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Reportaje:

Algo huele a puchero en Las Ventas del Espíritu Santo

Chopera vuelve a ser otra vez flamante empresario del coso madrileño

Los transeúntes que cruzan la madrileña explanada de Las Ventas del Espíritu Santo, escapando apresuradamente de los fríos de febrero, ni advierten que allí se levanta el coso taurino, la "primera plaza del mundo", un paredón circular de estilo mudéjar, inservible por dentro hasta que rompa el sol y suenen clarines, pero útil por fuera, pues sus soportales sirven en la noche para cobijar arrumacos y para hacer pis. Pero muchos de estos transeúntes sacan la mirada por encima de las solapas, porque el paredón circular les aviva tardes de lidia y bullicio, y además estos días emana tufo a puchero, espeso olor que nunca tuvo la plaza en su medio siglo de historia. Ni cuando los empresarios Canorea y Berrocal, uno después del otro al frente de Taurina Hispalense, SA, enredaban carteles y presupuestos para sacar adelante un negocio por el que ellos mismos habían pujado 160 millones de pesetas.

La Diputación Provincial de entonces, años 1979 y 1980, sugería, negociaba, le ponía los puntos sobre las íes al empresario, para que las deudas que generaba la presión de ese desorbitado canon de arrendamiento no desataran el desmoronamiento de la temporada y el escándalo. El buen orden de la fiesta y la credibilidad de la Diputación estaban por encima de todo. El diputado responsable, que era el comunista Luis Larroque, ingeniaba medidas correctoras, hasta que hubo de rescindir el contrato al arrendatario y sacar la plaza a concurso.Se hizo con ideas que parecieron revolucionarias aquel año 1980. Ya no habría puja económica sino canon fijo del 20% sobre los ingresos en taquilla y la licitación se haría en base a la calidad de temporada que se ofrecerá al pueblo de Madrid. Era un concurso apetecible para los empresarios, y apareció candidato, por primera vez, Manuel Chopera, al frente de Madrid-Toros SA, asociado con su hermano Jesús, las esposas de ambos, Guillermo Aguirre, Antonio Ródenas y Luis Álvarez.

Beneficios para el empresario

Prometió muchas cosas y ganó el concurso. Chopera, nuevo empresario de Las Ventas para tres años, que se prorrogaron a cinco, cumplió lo que ofertó, aunque no todo ni siempre. Dió más espectáculos que sus antecesores, pero también es cierto que tenía menor presión económica, y obtuvo sustanciosos beneficios. La propiedad, en cambio, disminuía sus ingresos: mientras el empresario de 1979 pagaba de canon 160 millones de pesetas, Chopera abonó en 1985, por el mismo concepto, 155.494.298 pesetas. Los ingresos, este último año, fueron 777.471.493 pesetas.

Con unos ingresos de cerca de 622 millones de pesetas, Chopera pudo desarrollar la temporada holgadamente y se calcula que sus beneficios netos serían del orden de 270 millones de pesetas, arriba. Estas cifras animaron a la Comunidad de Madrid a abordar la gestión directa y emprendió la tarea. Designó al ganadero Victorino Martín para que comprara toros con destino a la temporada 1986 e iba a nombrar a Ángel Luis Bienvenida para la contratación de toreros. La idea estaba en marcha cuando, en junio de 1985 se celebró la tradicional corrida de Beneficencia, que organiza la Comunidad, y fue un fracaso, como casi todas. A punto de concluir -el Rey, presidiendo en el palco-, desde el tendido 7 surgió la aguda voz de El Lupas, templario de la pureza taurómaca, dirigida a las autoridades autonómicas: "¿Y vosotros vais a organizar las corridas? ¡Tururú!".

Como si el tururú hubiera gasificado las inquietudes autogestionarias, así fue de ellas. El presidente de la Comunidad -"a mí no me ponen de vuelta y media porque se caiga un toro en el ruedo"- decidió sacar a concurso Las Ventas. Pero salvo el Consejero de Cultura y alguno más, nadie lo supo. Los miembros del Consejo Taurino, tampoco. [No les informaron de nada, y de la última vez que les convocaron, tal día hizo un año]. El único que parecía saberlo casi todo era Chopera que, llegado el invierno, recorrió ganaderías comprometiendo toros para la siguiente temporada en Madrid, y se preparaba para cumplir un pliego de condiciones que no existía donde tenía que existir: en el Boletín Oficial del Estado.

