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Pintura de la memoria sin rencor

Los próximos cuadros de Eduardo Arroyo, pintor español que ha vivido durante largos años en el exilio de Francia, serán españoles. El artista, que ayer dio por terminada su diáspora y que se reintegra a la vida de Madrid, para vivir cerca de una plaza que justamente se llama de la Villa de París, fue muy preciso en el acto en el que Jorge Semprún, otro intelectual español trasterrado, le presentó al público, compuesto por artistas, políticos e intelectuales, que llenaba la sala de exposiciones de la Fundación Santillana.Dijo Arroyo: "Amigos, muchas gracias por la cordialidad con que me reciben y a la Fundación por esta acogida que me ha dado. Y quiero anunciar que éstos son mis últimos cuadros del extranjero. Los próximos ya los pintaré en España".

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En el acto, que encabezó el presidente de la Fundación Santillana, Jesús de Polanco, Jorge Semprún hizo una semblanza simbólica de la historia de Arroyo como ciudadano español que hace 20 años se le acercó en París para pedirle a él, que entonces ya estaba en conflicto con el PCE, que le permitiera el ingreso en el Partido Comunista de España.

Arroyo, que en el arte muestra y proclama la libertad de creación, quería a cambio, solamente, que en ningún caso se le exigiera hacer arte de propaganda. Desconocía el pintor que ya poco podía hacer Semprún para llevarle al PCE. De modo que los dos celebraron aquella noche, con una botella de güisqui, una doble orfandad: eran huérfanos de madre patria y eran huérfanos de partido madre.

El autor de Autobiografía de Federico Sánchez acercó el símbolo al propio título de la exposición de Arroyo abierta anoche (Madrid-París-Madrid) y dijo que ese mismo título respondía a la idea del retorno y ponía en evidencia una pintura de la memoria.

"El año en que se cumplen los 50 años del principio de la guerra civil española", dijo Semprún, "es bueno releer en la obra de Arroyo la crónica de nuestra vida a través de una pintura de la memoria en la que no hay rencor".

Un largo camino recorrido en el que Eduardo Arroyo considera que hacer un cuadro "como es debido" está jalonado por frecuentes incursiones en terrenos extraños a la propia pintura (escultura, cerámica, teatro, literatura ... ). "Son rodeos", dice Eduardo Arroyo, "que me permiten volver con más fuerza y con mayor lucidez a esa gran batalla, a ese objeto imposible que es el cuadro".

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