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La Casa Verde

Los guerrilleros de las FARC se niegan a entregar las armas como condición para negociar con el nuevo Gobierno colombiano

Antonio Caño

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De izquierda a derecha, los guerrilleros Jaime Guaracas, Manjuel Marulanda, Alfonso Cano y Jacobo Arenas
De izquierda a derecha, los guerrilleros Jaime Guaracas, Manjuel Marulanda, Alfonso Cano y Jacobo ArenasEl Espectador
La casa, de madera y tejado de chapa verde, se encuentra en la falda del cañón del río Duda, cerca del poblado de Uribe, en el departamento de Meta. Es el camino intermedio entre la paz y la guerra. El punto al que los dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y los miembros de la comisión de paz acuden para entrevistarse y revisar la aplicación de los acuerdos de cese del fuego firmados hace dos años. Manuel Tirofijo Marulanda, Jacobo Arenas y Alfonso Cano llegan a la Casa Verde tras recorrer a caballo durante todo un día territorio selvático controlado por las FARC. La comisión de paz accede en helicóptero, después de más de hora y media de vuelo desde Bogotá. La Casa Verde es una granja con cinco cerdos, algunas gallinas y una pequeña huerta. En el granero se almacenan los sacos de yuca y, cuando llegan los guerrilleros, las armas. Las discusiones se celebran en el porche, en torno a una mesa especialmente construida para ello.
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La primera persona que recibe a los periodistas es una joven guerrillera, vestida con una camiseta blanca sobre la que hay escrita propaganda de la Unión Patriótica (la coalición creada por las FARC), un pantalón verde y un revólver al cinto.

Marulanda deja su comida para salir a saludar. Está cansado y con sueño después de un día completo de negociaciones con la comisión de paz. Lleva un jersei azul con una marca de ropa deportiva y una pistola en el bolsillo trasero de su pantalón gris. El aspecto de Jacobo Arenas se acerca más a la estética que se espera de un guerrillero: viste una guerrera verde oliva y, pese a que no hace frío en este lugar situado sólo a 1.400 metros de altura, no se desprende en ningún momento de su bufanda blanca. Unas gafas de concha negras le dan el toque intelectual que corresponde a su papel de principal ideólogo del grupo. Tanto Marulanda corno Arenas parecen en buena forma física, pese a sus casi 60 años.

En ese momento hay en Casa Verde una docena de personas. Casi la mitad son mujeres. Todos son jóvenes y van armados. Parecen dedicados a recoger sus cosas para volver a sus campamentos, pero se detienen a escuchar la conversación de sus jefes con los periodistas. Las mujeres guerrilleras recogen la mesa y sirven unas copas de Remy Martin, colofón de una comida con huevos fritos, arroz y yuca. Marulanda está de pie, lo más lejos posible de la responsabilidad del micrófono.

Jacobo Arenas, cuyo verdadero nombre es Luis Morantes, inicia la explicación. "Hace ocho meses", dice, "nosotros oficializamos un proyecto que habla de la forjación de un movimiento político nuevo, que es la Unión Patriótica. En sólo ese tiempo ya tenemos 15 representantes en el Congreso, 23 diputados y más de 320 concejales. Hemos conseguido más de 320.000 votos y se puede decir que el nuevo movimiento político ya está en fase de consolidación".

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Al poder por las urnas

Con este proyecto, las FARC no descartan que puedan alcanzar el poder por el camino de las urnas. "Nosotros ante todo somos revolucionarios, querernos una cosa nueva, queremos cambiar este régimen por otro; tenemos muy metidas en la cabeza ideas socialistas, revolucionarias, pero puede ocurrir que este régimen se deje cambiar por el camino de los votos. Por ejemplo, en Chile se dio. Nuestro proyecto (la Unión Patriótica) es un movimiento político de una amplitud nunca antes conocida en la historia de Colombia, un movimiento donde cabe todo el mundo. Caben hasta los latifundistas que tengan ideas democráticas, los capitalistas, los que hayan participado en los partidos reaccionarios, toda la gente de izquierda, todo el mundo".

