_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El tipo de cambio de la peseta

El autor analiza las opiniones dispares existentes sobre la conveniencia de alterar el tipo de cambio de la peseta y critica aquella que defiende un movimiento de apreciación de la moneda española (que en términos generales sería más favorecedor de las importaciones que de las exportaciones). El razonamiento es el de que una apreciación del tipo de cambio de la peseta no provocaría un importante brote de actividad. Lo significativo sería estudiar el origen de la inflación en España.

Tras las modificaciones operadas en el seno del Sistema Monetario Europeo, es frecuente oír opiniones dispares sobre la conveniencia de alterar el tipo de cambio de la peseta. Aunque es cierto que, como se apunta en un editorial de EL PAÍS, de 7 de abril de 1986 (página 10), en el más corto plazo un movimiento de apreciación del tipo de cambio de la peseta tendría un cierto efecto compensador de la tasa de inflación interna, y, de manera simultánea, aliviaría la tarea de las autoridades monetarias en el control de la cantidad de dinero, cabe preguntarse sí tal planteamiento sería el más apropiado para la buena marcha global de la economía española más allá del corto plazo.Si el problema básico de nuestra economía es, simplificando al máximo, la existencia de un ritmo de actividad que no acaba de consolidarse de una manera sostenida, con la presencia simultánea de una tasa de inflación que cede más bien lentamente, parece razonable pensar que -con independencia de acontecimientos externos que puedan hacer una contribución a facilitar las cosas- las opciones de política económica a explotar tendrían que centrarse en hacer funcionar el conjunto del sistema económico de manera que pudiese generar el más alto posible crecimiento no inflacionario. Y en tal dirección no parece que pueda apuntar un movimiento de apreciación del tipo de cambio de la peseta. Excepto, claro está, si el efecto antiinflacionario del mismo fuese susceptible de provocar un importante brote de actividad, cosa poco probable dados los elementos que protagonizan el ritmo de actividad tendencial que se registra (flexibilidad, incentivos, funcionamiento de los mercados y actuación del sector público, fundamentalmente).

Las causas últimas

Ello no significa que se menosprecien las acciones antiinflación, que no tienen que ser nunca secundarias en una economía como la nuestra, tan propicia a la inflación. Sin embargo, son las causas últimas que generan la elevada propensión a la inflación, más que los efectos (en índices de precios o expectativas de inflación) las que tendrían que constituir objetivo prioritario de la política económica. Y es el funcionamiento de conjunto de la economía, más que las variaciones del tipo de cambio, lo que parece que está actualmente, de manera dominante, en el origen de la inflación española. Como se ha puesto de relieve en numerosas ocasiones, y como recordaba el último informe del Fondo Monetario Internacional, la tasa de inflación subyacente de la economía española es relativamente alta. Y los movimientos de precios al alza que puedan provocar tanto la introducción del IVA como la pérdida del control monetario, aunque compensables en parte vía variaciones del tipo de cambio, no son la política antiinflación que más necesita la economía española.

La apreciación del tipo de cambio no es un movimiento propiciatorio de la actividad interna (toda vez que, en términos generales y en ausencia de otros, cambios, es más favorecedor de las importaciones que de las exportaciones), hecho a tener en cuenta en el contexto del proceso de desprotección en el que está inmersa la economía española. A ello hay que añadir que tanto la tasa de actividad corriente de nuestra economía, como lo que puede anticiparse en el más corto plazo en torno a la evolución del precio de los crudos, tiende a producir un movimiento de apreciación de la peseta, que tampoco es propiciador, en principio, de un mayor ritmo de actividad económica interna.

Que una economía con el grado de utilización de los recursos como el que registra actualmente la economía española (más del 20% de desempleo) utilice el tipo de cambio en sentido contrario a promover actividad no parece la política más adecuada, máxime cuando ya el funcionamiento automático de la misma (que genera un superávit por cuenta corriente) como la caída del precio de los crudos pueden empujar al tipo de cambio en la dirección no deseable desde el punto de vista de la actividad.

Prioridades claras

Es importante que las prioridades de política económica estén claras, y que el orden de dichas prioridades sea el elemento inspirador de la utilización de los instrumentos de política económica bajo el control de las autoridades. Si la reanimación sostenida de la actividad (con su correspondiente generación de empleo) es el objetivo prioritario; si, en segundo lugar, el foco inflacionista de la economía española está en las características de su funcionamiento interno, y si, en tercer lugar, tanto las restricciones a un mayor y más sostenido nivel de actividad, como a un nivel de actividad menos inflacionista, pasan por una estrategia económica que permita movilizar los recursos en mercados más flexibles (mercados de bienes y servicios, financieros y de trabajo), hemos de convenir en que el asunto básico no es un movimiento de tipos de cambio al compás del último reajuste del Sistema Monetario Europeo de la pasada semana. Lo importante es propiciar la actividad económica sostenible que, en el actual régimen del tipo de cambio de la peseta, llevará a éste, tendencialmente, al punto en el que juegue su papel de instrumento de ajuste macroeconómico. Eso sí, con las limitaciones que para ello implica el vigente régimen de control de cambios. Pero esto es ya otra historia.

Y a propósito de los acuerdos de Ootmarsum, y para terminar, cabe preguntarse, y por lo que a la postura española se refiere, si, después de todo, no se está invirtiendo demasiado en el objetivo inflación con el instrumento inadecuado, y ello a costa del objetivo actividad. Que una de las economías con la tasa de inflación más elevada de la CEE resulte con el tipo de cambio apreciado con respecto a su socio comercial más importante -que no tiene, por otra parte, mejores razones económicas para depreciar su moneda de las que tiene la economía española- no deja de ser un arreglo que debe tener alguna explicación.

Carlos Cortés es secretario general del Círculo de Empresarios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_