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El presidente de los obispos cubanos admite el inicio de un deshielo entre la Iglesia y el Estado

Francesc Valls

En enero del presente año, una delegación de la Conferencia Episcopal norteamericana se entrevistó con el jefe del Estado cubano, Fidel Castro. El arzobispo de Boston, cardenal Bernard Law, pidió recientemente la normalización de relaciones entre EE UU y Cuba. Todos estos síntomas hacen presagiar, en opinión de los expertos, que la visita del Papa a Cuba podría producirse en noviembre de 1986, durante la gira de Wojtyla a algunos países andinos. Otra de las fechas que se barajan es marzo de 1987, en el marco de un viaje papal por Estados Unidos.La celebración del sínodo extraordinario de obispos ha hecho que el presidente de la Conferencia Episcopal cubana, Adolfo Rodríguez, obispo de Camagüey, viajara a Roma, donde concedió una entrevista a EL PAIS ayer, domingo, antes de entrar en la basílica de San Pedro.

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Pregunta. La participación del arzobispo de La Habana, Jaime Ortega Alaminos, en la conferencia sobre el endeudamiento latinoamericano, el pasado verano; el hecho de que monseñor Darío Castrillón, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano, hubiera presenciado, según algunos medios de Prensa, una procesión en Cuba, y la visita de los obispos norteamericanos, ¿permiten pensar en el inicio de deshielo de las relaciones Iglesia-Estado?

Respuesta. Yo no sé de esa procesión a que usted se refiere y que dice que presenció monseñor Castrillón. Es asombrosa la facilidad para falsificar de algunos periodistas, como me ha pasado con unas declaraciones que pone en mi boca una agencia alemana, y que yo declaro responsablemente falsas.

En cuanto a lo que usted llama deshielo en las relaciones entre la Iglesia y el Estado cubano, estoy de acuerdo en que éste se ha iniciado. Algunos gestos, palabras y hechos lo confirman, y los obispos cubanos pensamos que se pueden abrir ahora nuevos horizontes para la Iglesia, como también a la misma revolución. Los signos más importantes serían estos cuatro: la disminución sensible de dificultades para los creyentes a causa de su fe; la creación de una oficina para los asuntos religiosos dependiente del Comité Central del Partido Comunista de Cuba; la invitación a la iglesia para asistir al debate sobre la deuda externa y los encuentros sostenidos por todos los obispos cubanos con el presidente del Consejo de Estado y del Gobierno, doctor Fidel Castro, para analizar diversos problemas de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. El primer encuentro, por una coincidencia sorprendentemente significativa, se celebró el 8 de septiembre, día en que el pueblo cubano celebra la popular fiesta de su patrona nacional de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre. El segundo se celebró el pasado 12 de noviembre. Todos los obispos estamos de acuerdo en calificar de muy positivo el clima de estos encuentros.

P. ¿Existe la posibilidad, tras los contactos recientemente realizados, de que el papa Juan Pablo II visite Cuba?

R. Mientras el Papa esté aquí y Cuba allá, esta posibilidad existe.Puedo asegurarle que el Papa desea ir a Cuba y que la Iglesia cubana desea la visita del Papa. En mi opinión personal pienso que las autoridades de mi país consideran y estudian este proyecto. También le puedo asegurar que la Iglesia no ha hecho aún una invitación formal al Papa para esta visita. Yo pienso que en este asunto no hay que tener prisa. La prisa parece tenerla la curiosidad expectante del mundo por este viaje, sobre todo el mundo latinoamericano, donde ya no se habla de los países que el Papa visita, sino de aquellos que le faltan por visitar.

Olvidar el pasado

P. ¿Cómo ha vivido la Iglesia en un Estado constitucionalmente ateo?R. Usted habla de Estado ateo. Esta ha sido la causa de una parte de las dificultades en la vida de la Iglesia en Cuba; tal vez no sean tantas cuando el Estado es simplemente laico. Ciertamente ha habido dificultades en el pasado, pero si, como ya le decía antes, se están abriendo nuevas perspectivas ¿para qué gastar pólvora en salvas mirando sólo al pasado? Mirando sólo al pasado, cualquiera se puede convertir en estatua de sal, como la mujer de Lot en la Biblia. En esta vida hay quienes son más sensibles a lo que tienen que a lo que les falta, y hay otros que sienten y piensan al revés. Yo soy de los primeros y, por tanto, soy optimista.

El diálogo es siempre el mejor camino y escuchar atentamente al otro es la mejor manera de ser justo con él: este diálogo empezó; esperamos que continúe siempre.

P. ¿Cree que es posible la convivencia entre un sistema socialista y el cristianismo?

R. Sería conveniente precisar primero los términos, pero prescindiendo de eso le digo que en Cuba todos somos cubanos y todos somos seres humanos. No unos sí y otros no, ni unos más y otros menos. Todos lo somos por igual. Allí tenemos un área de participación Y convivencia muy amplia. Lo que compartimos nos une y lo que no compartimos nos debe unir también, en el respeto de nuestra respectivas identidades, sin que nadie tenga que renunciar a lo que para él es irrenunciable. Usted sabe que la religión no puede identificarse en el plano ideológico con el marxismo, a no ser que ideologice la fe, que no es ideología: la fe es una experiencia irreductible a cualquier otra experiencia. Pero yo no veo por qué la religión no puede reconocer los empeños positivos del socialista que no contradicen el Evangelio, rechazando aquellos que lo contagian, como su ateísmo llamado científico.

A la vez, creo que el marxismo puede discernir lo que la religión auténticamente vivida puede favorecer esos empeños. La Iglesia en Cuba ha reconocido siempre las realizaciones prácticas positivas de la revolución, sobre todo en el campo de la enseñanza y la salud, sin identificarse en el plano ideológico.

P. El Vaticano II supuso una gran apertura de la Iglesia al mundo. ¿Contribuyó el Concilio a acercar a la Iglesia y al Estado de Cuba?

R. Efectivamente, yo creo que el Vaticano II ayudó, como usted dice, a acercar a la Iglesia y al Estado, sin confundirlos, como tampoco se puede confundir ideología y fe, política o pastoral. Yo digo que ayudó a acercar porque fue un concilio que dedicó una brillante constitución al tema de la Iglesia en el mundo actual. Y en esa constitución (la Gaudium et spes) se dicen cosas como que merece elogio y consideración el trabajo de los hombres que se dedican al bien de Estado para servir a los hombres. Y se dice también que es un deber aportar al Estado las prestaciones materiales y personales que se necesiten para el bien común.

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