Vicente Larrea, en el paisaje urbano de Bilbao
Una muestra recoge la obra última del escultor
Algunas de las 12 esculturas expuestas, de hierro y bronce, fundidas en una sola pieza, están colocadas en las inmediaciones de la estación ferroviaria, y una de ellas, en la plaza Circular, de Bilbao, es decir, en pleno corazón de la ciudad, nexo de unión entre el Bilbao antiguo y el moderno. Sobre esta obra nadie discute su originalidad, que se distancia, tal vez, de las formas tradicionales esbozadas por la escultura contemporánea vasca, y por ello algunos críticos la clasifican como barroca. Vicente Larrea, hijo y nieto de escultores, pudo aprender la técnica para poder volver a comenzar de nuevo. A pesar de ello, fue despacio hasta emprender su primera exposición en 1973, en Durango (Vizcaya), y esa manera "de andar sin prisas" le lleva a afirmar que quizá no ha llegado aún al arte contemporáneo, que se encuentra en el barroco.Lo primero que atrae al bilbaíno a pararse ante las esculturas de Larrea no sólo son sus volúmenes -cuyo peso oscila entre las 12 y las 16 toneladas-, sino las formas redondeadas (cuerpos humanos, cuevas y laberintos), que contrastan con las obras de sus contemporáneos Chillida y Mendiburu, por ejemplo. Larrea, que se hizo cargo del taller familiar, se inició en esculturas figurativas basadas en motivos religiosos. Después arrancó con piezas de hierro casi agresivas, a modo de raíces (estas formas se asemejan más a las de los escultores citados). De esta segunda etapa (1967) destaca el Homenaje a Kirikiño (el ingeniero y escultor Evaristo Bustinza), en el ,cementerio de Mañaria (Vizcaya). Una especie de dardos, en alusión a "los cuentitos punzantes" del escritor, se asocia a la estructura del árbol atribuida a las obras de Chillida y Mendiburu.
Sensual y racional
Pero Vicente Larrea vuelve sobre sí mismo, recupera su pasado y crea un nuevo estilo de formas voluminosas en el que las curvas y las cuevas (que rellenan el esqueleto de lo que fueron las primeras obras no figurativas) van cobrando significados añadidos. Según el artista, con ello trata de "incorporar lo sensual a lo racional".Y así, estas esculturas macizas y curvilíneas, en las cuales se observan regazos, senos, cuerpos parciales, vientres engendrados y hasta partos múltiples (esto último, en una hermosa figura llamada Venus de la fertilidad), son exploradas por el bilbaíno despistado en gran parte de la obra de su paisano. Y al igual que en Pamplona, en cuyo parque de la Ciudadela está siempre expuesta una escultura con estas formas y sin nombre (que el crítico Javier Viar califica de tumores), por donde los niños meten sus manos por su interior y se miran unos a otros entre los escondrijos, jugando a entender el laberinto, en Bilbao tampoco resisten los transeúntes la tentación de mirar por dentro de la escultura.
Otras esculturas que tienen también su afincamiento fuera de Bilbao (Valladolid y Vitoria, por ejemplo) han sido traídas en tren a la exposición de Bilbao. La de Vitoria, que está colocada en Ajuria Enea (sede oficial del Gobierno vasco), recorrió las ferias de Chicago y Basilea. La Brocageria, instalada en el paseo de la Castellana, de Madrid, no ha sido traída a Bilbao. En homenaje a las gerias de Lanzarote, Larrea esculpió la obra más pesada de todas: 17 toneladas de peso, y sobre la que no ha surgido una sola crítica.
Vicente Larrea no oculta su vinculación artística con la expresión de su entorno. Lo vasco, lo nacionalista, lo particular, lo rural y lo urbano tienen que ver con esa actitud. Y es a partir de ahí desde donde quiere expresarse y explicar su arte. Las cuevas de sus obras no se entienden si no se parte de Santimamille, hasta donde remite a sus contemporáneos para explicarse. Y también hace hincapié en la multitud de escenarios por los que pasa cotidianamente.