Euforia en Argentina por la resolución de la ONU que obliga al Reino Unido a negociar el futuro de las Malvinas
Todos los medios de información argentinos destacan, exultantes, la cuarta resolución de las Naciones Unidas desde la guerra de 1982 que insta al Reino Unido y a la República Argentina a iniciar conversaciones para resolver sus diferencias sobre los archipiélagos australes del Atlántico Sur. La diplomacia radical, administrada por el canciller Dante Caputo, abandonó la postura anterior, fijada en una "disputa de soberanía", ampliando así sensiblemente su base de apoyo internacional.
En la votación del miércoles, 107 naciones estuvieron por la apertura de negociaciones entre Londres y Buenos Aires que incluyan "todos los aspectos sobre el futuro de las islas Malvinas"; 41 países se abstuvieron y cuatro -el Reino Unido, Omán, Belice e islas Salomón- votaron en contra.La resolución, largamente trabajada por la diplomacia argentina, fue presentada inicialmente por siete países -Argelia, Brasil, Ghana, India, México, Uruguay y Yugoslavia-, a los que posteriormente se sumaron Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, Panamá y la República Dominicana.
Por primera vez desde la guerra del Atlántico Sur, cuatro Estados de la Comunidad Económica Europea -Italia, Grecia, Francia y España- abandonaron su solidaridad con el Reino Unido -o su abstención- para sumarse a una iniciativa deseada por los argentinos. Miembros de la Commonwealth (la comunidad británica de naciones) como Canadá y Australia, han votado también contra los intereses diplomáticos británicos.
De fuentes de la cancillería argentina ha trascendido que en las horas previas a la votación en la ONU se produjeron contactos indirectos argentino-británicos a través de diplomáticos suecos, y un encuentro accidental entre funcionarios de ambos países.
Punto de inflexión
La resolución es, por supuesto, importante en tanto significa el punto de inflexión favorable a Buenos Aires en la batalla diplomática. La democracia argentina ha logrado en este aspecto lo que deseaba: desprenderse de la imagen agresora de la dictadura militar y recuperar la discusión en su fase anterior a la demencial invasión de las islas por el entonces jefe de Estado teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri.
Obviamente, la resolución aprobada por las Naciones Unidas carecerá de traducción práctica pero el enojo británico es fácilmente detectable.
Se diluye la imagen de unas Malvinas mínimamente defendidas e invadidas por una dictadura militar prepotente y criminal, y emerge la contraetapa de la situación: unos archipiélagos australes erigidos en fortaleza militar, presuntamente nuclearizados mediante submarinos y sobre los que reclama suavemente su derecho histórico una democracia pacífica y débil, que ya ha firmado la paz con Chile por otros diferendos territoriales, y que en lo último que piensa es en agredir a alguien. Argentina ha pasado en cuatro años de victimaria a víctima.
Consejo de guerra
Entretanto en Buenos Aires, prosigue a puerta cerrada -para los periodistas- el consejo de guerra contra los responsables de la derrota en la guerra. Los descargos más resonantes han sido los del ex presidente Galtieri y el general Mario Benjamín Menéndez, quien gobernó las islas durante la ocupación argentina.
Galtieri -genio y figura hasta la sepultura- reivindicó la invasión en un alegato patriotero olvidando inteligentemente sus debilidades físicas, profesionales, intelectuales, estratégicas, políticas y diplomáticas, subiéndose prontamente al caballo del general San Martín, libertador de Argentina, Chile y Perú.
Mario Benjamín Menéndez, el gobernador de los archipiélagos que pasaba horas, durante la batalla, escuchando los partidos del Mundial de Fútbol de España por su radio de campaña, decidió no posar de héroe y acusar al gobierno militar de Galtieri de todos sus despropósitos e imprevisiones en el Campo de Marte. Y a la hora de la verdad, sin logística, sin parque, con material obsoleto para enfrentar a las fuerzas de tarea británicas, sin apoyo naval y sin perspectiva de una acción diplomática que secundara su resistencia en Puerto Argentino, optó por rendirse para evitar más muertos.
No obstante sus más que ciertas exculpaciones, el general Menéndez no pasará gloriosamente a la historiografia militar. Cuando Fidel Castro recibió al entonces cancillar argentino Nicanor Costa Méndez, le descubrió en su despacho un gran mapa de las islas Malvinas a pequeña escala. "¿Qué clase de general es?", preguntó el líder cubano. "Pues un hombre del interior, un cabecita negra, un hombre del pueblo, niodesto". "No, yo lo que quiero saber es si es de los que pelea", repreguntó Fidel.
Y Meñéndez -para qué nos vamos a engañar- y aunque hiciera lo más sensato rindiéndose a Jeremy Moore, no es de los generales que pelean.
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