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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La victoria de Reagan

NO CABE duda que el papel del presidente Ronald Reagan ha sido decisivo para obtener que el Congreso de EE UU vote la ayuda para la contra nicaragüense. Además de sus discursos públicos, multiplicó hasta el último momento las conversaciones personales con muchos re presentantes. Lo cierto es que el mismo Congreso que en el mes de marzo rechazó la ayuda a la contra por 222 votos contra 210, la ha aprobado el miércoles pasado por 221 votos contra 209. En el Congreso tienen mayo ría los demócratas, y unos 50 representantes de este partido han votado a favor de lo que el presidente pedía. Entre los factores que han podido determinar la modificación del voto no se puede olvidar que el electorado demócrata, en ciertos Estados, es netamente conservador y, a medida que se acerca el mes de noviembre -en que tendrán lugar las elecciones-, esa consideración cobra mayor peso. Reagan ha utilizado insistentemente el argumento de que el sandinismo supone una amenaza para las fronteras de EE UU y que no votar la ayuda a la contra es una actitud sin patriotismo. Varios periódicos norteamericanos han destacado que el abuso de tales argumentos recuerda los métodos del macartismo y dificulta un debate sereno sobre la política que tiene mayo res ventajas para EE UU. Pero independientemente de su eficacia para influir sobre una opinión pública que según los sondeos sigue siendo, en su mayoría, contraria a la ayuda a la contra, el argumento de que se trata de defender las fronteras norteamericanas no se tiene en pie y es muy peligroso abusar de él en el terreno internacional. Al esgrimirlo, EE UU pierde toda razón para acusar a la Unión Soviética de intervenir en Afganistán o en Checoslovaquia. ¿Las fronteras de las grandes potencias son las que delimitan sus territorios nacionales o más bien unas fronteras que Washington y Moscú pueden definir unilateralmente, con el corolario de que les será permitido defenderlas con intervenciones militares, unas veces de modo abierto y masivo, otras de forma menos directa? Hay una identidad de fondo entre la tesis de Reagan y la que fue definida por Breznev como "soberanía limitada" en aras de la "defensa del socialismo". En ambas teorías, el desprecio del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas es preocupante. En el caso de EE UU, trae a la memoria la etapa de la política del gran bastón, cuando el Gobierno de Washington intervenía con sus cañoneras y sus tropas en caso de conflictos con los Gobiernos centroamericanos.La votación del Congreso da la puntilla al proyecto de solución pacífica, ya muy deteriorado, del Grupo de Contadora; y pronto los dólares votados por el Congreso se traducirán en una utilización más intensa del territorio hondureño para las incursiones de los contra en Nicaragua. Pero el problema de fondo es otro: ¿cuáles pueden ser las etapas siguientes de la estrategia de la Administración Reagan? Ningún observador considera posible que la contra, ni con 100 ni con 200 millones, pueda derribar el régimen sandinista. Y es difícil imaginar una desembocadura que no sea el paso de una intervención indirecta al empleo de las fuerzas armadas de EE UU, después quizá de uno o varios incidentes fronterizos en Centroamérica. Si se trata de "presionar a los sandinistas", de crearles dificultades, EE UU tiene medios para realizar acciones encubiertas -incluso de envergadura- sin llegar al compromiso público y solemne que supone la votación del Congreso y pronto la del Senado. Que Reagan se haya empleado a fondo para obtener esa votación, y que lo haya hecho mientras se esfuerza por concretar la próxima cumbre con Gorbachov, indica su voluntad de dejar claro que está resuelto, en un plazo más o menos corto, a derribar el Gobierno sandinista y a demostrar, a la vez, que ello no empeora sustancialmente las relaciones de EE UU con la Unión Soviética.

Esta política choca con la actitud de la inmensa mayoría de los Gobiernos latinoamericanos, que han protagonizado, o dado su apoyo activo, a la labor del Grupo de Contadora para buscar soluciones basadas en el cese de las maniobras e intervenciones militares extranjeras, respetando la independencia de todos los países. Europa ha manifestado en reiteradas ocasiones su respaldo a Contadora y España ha sido un factor importante para impulsar esa actitud por parte de la CE. Pero Reagan otorga una importancia relativa a esas dificultades, y dispone de diversas palancas para aminorar sus efectos. Ya no es sólo Thatcher en Londres y Khol en Bonn: con el Gobierno Chirac en París, la CE se muestra más pasiva en cuestiones de este género. La presidencia británica de la misma, que se inaugura dentro de unos días, es otro motivo de tranquilidad para Washington.

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