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Reagan pide 15.000 millones de pesetas para la 'contra' nicaragüense

Francisco G. Basterra

El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, ha decidido confirmar su política de palabras sobre Centroamérica con hechos, y solicitará al Congreso 100 millones de dólares (unos 15.400 millones de pesetas) de ayuda, en su mayor parte militar, para la guerrilla antisandinista.Para Reagan, Nicaragua constituye una amenaza para la seguridad de EEUU y los sandinistas pueden destruir todo lo conseguido en El Salvador y en la región" por la política de Washington. Reagan advirtió al Congreso que la URSS observa atentamente el proceso legislativo para ver si hay síntomas de debilidad norteamericana en el apoyo a los rebeldes de Nicaragua y en el rearme.

El presidente presionó a los líderes republicanos en el Congreso, en una reunión celebrada en la Casa Blanca, en la que explicó su agenda legislativa para 1986, diciendo que el éxito o fracaso de la próxima cumbre con Mijail Gorbachov dependerá de "cómo percibe la URSS nuestra posición global y nuestra solidaridad interna".

El jefe del Ejecutivo quiere que el Parlamento vote dinero en apoyo de lo que se conoce como doctrina Reagan, que consiste en la ayuda militar y económica a las guerrillas anticomunistas, báutizadas por la Administración como luchadores de la libertad, en Centroamérica, Afganistán y Angola. El presidente citó también el interés nacional y las relaciones con la URSS para pedir que continúe la financiación por el Congreso de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) o guerra de las galaxias.

Reagan explicó a un grupo de senadores republicanos, según el portavoz de la Casa Blanca, Larry Speakes, que "los sandinistas han ido de mal en peor, y no podemos concederles el beneficio de la duda". El presidente, que, en ningún momento mencionó el proceso de Contadora, que aquí se considera muerto, entiende que el rearme nicaragüense con helicópteros soviéticos avanzados y "el aumento de la represión interna" justifican de sobra la reanudación de la ayuda militar. Pero, por encima de esta justificación, está la clave Este-Oeste, en que Estados Unidos insiste en situar el conflicto centroamericano. "No podemos permitirnos otra cosa", explicó Reagan. "La consolidación de un régimen aliado de los soviéticos en territorio continental americano sería una amenaza estratégica".

Esta vez el presidente puede lograr la ayuda militar para la contra que no consiguió el pasado año, en que tuvo que conformarse con 27 millones de dólares en ayuda humanitaria, tras librar una gran batalla en el Congreso. El presidente de la Cámara de Representantes, Tip O'Neill, pidió ayer a Reagan que utilice vías diplomáticas -aún no agotadas- y no militares en Nicaragua. Para un sector de demócratas, la política de escalada militar no conseguirá que triunfe la contra, radicalizará y consolidará a los sandinistas y, en último término, hará inevitable una intervención directa norteamericana, denunció Michael Barnes, presidente del subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental de la Cámara. Los críticos de la Administración piden que Washington asegure primero la seguridad del Gobierno de Managua, cesando el apoyo a los rebeldes, y que luego exija el pluralismo. Para la Administración, Daniel Ortega, presidente nicaragüense, nunca aceptará el pluralismo si no es bajo la presión militar o, más claramente, con su derrocamiento.

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El Congreso, hostil en principio a la política de Reagan hacia Nicaragua, ha variado su posición, y la propaganda de la Administración ha ido lentamente surtiendo efecto. La actitud de Ortega, visitando Moscú inmediatamente delpués de que el Congreso detuviera el pasado año la ayuda militar a la contra; el estado de excepción vigente en Nicaragua; el cierre de la emisora católica; los problemas de censura de Prensa y con la Iglesia, hábilmente utilizados en su campaña por el Departamento de Estado y la Casa Blanca, han hecho perder a los sandinistas el apoyo con que contaban entre los sectores liberales del Capitolio. Sin embargo, Reagan no logrará la aprobación de la ayuda militar sin una "sustancial lucha", advirtió ayer el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el republicano Richard Lugar.

Reagan, según la mayoría de los observadores, está intentando lograr la cuadratura del círculo. Se niega obstinadamente a congelar el presupuesto militar a los niveles actuales, exige un crecimiento del 3% después de la inflación y no quiere subir los impuestos. La nueva legislación de recorte automático de los déficit presupuestarios va a hacer casi imposible este objetivo, ya que decreta reducciones iguales de gastos civiles y militares y el crecimiento económico con el que contaban los reaganistas puros para enjugar el déficit no es suficiente. Ayer se anunció que el producto nacional bruto sólo creció en 1984 un 2,3% por debajo de lo previsto.

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