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Alto grado de participación en la sexta huelga general peronista contra Alfonsín

La sexta huelga general en 30 meses de Gobierno del presidente argentino, Raúl Alfonsín, convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT, peronista), tuvo ayer un alto grado de participación, que se calcula, a falta de datos oficiales del Gobierno y de la CGT, en un 80%. En las grandes ciudades, el transporte público, los bancos y los comercios estuvieron paralizados. No se registraron incidentes de gravedad durante la huelga general, si bien cinco autobuses fueron incendiados en los suburbios de Buenos Aires.

Al margen de la huelga, después de afirmar que "no hay nada más duro que penetrar en los servicios de información", el presidente Raúl Ricardo Alfonsín declaró en la noche del pasado miércoles, en su segunda rueda de prensa tras dos años, medio de Gobierno: "Si realmente hubiera habido algo vergonzante, algo que ocultar, yo tendría que haberme ido a la plaza de Mayo a pegarme un tiro al lado de la pirámide".Alfonsín se refería al caso Sivak, un industrial secuestrado desde hace meses y en cuya desaparición aparecen involucrados servicios paramilitares de información. Pero lo importante es que éste fue el tono de esta rueda de prensa -sólo con periodistas nacionales- del presidente argentino.

En un ambiente tenso por los últimos acontecimientos -hoy el país va nuevamente a la huelga general azuzado por los sindicatos peronistas-, bajo el continuado ronroneo militar (el general Flores, sustituto del general Verdura al frente del III Cuerpo de Ejército en el que se fraguó el último atentado contra Alfonsín, acaba de hacer unas desvergonzadas declaraciones a la Prensa doliéndose de las sospechas que recaen sobre sus hombres), el presidente de la República compareció tenso, fatigado, con el rostro estragado por unas inmensas ojeras y, decididamente, enfadado y hasta cabreado.

La Prensa argentina cayó sobre él inmiscricorde y sin la menor alteza de miras. Se le llegó a inquirir sobre el aumento de la deuda externa durante sus meses de gobierno. Alfonsín estalló: "Pregúnteselo al ministro de Economía, yo soy el presidente de la nación".

En un alarde de imaginación, se le preguntó sobre los errores de su Administración y Alfonsín adujo, con mal disimulado desprecio, que hasta en el más modesto desempeño municipal se cosechan errores y que, de no ser así, sobrarían los gobiernos y las administraciones.

De la errática y pobre rueda informativa en la que se preguntó al presidente hasta por el futuro de empresas privatizadas de tercer orden y de mera influencia provincial, cabe rescatar la indignación de Alfonsín ante la huelga general de hoy. "Pienso", afirmó, "que el buen sentido hará que entremos a razonar en serio y que dejemos de repetir como loros lo que dicen algunos exponentes muy conocidos de la derecha argentina. Realmente, es inusitado que los trabajadores estén repitiéndolos. Mi opinión sobre el argumento usado por la CGT para realizar su huelga es casi de indignación".

La CGT lleva hoy a Argentina a otra huelga general como protesta contra el Plan Austral, contra la economía de guerra, que ha impedido, que la nación se despeñara en la hiperinflación. "¿Cómo no vamos a saber?", casi gritó Alfonsín, "¿que los salarios son bajos y que vivimos tiempos de penuria económica? Pero a nosotros no nos van a llevar al desatino, a la demagogia de poner una suerte de velo sobre la sociedad argentina y hacernos creer que con aumentos salariales nominales se puede solucionar, el problema de los trabajadores argentinos. ¡Qué fácil ha sido y sería darle a la manivela de la máquina de imprimir billetes!".

Alfonsín declaró que los enemigos de la democracia permanecen tan activos porque están jugando sus últimas cartas. La conferencia, de prensa fue banal por las preguntas, pero no por su convocatoria. Alfonsín no prodiga su trato institucional con los periodistas, aunque se dispersa en mil y un actos protocolarios por toda la nación. El presidente quiso encajar esta rueda de prensa entre el último atentado frustrado contra su vida y la huelga general de hoy para hacer oír su voz hasta su falta de paciencia.

Pero Argentina, este país invertebrado, rico y fracasado, continúa por donde solía: la Iglesia, los militares, los sindicatos peronistas y la oligarquía agrícola-financiera se aúnan como siempre, como extraños compañeros de cama, para herrumbrar los engranajes de la democracia.

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