra y el conjunto residencial en Marne-la-Vallée, de París.
Otras obras -Museo de la Ciencia en Barcelona, de Garcés y Soria; la restauración de las murallas de Tabarca, del equipo de Vellés...- son exponentes del panorama de la arquitectura española que, además de ecléctico, se caracteriza por una arquitectura culta y cuidadosa, de un nivel medio de calidad alto, pero que no genera obras singulares.
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