El nuevo régimen haitiano ordena el toque de queda en todo el país
JOSÉ COMAS ENVIADO ESPECIAL El Consejo Nacional de Gobierno de Haití estableció desde las dos de la tarde de ayer (ocho de la tarde, hora peninsular) hasta las seis de la mañana el toque de queda en todo el país "para salvaguardar la paz pública y proteger las vidas y los bienes de todos los ciudadanos nacionales y extranjeros". La medida fue adoptada tras los actos de violencia que se produjeron hacia el mediodía tras huir del país del presidente Jean-Claude Duvalier. La radio hizo llamamientos urgentes para que todos los médicos, especialmente cirujanos, se presentasen para curar a los numerosos heridos.
El presidente vitalicio de Haití, Jean-Claude Duvalier, de 34 años, abandonó ayer de madrugada su país por vía aérea, rumbo a Francia. La salida de Duvalier fue posible gracias a un acuerdo entre Washington y París. La Casa Blanca prestó el avión militar y el Elíseo concedió permiso para que Duvalier continúe desde Francia sus gestiones para encontrar un Gobierno que quiera acogerle. La caída de Duvalier fue acogida con enorme satisfacción en Haití, que en seguida se tornó en violencia contra todo lo asociado con la dictadura. El Consejo Nacional de Gobierno tuvo que decretar el toque de queda en todo el país para evitar linchamientos y limitar el pillaje.Las emisoras de radio repetían frecuentemente la orden del toque de queda y hacían llamamientos a la población para que diese muestras de civismo y guardaran la calma. "No participen en actos de vandalismo y de pillaje, no destruyan los almacenes ni las tiendas", decían los mensajes.Radio Metropol daba cuenta en Puerto Príncipe de que en la vecina ciudad de Petion-Ville, los tonton macoutes (milicia civil armada) habían disparado sobre la población. La radio pedía al Ejército que acudiese inmediatamente a Petion-Ville para poner orden. Por la misma emisora se narraron actos de violencia en el barrio de Carrefur y se pidió que la policía y los bomberos acudiesen inmediatamente.
La capital de Haití, Puerto Príncipe, amaneció ayer en medio de una auténtica orgía carnavalera, cuando trascendió la noticia de que el presidente vitalicio, Jean Claude Duvalier, de 34 años, había abandonado el país en compañía de su esposa, Michelle Bennett, hijos y familiares.
El fin del duvalierismo
Duvalier abandonó Haití en un avión C-141 de la fuerza aérea de Estados Unidos, que despegó a las 3.45 hora local del aeropuerto de Puerto Príncipe. Su salida pone fin a casi 29 años de duvalierismo. El padre, Papá Doc llegó al poder el 29 de septiembre de 1957, tras ganar las elecciones, y no lo entregó nunca. Su hijo, Jean-Claude, lo heredó, a la muerte de Papá Doc, el 22 de abril de 1971.
La noche en que marchó Duvalier, las comunicaciones con el exterior quedaron interrumpidas desde pasada la medianoche hasta la mañana. Ya en la tarde del jueves, circulaba el rumor por Puerto Príncipe de que Duvalier huiría aquella noche.
Casi 100 periodistas pasaron la noche en el aeropuerto a la espera de la salida del presidente vitalicio de Haití. A las dos de la madrugada, aterrizó un avión de transporte norteamericano D-141, que demostraba que la marcha del presidente iba esta vez en serio. Una semana antes, Duvalier se había negado a última hora a abandonar Haití. A las 3.25 llegó un cortejo de siete automóviles. Duvalier iba al volante con un cigarrillo en la mano y su esposa a su lado, vestida de blanco con una especie de turbante a la cabeza y gesto despectivo. Veinte minutos más tarde, el avión despegó.
A las 4.15, en la ciudad de Pe tion-Ville, unos tontons macoutes no creían que el presidente hubiese abandonado Haití. Al ser pre guntados sobre sus sentimientos en esos momentos, uno de ellos respondió: "No es verdad, él está aquí". Y en aquel momento los gallos empezaban a cantar en la ciudad. En el centro de Puerto Príncipe las calles estaban vacías.
Eran las 4.50 de la madrugada del viernes y la radio nacional de Haití no había dado ni una sola noticia de la salida del presidente.
A primera hora de la mañana estalló el carnaval. La plaza que rodea el Palacio Nacional de Haití, atravesada por la Avenue de la Liberté, quedó inundada de gente, que bailaba, gritaba y brincaba de alegría. De todas las esquinas ilegaban automóviles y camiones de transporte abarrotados de personas que agitaban ramas y portaban la bandera azul y roja. Esta bandera había sido sustituida por el anterior presidente vitalicio, François Duvalier, que cambió los colores originales por el negro y rojo, símbolo del duvalierismo.
Los soldados confraternizaban con el pueblo, muchos eran abrazados y alguno levantaba los puños en expresión de júbilo. La carretera que une Puerto Príncipe con la vecina ciudad de Petion-Ville, situada en la montaña tras 10 kilómetros de curvas empinadas, se convirtió en un circuito para suicidas. Docenas de coches bajaban y subían a toda velocidad y todos gritaban como enloquecidos de alegría, mientras las bocinas no cesaban de sonar. De las ventanillas de los coches colgaban prácticamente los cuerpos de gentes que hacían gestos de júbilo. Al borde de la carretera se apiñaban personas que aplaudían, gritaban y agitaban ramas. A veces se formaban pequeños grupos que, con hierros y latas, improvisaban orquestas llenas de ritmo carnavalero.
"El mono se rompió"
En frente del Palacio Presidencial, un edificio de radiante blancura, en el centro de Puerto Príncipe, el Ejército protegía la sede de su cuartel general. Grupos de gente gritaban "se acabó", y proferían injurias contra la ex pareja presidencial. Había gritos como "Michelle Bennett Cocotte, tienes SIDA" y "Duvalier, asesino, ladrón".
Otros gritaban "el mono se rompió" y "destrozamos la cola del macaco". Estos gritos se referían a la expresión utilizada por Duvalier hace una semana, cuando dijo que seguía en su puesto "firme como la cola de un mono".
El solar donde está situada la emisora del Episcopado, Radio Soleil, estaba invadido por la muchedumbre. Radio Soleil había sido prohibida hace una semana, cuando el Gobierno de Duvalier implantó el Estado de Sitio en Haití. Un hombre gritaba: "Al fin somos libres después de 30 años". Otro: "Ya se fueron los ladrones, ya se fueron los asesinos". Un grupo numeroso de jóvenes se acercó al enviado especial de este periódico y quizá lo confundieron con un periodista de Radio Soleil. Los jóvenes levantaron al periodista, que fue transportado a hombros 50 metros por encima de las cabezas de la multitud y sólo quedó liberado después de recibir besos, abrazos y achuchones de docenas de personas. Al fin se pudo marchar por su propio pie.
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