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Tribuna:LA LUCHA POR LOS DERECHOS HUMANOS EN CHILE
Tribuna
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La Vicaría de la Solidaridad: un premio

Los chilenos ven en la Vicaría de la Solidaridad del arzobispado de Santiago de Chile, premio Príncipe de Asturias de la Libertad, una de las escasas instituciones herederas de sus mejores tradiciones democráticas, según palabras del autor de este artículo, que evoca la historia y la tarea de esta entidad, dedicada a la lucha por los derechos humanos y a la denuncia de los atentados contra la vida y la dignidad, perpetrados por la dictadura del general Pinochet.

La Vicaría de la Solidaridad ha obtenido, entre numerosos candidatos de inobjetables méritos, el Premio Príncipe de Asturias de la Libertad en su reciente estrenada trayectoria. ¿Qué es, qué pretende esta institución galardonada?La historia nos remonta a los primeros días tras el golpe militar en Chile. Un grupo de personas -entre quienes me encontraba- éramos avisados de que por el río Mapocho de la capital bajaban cadáveres. Junto al obispo Ariztia presenciamos, silenciosos, su pasar. Sus cuerpos habían sido baleados. A nuestras casas llegaban en la mañana y la noche hombres y mujeres a pedir refugio. Había detenciones y ejecuciones sumarias por doquier. El filo de la madrugada nos veía ayudar a escalar verjas y tapias de embajadas. Pero el número de los que temían por sus vidas crecía como riada.

El cardenal Silva Henríquez, visionario desde tiempo atrás de lo que se avecinaba sobre el pueblo chileno, tomaba la iniciativa de invitar a otras confesiones a establecer, junto con la Iglesia católica, el Comité de Cooperación por la Paz, con el fin de dar protección al sinnúmero de perseguidos. Serán algo más de dos años de duros trabajos entre la persecución gubernamental y los testimonios dantescos de las víctimas de la represión.

El comité no tardará en disolverse. La Prensa oficial -no hay otra- acusa por oleadas al "nido de marxistas" y "antipatriotas" que allí se cobijan. La Iglesia luterana y la comunidad judía sufren el embate de sus miembros más conservadores para retirarlas del comité. Pinochet presiona amenazadoramente al cardenal Silva. El trabajo realizado ha sido muy importante y se ha podido salvar y defender a miles de personas.

Proseguir

Permanecer en silencio y abandonar a la indefensión los derechos humanos hubiera sido un escándalo histórico. Resultaba irrecusable proseguir. Aproximadamente a las dos semanas del término del comité, el cardenal erige la Vicaría, dependiente exclusivamente del arzobispo de Santiago. Son contratados los mismos funcionarios experimentados y las oficinas de la nueva institución ocuparán la sede del palacio arzobispal, en la plaza de Armas. Todo un símbolo.Los chilenos la sienten estos años como una de las escasas instituciones herederas de sus mejores tradiciones.

Durante el tiempo que estuve en ella vi desfilar diariamente alrededor de 300 personas que llegaban a presentar sus querellas. Todo el personal se hacía escaso. Acudían -y lo siguen haciendo- los familiares de los detenidos desaparecidos, los parientes de los ejecutados políticos, las víctimas de los allanamientos nocturnos de la noche anterior, estudiantes brutalmente golpeados por la policía, madres indagando por el paradero de su hija o de su hijo, pobladores en paro a quienes se les había declarado su chabola inhabitable por no pagar el recibo del agua estaban aún más en la calle, mujeres de los comedores populares e infantiles y un largo y muchas veces extenuante etcétera. A la vista de este multifacético conjunto de necesidades, la Vicaría ha debido en los años transcurridos ampliar su labor más allá de la defensa y protección jurídicas y abrirse organizadamente a las demandas inagotables de la subsistencia y la organización popular. El generoso apoyo internacional ha facilitado la posibilidad de respuestas efectivas y educadoras.

Dificultades enormes

Por una parte, en su andadura, las dificultades han sido enormes: la persistencia, descalificadora del Gobierno, que se ha seguido estrellando con la verdad. Jamás ha podido desmentir una información facilitada por la Vicaría. Por otra, cierta distancia de algunos jerarcas de la Iglesia, que exige de los que allí laboran trabajar pendientes de una posible espada de Damocles.A pesar de todo, el reconocimiento de su labor, nacional e internacionalmente, ha sido un aliciente y ha servido como cobertura para seguir trabajando en defensa de los derechos humanos.

El Premio de las Naciones Unidas del año 1978 fue un fuerte espaldarazo. Hoy, de nuevo, se fortalece el caminar de la Vicaría en tiempos renovadamente agresivos.

Por ello, el Premio Príncipe de Asturias de la Libertad les corresponde sobremanera al centenar de trabajadores de la Vicaría, testigos excepcionales del sufrimiento de Chile, que han ido dejando su vida a pedazos en el servicio desinteresado al ser humano. Desde José Manuel Parada, que llevaba el servicio de documentación, degollado por los carabineros el año pasado, hasta el que se considere el último de ellos, pasando por cuantos han sufrido exilio, prisión y amenazas.

La nota más relevante de su trabajo, al decir de cuantos acuden, no sólo está en la acogida sencilla y personal, sino, sobre todo, en el talante educativo de su tarea. Lo que la Vicaría pretende es transformar a la víctima de la opresión en actor de la defensa de sus derechos en la comunidad. El horizonte no se acaba en la defensa individual ante los tribunales y la opinión pública de las víctimas de los atropellos, sino en ir creando un tejido social de personas que desde su dolorosa experiencia sean agentes en su medio de la defensa de la dignidad humana.

La existencia hoy de innumerables grupos y asociaciones de barrio, de distrito, provinciales y, nacionales para la defensa de los derechos humanos es una luz en medio de la persistente noche que aún se cierne sobre Chile.

Ignacio Gutiérrez es ex director de la Vicaría de la Solidaridad. Expulsado de Chile. Asesor del ICI.

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