Jacobo Arenas es el diseñador de la política de las FARC, el mayor defensor del diálogo con el Gobierno. Es partidario de la negociación incluso ahora, en vísperas de un primer contacto con el próximo Gobierno liberal presidido por Virgilio Barco, que ha exigido la entrega de armas. "Los acuerdos de La Uribe [firmados por el actual Gobierno] no dicen que tengamos que entregar las armas ni desmovilizar la guerrilla. La amnistía de Betancur tampoco dice eso. Hemos suscrito unos acuerdos que hablan de que nosotros nos iremos incorporando lentamente a la vida civil en la medida en que se vayan produciendo transformaciones fundamentales en la vida económica, social y política del país. Como eso no se ha producido, pues ahí mantenemos las escopetas. Nosotros nos vamos a desmovilizar, queremos cambiar la vida militar por la vida civil, por la actividad política abierta y legal, pero en un marco de condiciones completamente distintas a las existentes hoy. Tiene que haber una democracia amplia, pero al mismo tiempo tienen que producirse reformas fundamentales en la estructura económica del país, comenzando por una reforma agraria".

Es Arenas el que sigue hablando, mientras que Marulanda, de pie, estornuda de forma aparatosa. "Barco tiene muchas limitaciones. Yo no sé si será cierto, pero a cada rato se dice que es un abogado de las compañías petroleras norteamericanas. Según dice el doctor Barco, quisiera formar (para las próximas rondas de diálogo) una comisión de nivel ministerial. Nosotros no vamos a estar en contra, pero vamos a exigir que se agregue la comisión de paz (la creada por Betancur), porque tenemos la experiencia de que la paz la hicimos con esta comisión, y los ministros no van a estar hablando con nosotros por teléfono, contestándonos las cartas o viniendo a cada rato aquí. Probablemente va a ser muy difícil que podamos aceptar hablar obligatoriamente con ministros. El próximo Gobierno recibe como herencia un proceso de paz más o menos consolidado. Si decide tirar esa herencia, eso es una cosa distinta. Puede que lo haga, como buen abogado de las compañías petroleras norteamericanas que es, que no necesitará más que la orden".

Colombia es un país con un montón de ejércitos. "Un ejército oficial, un ejército de las FARC, el M-19 [Movimiento Diecinueve de Abril], el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación (EPL), un ejército particular de los grandes terratenientes, un ejército de los grandes mafiosos".

Pese a esto, no existe "ninguna posibilidad de una guerra civil". El que lo afirma es Alfonso Cano, el número tres de la dirección de las FARC, el hombre joven -no más de 40 años- en ascenso. Para muchos, el delfin de Arenas. Preparado intelectualmente, -con recursos oratorios, Cano es el mejor situado para dirigir la organización en la nueva etapa.

"El peligro de una generalización del conflicto en Colombia no existe", afirma Cano. "Se dan pequeños focos, en el Cauca, en el Valle, en el Magdalena Medio tal vez, pero muy esporádicos, poco trascendentes, hechos que no afectan la paz nacional. Lo concreto hoy en Colombia es que los 27 frentes de las FARC están en paz". La pasada semana, sin embargo, murieron 26 personas en un choque entre el Ejército y el otro gran movimiento guerrillero, el M-19, en el departamento de Cauca, y en el Magdalena Medio, hace un mes, murió una quincena de guerrilleros y soldados en un enfrentamiento del Ejército con el frente 14 de las FARC.

"Los resultados electorales", añade Cano para descartar la posibilidad de una guerra, "fueron una derrota de los sectores militaristas del país. La gente quiere la paz, quiere el diálogo, y el Ejército no está libre de manos para hacer lo que quiera. Además, militarmente no es tan sencillo liquidara las FARC. Una cosa es combatir contra dos columnas del M-19, gente osada, valerosa, echada para adelante, pero finalmente sólo dos columnas, y otra es declararle la guerra a las FARC".

