Austria 'exporta' a Hungría una central hidroeléctrica paralizada por los ecologistas
Austria y Hungría mantienen unas relaciones bilaterales que son un auténtico ejemplo de cooperación entre Estados con diferentes sistemas económico-sociales. Gracias a la habilidad, tolerancia y respeto mutuo de que han hecho gala Viena y Budapest en los últimos decenios, la frontera entre estos países se ha hecho permeable, y son para muchos modélicas la cooperación económica en todas las esferas y la política en los foros internacionales y de contactos bilaterales. Hasta el punto de que una central hidroeléctica cuyo proyecto ha sido frenado por los austriacos ha sido exportada a Hungría.
El acuerdo alcanzado el pasado miércoles en un hotel vienés por ambos Gobiernos para la construcción de la central hidráulica húngara de Nagymaros, en el Danubio, supone para los numerosos críticos de este proyecto, un claro exceso en la voluntad de cooperación entre ambos Estados.La central hidroeléctrica hará desaparecer bajo las aguas una extensa zona de la ribera del Danubio que cuenta con un microclima único en Europa y, según los adversarios del proyecto, tendrá graves consecuencias ecológicas a largo plazo.
No obstante, ambos Gobiernos están muy satisfechos con el acuerdo logrado. Austria fácilitará cerca de 8.000 millones de chelines (unos 72.000 millones de pesetas) para la financiación del proyecto. Dos terceras partes de este dinero revertirán en beneficio de compañías austriacas que participan en la construcción de la central. Esto garantiza cerca de 2.000 puestos de trabajo austriacos en los próximos 10 años. Con la puesta en funcionamiento de la primera turbina, prevista para 1996, Hungría devolverá el crédito a Austria por medio del suministro de energía eléctrica producida en esta central.
La picardía del caso radica en que Austria iba a construir una central similar cerca de la localidad de Hainburg, junto a la frontera húngara. Tras grandes protestas de protectores del medio ambiente y movimientos ecologistas, el Gobierno de Viena tuvo que suspender en diciembre de 1984 este proyecto. Los detractores de la construcción de centrales hidroeléctricas, en este tramo del Danubio entre Viena y Budapest acusan al Gobierno austriaco de exportar este controvertido proyecto a Hungría, donde el movimiento ecologista, por la propia naturaleza del sistema político, no está tan desarrollado ni puede protestar con la misma libertad que en Austria.
Al amparo de la relativa liberalización política del régimen de Budapest, se ha desarrollado en los últimos años un incipiente movimiento ecologista y alternativo, en el que está encuadrada buena parte de la intelectualidad disidente del país.
Hace unas semanas apareció en el diario conservador de Viena Die Presse una carta abierta publicada a toda página en la que ecologistas húngaros pedían a los austriacos que se opusieran a la firma de este acuerdo, que condena a la ribera del Danubio en Hungría a la suerte que le hubiera correspondido a la región de Hairiburg, en Austria, de no ser porque el Gobierno de Viena sigue siendo más sensible a la opinión pública que el de Budapest. Entre los firmantes figuraban Andras Hegedus, ex primer ministro, y Laszlo Raft, hijo del ministro del Interior del mismo nombre ejecutado durante el estalinismo y uno de los principales intelectuales críticos del país. En torno al dirigente ecologista Janos Varga, que recibió el pasado año el Premio Alternativo de la Paz en Estocolmo, un cada vez más numeroso grupo de húngaros, en su mayoría jóvenes, se ha organizado para fomentar el respeto al medio ambiente, tanto entre la población como en el Gobierno y las empresas. Gracias a ellos, las protestas contra el proyecto ahora en marcha cosecharon un importante eco en la opinión pública húngara.
La central de Nagymaros forma parte de un gran proyecto hidroeléctrico en el que se encuadra también la construcción de la presa de Gabcikovo, una empresa común de Hungría y Checoslovaquia. Este proyecto lleva gran retraso, en gran parte porque Hungría, menos interesada en él que Checoslovaquia, ha aludido durante años a dificultades económicas para justificar su paralización.
No obstante, pese a todas las protestas, el Gobierno húngaro no parece estar en situación de renunciar al proyecto hidroeléctrico. Muy pobre en combustibles fósiles, su dependencia de los suministros de gas y petróleo por parte de la URSS cada vez grava más la economía húngara.
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