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Luxemburgo, un paso hacia el fin de la doctrina Monroe

Antonio Caño

ENVIADO ESPECIAL La reunión de Luxemburgo de ministros de Asuntos Exteriores centroamericanos, de Contadora y de la Comunidad Económica Europea ampliada (con España y Portugal) ha cumplido con su objetivo de sacar el conflicto de América Central del campo de influencia exclusiva de EE UU. Luxemburgo puede ser, como dijo el canciller de Colombia, Augusto Ramírez Ocampo, el fin de la doctrina Monroe ("América para los americanos").

La conferencia CEE-Centroamérica celebrada los días 11 y 12 ha permitido, pese a los problemas que una y otra parte encontraron para llegar a un acuerdo, "abrir el escenario político centroamericano a países de fuera del área", en opinión de un diplomático mexicano. A partir de ahora, europeos y centroamericanos se encontrarán una vez al año, representados "en principio por los ministros de Asuntos Exteriores", según el texto del acuerdo, para examinar la evolución de la situación económica y política en el istmo.

La cantidad concedida por los europeos -40 millones de ECU, alrededor de 5.400 millones de pesetas, susceptible de ser aumentada a lo largo de los próximos cinco años- es, desde luego, menos de lo que esperaban los destinatarios, pero gracias a ello Europa se ha ganado su derecho a ser parte en la búsqueda de una solución pacífica para Centroamérica.

"Los latinoamericanos empezamos a relacionar Europa con democracia, como siempre en nuestro continente se ha relacionado a EE UU con los regímenes militares", opinaba una fuente de Contadora. Sin duda, el grupo integrado por Colombia, México, Panamá y Venezuela, y lo que éste significa como instrumento negociador, ha sido el más favorecido en la reunión de Luxemburgo. "La institucionalización del diálogo con Europa robustece nuestro papel frente a las amenazas extrañas", añadía la misma fuente.

En Luxemburgo se ha creado lo que un diplomático latinoamericano llamaba "eje democracia-civilismo-Contadora- Europa". En este sentido, parece cierto que el apoyo institucional de la CEE le da a Contadora una dimensión que incluso excede de la obtención de un acuerdo de paz para Centroamérica y lo convierte en una sólida base de apoyo para el establecimiento de regímenes democráticos en el área. "Los militares latinoamericanos han encontrado y siguen encontrando apoyo en Estados Unidos, que les garantiza sus armas y su sueldo, impidiendo en muchos casos el paso de los civiles que quieren construir regímenes democráticos. Contadora siempre ha sido un apoyo para estos últimos, pero con una base muy débil y, probablemente, amenazada por Estados Unidos. La posición de Europa es muy importante para modificar este orden de cosas", explicaba la misma fuente.

Los cuatro países del Grupo concedieron la máxima importancia a la reunión de Luxemburgo y trabajaron intensamente para superar el ambiente negativo con el que empezó el encuentro. Fue Contadora el que redactó los aspectos más polémicos del texto final político, cuya elaboración dividió a los centroamericanos, y el que forzó una reunión con los ministros de Nicaragua, Honduras, Costa Rica, El Salvador y Guatemala frente al escepticismo de todos ellos.

Estados Unidos no ha hecho esta vez, al parecer, una presión directa para abortar la reunión, como ocurrió en septiembre de 1984 en San José de Costa Rica durante la primera conferencia de este tipo. Pero la República Federal de Alemania, por parte europea, y Honduras, por parte centroamericana, mantuvieron posiciones discrepantes sobre la aplicación del acuerdo y las negociaciones de Contadora, respectivamente. El canciller hondureño, Edgardo Paz Barnica, insistió en sus declaraciones en Luxemburgo en que la crisis de Centroamérica es parte del conflicto Este-Oeste e interpretó que "los doce han llegado a comprender que es Nicaragua la que está obstaculizando los esfuerzos de Contadora".

Un diplomático del Grupo restó importancia a "la labor de pasillos de algunos cancilleres", que, según él, iba destinada a "desvirtuar el contenido político del acuerdo alcanzado". Contadora tampoco quiso conceder trascendencia a las condiciones impuestas por la RFA para aplicar la ayuda a Nicaragua.

El acuerdo de Luxemburgo debe permitir una mayor actividad política de España en América Latina, donde hasta ahora el Gobierno de Felipe González había renunciado a jugar un papel en solitario. El ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, fue de los más decididos a defender a Contadora y el más cercano a la posición latinoamericana, al declarar que "el acuerdo de cooperación económica no es óptimo, aunque sí aceptable".

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