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El déficit y la reforma fiscal, batallas que Reagan ha de lidiar en el Congreso

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan se enfrenta esta semana a su verdadera cumbre en dos importantes cuestiones pendientes de política interna: el déficit presupuestario y la reforma fiscal, cuando aún no se han apagado los ecos triunfales del éxito obtenido ante la opinión pública por sus entrevistas en Ginebra con el líder soviético, Mijail Gorbachov. Reagan advirtió ayer a los líderes del Congreso de Estados Unidos ante la posible aprobación de recortes "inaceptables" en los gastos militares.El presidente norteamericano envió el lunes una carta a los congresistas en la que les advertía que la reforma fiscal, que ha convertido en el objetivo prioritario de su segundo mandato, "estaría muerta" por varios años si esta semana no aprueban una ley presentada ante la Cámara de Representantes.

Por encima de las relaciones con la URSS y del control de armamentos, el problema número uno con que se enfrenta Estados Unidos es el déficit presupuestario, que determinará el éxito o fracaso final de esta presidencia. La continuación del rearme deseado por Reagan, que le permitirá negociar con los soviéticos desde una posición de fuerza, y el futuro de su polémica guerra de las galaxias dependen de la capacidad final del Congreso y la Casa Blanca para reducir los números rojos del déficit y lograr que el país no continúe gastando 200.000 millones de dólares (32 billones de pesetas) más de lo que ingresa.

Toda la capacidad de comunicación y la magia de Reagan, desplegada efectivamente en la cumbre, chocan ahora con la realidad de las cifras y los diferentes intereses defendidos por los legisladores, como se refleja en esta batalla prenavideña que libran el Congreso y la Casa Blanca.

Después de que la Administración clamara durante meses por un presupuesto equilibrado, el Congreso está a punto de votar una ley que, si es aprobada, reducirá, automática y forzosamente, el déficit a cero, equilibrando el presupuesto antes de 1991. El problema de la audaz medida es que puede poner a Reagan ante el dilema de tener que subir los impuestos si quiere continuar aumentando los gastos de defensa.

La reducción anual del déficit, con unos techos fijos insalvables, que implicará la aprobación de la ley Gramm-Rudman, nombres de los senadores republicanos que la proponen, obliga a la presidencia y al Congreso a acordar fuertes reducciones del gasto público y, si no son capaces, automáticamente se producirán los recortes, que afectarán por igual al gasto civil y al militar. El déficit se reducirá paulatina y anualmente en 36.000 millones de dólares, y quedan exentos de los recortes la red mínima de seguridad social y siete programas contra la pobreza.

Si ambas cámaras aprueban la ley Gramm-Rudman, la pelota pasa al campo de Ronald Reagan, que, si finalmente decide, como parece, firmar la ley, deberá presentar en enero un presupuesto para el año fiscal 1987 con sólo un déficit de 144.000 millones de dólares.

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Fuentes del Congreso norteamericano manifiestan su escepticismo sobre la posibilidad de que la Casa Blanca pueda cuadrar un presupuesto que contenga aumento en el gasto militar. Reagan desea que los gastos militares aumenten un 3% anual por encima de las tasa de inflación, y sin subida de impuestos.

Para este año fiscal de 1986, el compromiso Gramm-Rudman propone un déficit de 171.900 millones de dólares, que obligará antes del 1 de marzo a una reducción de 11.000 millones más en el gasto por encima de los 55.000 millones ya previstos. "Si el presidente insiste en un 3% más para defensa, tendrán que ser desmantelados 50 programas sociales, a menos que se aumenten los impuestos", ha advertido el presidente del Comité de Finanzas del Senado, Bob Packwood.

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