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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las últimas dictaduras del Cono Sur

EN PARAGUAY y Chile, las dos últimas dictaduras militares que se mantienen en el Cono Sur de América, se han producido en los últimos días manifestaciones de la voluntad popular para conquistar la democracia. El hecho es particularmente notable en el caso de Paraguay, donde el general Stroessner ha celebrado el 32º aniversario de su poder absoluto. Durante este larguísimo período, Paraguay parecía un país en el que no pasaba nada. Una fortaleza tranquila en la que el dictador gobernaba a su capricho y un refugio preferido de antiguos criminales de guerra nazis. En el plano internacional, Paraguay era el país olvidado y Stroessner podía imponer esa tranquilidad con métodos de terror implacable. El eco en el extranjero era prácticamente nulo. Desde 1954, unas 360.000 personas han pasado por las cárceles, lo que es todavía más desmesurado si se recuerda que el país cuenta con poco más de tres millones de habitantes. La gestión de la economía desde el poder ha permitido extender la corrupción y crear en torno al dictador, entre militares y civiles, grupos interesados en la prolongación del régimen. Así ha podido funcionar una ficción de democracia en la que nadie cree, con elecciones perfectamente controladas desde el Ejecutivo y un Parlamento de auténtica opereta.La oposición, aniquilada y paralizada durante años, empieza a dar señales de vida y de actividad. En el pasado mes de marzo tuvo lugar la primera manifestación, con la participación de unas 3.000 personas, y el Primero de Mayo ha sido celebrado con una concentración popular que dio lugar a choques con la policía. Por añadidura, la disidencia se extiende a toda clase de sectores sociales, universitarios, profesionales, sindicalistas, medios de comunicación. La Iglesia ha hecho una propuesta de diálogo nacional que indica el deseo de propiciar una evolución del tipo brasileño o uruguayo. Pero la reacción del aparato estatal, después de las manifestaciones públicas, ha sido rotunda. Bandas armadas, amparadas por los militares, han asaltado una estación de radio y el hospital de la facultad de Medicina, lo que refleja la voluntad gubernamental de prolongar la dictadura, por todos los medios y a cualquier precio.

En Chile, el proceso de descomposición del régimen de Pinochet está atravesando en los últimos meses una fase de particular dureza. El dictador, endiosado por su megalomanía patológica, no tiene otro recurso que reforzar las medidas represivas en su intento de frenar el avance de la oposición; pero ésta encama cada vez más al conjunto del país, desde la derecha democrática, el centro con un papel esencial de la democracia cristiana, y los diversos sectores de la izquierda. Existen, entre esas fuerzas, opiniones discrepantps sobre cuestiones de táctica, pero en cada una se destaca más el objetivo común de acabar con la dictadura y restablecer un sistema democrático, dentro del cual las diversas opciones podrán expresarse y ejercer influencia en relación con los votos que obtengan. Casi a diario llegan noticias que dan fe de la brutalidad represiva. Últimamente, y frente a las jornadas de protesta estudiantil y del Primero de Mayo, la policía y unidades militares han ensangrentado de nuevo las calles de Santiago y de otras ciudades; han allanado las poblaciones que rodean la capital y el número de detenidos en pocas fechas alcanza los dos millares de personas. En esta situación, las fuerzas de la oposición han decidido preparar acciones de masa de una amplitud tal que paralicen al país y, con tal objetivo, las barreras que han existido hasta ahora para la unidad de todos los partidos, comienzan a disolverse.

En una perspectiva de momentos difíciles, el pueblo chileno es hoy particularmente sensible a la solidaridad democrática, en concreto de España y de Europa. Por eso es inconcebible que permanezca el comercio de armas de España hacia Chile; el Gobierno español debe una explicación al respecto y también un compromiso claro de poner fin a hechos semejantes. La solidaridad proclamada por el PSOE hacia la democracia chilena no puede ser desmentida de forma tan evidente por actos de gobierno.

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