EE UU apoya la transición política en Chile, pero dentro del plazo marcado por Pinochet
Estados Unidos reclama oficialmente el rápido retorno de Chile a la democracia, pero parece dispuesto a respetar el plazo de 1989 que el general Augusto Pinochet ha marcado para el inicio de la transición, según la opinión de fuentes políticas y diplomáticas en Santiago. Hasta esa fecha, el Gobierno norteamericano se inclina por mantener su política de influir a favor de un diálogo entre el régimen y la oposición moderada, pero sin recurrir a las presiones económicas.
Desde la sustitución del anterior embajador norteamericano en Santiago, James Theberge -que nunca se entendió con la oposición democrática-, y su sustitución por Henry Barns, Estados Unidos ha tenido una posición más clara y definida a favor del retorno a la democracia. Cuando visitó Santiago en marzo de 1985, el entonces secretario de Estado adjunto para asuntos interamericanos, Langhorne Motley, dijo que dejaba Chile en buenas manos.En las últimas semanas, sin embargo, el diario The New York Times llegó a este país sin la mitad de la primera página, arrancada por los censores para evitar, que se conocieran unas declaraciones del propio Motley, distribuidas después por la embajada, en las que afirmaba que Pinochet era el dictador más terco y difícil de tratar de cuantas personas había conocido en su vida.
El sucesor de Motley en la más, alta responsabilidad del Departamento de Estado para América Latina, Elliot Abrams, ha sido siempre categórico en su demanda de democracia para Chile.
Desconfianza de la oposición
El Gobierno norteamericano desconfía, sin embargo, de la capacidad de la oposición para garantizar un Gobierno estable de características aceptables para Washington y no quiere, por tanto, precipitar una salida democrática a corto plazo.Un funcionario del Departamento de Estado comentó recientemente que Estados Unidos preferiría una fórmula de tránsito a la democracia desde dentro del régimen actual.
En diciembre pasado, Abrams definía ante un subcomité de la Cámara de Representantes su política norteamericana en Chile en los siguientes términos: ",Querríamos ver una muy pronta participación de Chile en la ola de desplazamiento hacia la democracia que ha estado barriendo el hemisferio. Podremos ayudar a qué esto ocurra más pronto mediante la aplicación de una política exterior prudente que busque todos los medios posibles de incentivar el diálogo y la moderación y que, al mismo tiempo, evite actos de nuestra parte que puedan exacerbar tensiones en Chile".
Sanciones como presión
Los actos a los que se refiere Abrams son, esencialmente, las sanciones económicas, reclamadas por la oposición chilena como el mejor medio de presión sobre la dictadura.Salvo muy pocas excepciones, bajo la administración de Ronald Reagan Estados Unidos siempre ha votado a favor de los préstamos de las instituciones financieras internacionales a Chile.
La política norteamericana en este sentido, explicada por Abrams, es la siguiente: "Bajo las circunstancias actuales, negar recursos financieros internacionales al pueblo de Chile sólo lograría ahondar los problemas nacionales, exacerbar las tensiones sociales y políticas y debilitar el proceso de reconciliación que promueven la Iglesia católica y otros sectores responsables de la sociedad chilena".
Dirigentes de la oposición creen, no obstante, que esta política sólo se mantendrá hasta el plebiscito de 1989, después del cual, si Pinochet decide mantenerse en el poder, Estados Unidos optaría por una actuación más enérgica.
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