Reagan pretende renovar la ayuda militar a la 'contra'
El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, ha decidido poner de nuevo en primer plano la crisis de Nicaragua, y se prepara para solicitar en las próximas semanas al Congreso ayuda militar para la contra, que trata de derrocar al régimen sandinista. El presidente, utilizando un lenguaje beligerante que parecía haber olvidado en los últimos tiempos, lanzó este fin de semana un durísimo ataque contra los gobernantes de Managua, a los que calificó de "bandidos" que han convertido a Nicaragua en "una nación agresora internacional, una base para la subversión y el terrorismo".
Las palabras de Reagan son el anuncio oficial al más alto nivel de una campaña ya Iniciada hace 10 días, cuando la Administración norteamericana reveló en el Congreso que, por primera vez, "tropas cubanas están combatiendo en territorio continental americano". Reagan afirmó, en su intervención radiofónica del sábado: "Debemos hacer más por los luchadores de la libertad, que tienen derecho a una ayuda más efectiva", para compensar la que reciben de los "Estados comunistas y de los regímenes terroristas".La Administración ha utilizado como pretexto para recalentar el conflicto centroamericano -que llevaba meses apagado en el interés de Washington- el derribo por la contra, el 2 de diciembre, de un helicóptero nicaragüense de fabricación soviética, y pilotado, al parecer, por cubanos. El propio secretario de Estado, George Shultz, admitió que la presencia de los cubanos en el Ejército sandinista no es novedad, y que no existen pruebas de que unidades de combate castristas intervengan en Nicaragua, pero el incidente sirve a los propósitos de Washington.
Reagan afirmó que Nicaragua "es un país encarcelado" y que está "condenado a una crueldad sin límites por una pandilla de hombres muy crueles, por un dictador que usa gafas de diseño (alusión a Daniel Ortega, que se gastó 3.500 dólares -más de 500.000 pesetas- en 12 gafas de lujo el pasado mes de octubre en Nueva York) y por sus camaradas borrachos de poder". Reagan denunció también que Nicaragua viola las fronteras de Costa Rica y Honduras y que "es clara" la conexión de Managua con el ataque del M-19 colombiano al Palacio de Justicia de Bogotá.
La cantidad de la ayuda militar que la Administración solicita al Congreso no ha sido desvelada, pero un alto funcionario comentó: "Este tema va a ser afrontado a comienzos del año próximo. Estamos dando a la gente y a los parlamentarios algo en qué pensar durante las Navidades. Es la forma de reabrir el debate". Para el secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Elliot Abrams -una pieza clave en la estrategia de redoblar la presión sobre Nicaragua-, la cosa está clara: "Antes de que la contra triunfe, tendrá que haber más violencia. La pregunta es si podemos asumirla o si, por el contrario, nos echaremos atrás".
Punto crítico
Sólo un mes después de la cumbre de Ginebra, las relaciones entre Estados Unidos y Nicaragua vuelven a alcanzar un punto crítico. Washington ha reiterado -en la asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) que acaba de concluir en Colombia- su negativa a reanudar el diálogo bilateral con los sandinistas. El proceso de paz de Contadora está prácticamente muerto, y hasta México, agobiado por problemas económicos, ha arrojado la toalla y ya no defiende las tesis de Nicaragua.
Washington confirma con su actitud que no desea ningún compromiso regional que suponga la confirmación del poder de los sandinistas y parece haber opitado por la escalada de la presión militar. Nicaragua retiró durante unos días a su embajador en EE UU, y este fin de semana el representante diplomático de Managua presentó una protesta formal en el Departamento de Estado ante la "escalada" norteamericana contra su país.
El helicóptero MI-24 soviético fue derribado por un misil tierraaire SAM-7, lo que significa la introducción de armas avanzadas en Centroamérica. Daniel Ortega ha sugerido que estas armas podrían también aparecer en poder de la guerrilla salvadoreña contra aviones de EE UU que operan en El Salvador para apoyar al ejército de Duarte.
Reagan ha enviado esta semana a su nuevo consejero de Seguridad Nacional, el almirante John Poindexter, a un viaje secreto por Centroamérica para asegurar a los aliados norteamericanos en la región que el presidente está decidido a aumentar laayuda a la contra. Es significativo que ésta haya sido la primera misión encomendada al sucesor de Robert McFarlane, un hombre considerado partidario de la utilización de la fuerza militar para la solución de conflictos diplomáticos. Los rebeldes reciben 27 millones de dólares en ayuda humanitaria, no militar, después del compromiso alcanzado el pasado julio entre el Ejecutivo y el Congreso; esta ayuda acabará en marzo, y la Casa Blanca tratará de que el Congreso autorice ayuda militar.
El Departamento de Estado apoya sin fisuras esta línea de dureza contra Nicaragua, cuyos líderes no manifiestan intención alguna de negociar con los rebeldes, como desea Reagan, y están soportando con éxito el nivel actual de presión militar que ejercen los luchadores de la libertad. George Shultz aplaudió el derribo del helicóptero y se felicitó de que la contra contara con misiles SAM-7, que, según Managua, han sido suministrados por EE UU. Shultz anunció que serán necesarios "pasos sucesivos" en la ayuda a los rebeldes, y ha defendido las acciones encubiertas y las medidas de fuerza como instrumento indispensable para una diplomacia efectiva.
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