Capacidad militar

Las FARC son un grupo con experiencia, con buena organización y reconocida capacidad militar. Sus dirigentes se niegan a dar la cifra de combatientes, pero se le calculan 27 frentes repartidos por todo el país, con unos 500 hombres por frente. La cifra más baja de soldados que se le atribuye es de 5.000; la más alta, 20.000.

"Si no hubiera paz", habla, por fin, Marulanda a requerimiento del periodista, "si los 27 frentes FARC combatieran, el balance de muertos sería muy distinto, los enfrentamientos serían más cerca de los centros urbanos y la situación sería más complicada".

Como experto en la actividad guerrillera, Marulanda no cree que las FARC se puedan debilitar por no combatir. "Yo creo que esa teoría no es muy correcta porque, si eso fuera así, entonces los ejércitos de los países europeos... ¿Cuánto hace que terminó la II Guerra Mundial? Y los ejércitos europeos no se han desmovilizado ni se han fraccionado entre ellos. Donde hay una orientación política no tiene por qué darse ese fenómeno". Alguien que conoce de cerca a las FARC a lo largo de varios años cree, sin embargo, que la disciplina y la moral del grupo se están resquebrajando tras dos años sin entrar abiertamente en combate, y en Bogotá se menciona la posibilidad de una próxima escisión.

"En estos momentos", continúa Marulanda, mientras Arenas se corta las uñas, "en los campamentos de las FARC se hace una vida completamente diferente a la de antes. Los guerrilleros se ocupan de las labores agrícolas, de la preparación política e ideológica, de la formación cultural de los hombres". Marulanda asegura que hoy no admiten ingresos en las FARC, que si alguien quiere entrar se le envía a la Unión Patriótica.

Tirofijo no se atreve ya con una pregunta sobre la relación entre las FARC y el M-19 y pasa la palabra al "comandante Jacobo". "Los compañeros del M-19 no creyeron mucho en la posibilidad que surgía con la amnistía de Betancur. Puede ser que no entendieran muy bien el proceso. Es decir, no lograron convertir eso en una instrumentación para un ejército político y entonces parece que se enredaron un poco y vino lo de leis robos y las cuestiones de allí y de acá y los problernas. El M-19, le puso en bandeja al militarismo la posibilidad de demostrar que en Colombia no puede consolidarse el proceso de paz".

Diferencias con el M-19

Las FARC y el M-19 están distanciados, sobre todo, por su. orientación ideológica. Mientras el M-19 (el eme, como se le conoce en Colombia) es nacionalista de izquierdas, urbano y sin principios ideológicos rígidos, las FARC, formadas fundamentalmente por militantes de extracción campesina, están consideradas el brazo armado del partido comunista. Arenas lo niega, sin embargo. "Tenemos coincidencias con el partido comunista. El PC plantea una reforma agraria radical y nosotros estamos de acuerdo; el PC plantea una reforma urbana y nosotros estamos de acuerdo; el PC plantea una reforma educativa y nosotros estamos de acuerdo; el PC plantea una reforma de la Constitución y nosotros estamos de acuerdo; el PC plantea una política exterior independiente y de paz y nosotros estamos de acuerdo. Pero no es cierto que todos aquí seamos comunistas. Aquí hay liberales, conservadores, aunque no podemos negar que somos marxistas, porque empleamos un método de conocimiento que es el marxismo".

No se conocen apoyos internacionales a las FARC. Pese a que sus dirigentes simpatizan. políticamente con el régimen cubano, la relación con Fidel Castro nunca fue buena y el líder cubano llegó a estar mucho más cerca del M-19. Hasta la firma de la paz, las FARC se financiaban fundamentalmente mediante los secuestros de terratenientes. Ahora Arenas asegura que el dinero para el mantenimiento de la organización procede exclusivaniente de los planes de supervivencia de que dispone cada frente, que consisten básicamente en trabajos agrícolas.

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