Los restantes empresarios intentaban averiguar si habría o no concurso y, en su enternecedora ingenuidad, hasta consultaban a los periodistas: "¿Usted sabe qué va a pasar en Las Ventas? Es por ir, porque, si sale, vamos". Mientras manifestaban con tanta claridad sus afanes e intentaban desentrañar el misterio más celosamente guardado de la historia contemporánea, Chopera, en los ratos no camperos, perfilaba su nueva etapa desde las oficinas que tenía en Las Ventas. Había entregado la plaza oficialmente al Consejero de Cultura de la comunidad, José Luis García Alonso, el 31 de marzo de 1985, fecha en que terminó su contrato de cesión, pero allí siguió, durante meses, tan serrano, con sus despachos, télex, documentos y personal, y no menos serrano estaba el consejero, que se lo permitía.

El mundo taurino tardó en advertirlo, pero lo advirtió al fin. Empresarios, apoderados, toreros, ganaderos, intercambiaban informaciones de última hora: Chopera compra toros, Chopera continúa instalado en Las Ventas, Chopera ha dicho, Chopera sabe... ¡Es él!. ¡Él -huelga mencionar su nombre- ha sido ungido por la comunidad empresario de Las Ventas -la primera plaza del mundo, la cátedra- y su investidura será un puro formulismo. Por Navidades, todos los empresarios taurinos del universo, excepto Él, habían decidido renunciar a la sede venteña. En tanto Él, seguro de su reelección, procuraba ahora incrementar la rentabilidad del negocio, promocionando su tesis: en Madrid debe haber menos corridas, excepto por la feria; los días festivos no conviene celebrar corridas y no importa sustituírlas por charlores; los festejos de rejones son tan válidos como los otros.

Un pliego sorprendente

La víspera de Reyes el BOE publicaba la convocatoria del concurso y dos días más tarde la Consejería de Cultura daba a conocer el pliego de condiciones. Las revelaciones de Fátima no habrían provocado tanta emoción a la grey taurina, como ese pliego sorprendente: establecía la gestión interesada, por la que Comunidad y empresario compartirían pérdidas y ganancias; las características de la temporada coincidían con la tesis de Chopera.

Por la tardía fecha de la convocatoria y los indicios observados durante el invierno, se creyó que Chopera sería el único candidato del concurso. No fue así. Aparecieron dos más, Plaza Monumental y Unico, dos sociedades bien respaldadas financieramente, con modernas ideas de gestión, generosas ofertas para la afición madrileña y la propia comunidad, seria estructura ermpresarial. La verdad es que lo mismo les habría dado presentar los pliegos que quemarlos. Los más de tres millones de pesetas que le costó, a cada una, presentarse al concurso, el trabajo agotador para perfilar unas ofertas que mejoraran el pliego hasta el límite de lo razonable, sólo sirvieron para poner el puchero en punto de ebullición. Una comisión decidió que la capacidad organizativa y la experiencia de Chopera en Las Ventas valían más. En el pliego de condiciones no figuraba tal exigencia.

Chopera es flamante empresario del coso otra vez, por tres años prorrogables a cinco. Los responsables de su designación en la Comunidad de Madrid creen poco menos que ha inventado la fiesta; lo cual les pasa porque, desconocedores del mundo taurino, buscaron su asesoramiento e inspiración en el propio Chopera, y qué iba a decir Él de sí mismo.

Pero antes hubo otros personajes. NPTMSA llevaba muchos años pagando 4 millones de pesetas por canon de arrendamiento, cuando, el año 1968, la Diputación peovincial, cuyo vicepresidente era Leopoldo Matos, convocó subasta, sobre la base de un canon más el 15%. del aforo bruto del coso. Licitó una empresa encabezada por Domingo Dominguín, que pujó 37.777.773 pesetas. Naturalmente, ganó, pero NPTMSA ejerció el derecho de retracto y continuó de empresa diez años más. De aquellos 4 millones de pesetas, pasó a pagar al año más de 60 millones de pesetas. Convocada nueva subasta en 1979, ganó Taurina Hispalense, que presidía Diodoro Canorea, con la entonces fabulosa suma de 160 millones de pesetas. En 1980 Martín Berrocal sustituyó a Canorea y, finalizada la temporada, como cometió incumplimientos, Larroque rescindió el contrato.

Tanto Matos como Larroque, y las empresas correspondientes, tuvieron críticas por sus gestiones. Sin embargo, en las subastas del coso nadie habló jamás de pucherazo, porque las adjudicaciones no sólo eran objetivas sino que además lo parecían. Los diputados eran muy mirados entonces para ciertos asuntos. Gente antigua, ya se sabe.

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