_
_
_
_
UNA IDEA COMÚN DE EUROPA

La pluralidad democrática es el espíritu europeo, según los intelectuales reunidos en Madrid

Gabriela Cañas

Hasta 24 intelectuales intervinieron, ayer en la mesa que el encuentro europeo de Madrid dedicaba a El espíritu de Europa. En líneas genera les, la mayoría expuso su convencimiento de que es la pluralidad política, la defensa de la democracia, la que define más claramente el espíritu de Europa. La mesa, formada por hombres de la cultura, se vio ayer altamente politizada. El espíritu de Europa está pisoteado porque los países de¡ Este también son Europa. La tesis del escritor francés André Glucksmann fue quizá la más drástica, quizá también la que resume la opinión de los intelectuales reunidos: "Europa será antitotalitaria o no será".

Más información
El 'rock ', los músicos y los cineastas

El fantasma de la reunión de intelectuales que se está celebrando en Budapest estuvo entre los ponentes de Madrid. Dos reuniones paralelas parecían poner la llaga en el meollo del problema de la búsqueda de un espíritu europeo que se supone común en una Europa, de hecho, dividida. Para Antonin Liehm, escritor checoslovaco, dos conferencias paralelas son "un absurdo, un despilfarro". La asociación Internationale de la Résistance, formada por disidentes soviéticos, hizo llegar ayer a los medios informativos un escrito suscrito por 20 firmas en el cual se rechazan los Acuerdos de Helsinki por haber sido, "desde sus mismos inicios, una concesión hecha por las democracias occidentales a la Unión Soviética y sus satélites". El escrito, hecho con motivo de la conferencia de Budapest, que lleva por título 10 años después de Helsinki, afirma que los acuerdos "se han convertido en un instrumento de represión en las manos de las autoridades soviéticas".Los ponentes de la mesa El espíritu de Europa no conocían ayer por la mañana este manifiesto, pero expusieron críticas severas contra la división de Europa y la privación de libertad en la Europa del Este. Para André Glucksmann, "el espacio cultural europeo está también cortado en dos". La Europa del Este, para el escritor francés, se ve privada "de lo que nosotros llamamos cultura y que es para ellos la vida. Porque ellos quieren vivir como europeos, libremente. Eso es lo que podríamos perder nosotros". "Gracias, gracias a los intelectuales", comentó después la presidenta de la mesa y diputada del Parlamento Europeo, Simone Veil, "porque gracias a la imaginación de los intelectuales ha sido posible abrir el debate sobre la Europa del Este".

Luciano Pellicani, director de Mondo Operaio, acusó a Europa de padecer "autofobia". "Hasta hace poco, los europeos querían imponer su forma de vida", dijo, "y ahora se avegüenzan de ser europeos"... "El pacifismo no es más que la ausencia de querer defendernos. Aquí se está poniendo en duda la existencia de un espacio cultural europeo. Yo creo que sí existe y que lo que hace falta es un sistema militar que lo defienda".

La pluralidad de ideas fue ayer defendida como la base fundamental del espíritu europeo. La sesión matutina vivió también altas cotas de autocrítica, una actitud también calificada por los ponentes de muy europea. Simone Veil, que presidió la mesa, apuntó la tendencia europea al chovinismo. Roberto Formigoni, diputado del Parlamento Europeo, recordó que, si, ciertamente, Europa inventó la democracia, también inventó otros conceptos, como el fascismo. En una intervención cargada de ironía y escepticismo, Dorin Tudoran, escritor rumano exiliado en Estados Unidos, manifestaba que "hay tantos modos de ser europeo como europeos existen. Mengele no fue menos europeo que Miguel Ángel". Ya lo había avisado Simone Veil pocos minutos antes: "Apelar al pasado para encontrar un espíritu común es sumamente peligroso". Probablemente, uno de los que lució el escepticismo más puro propio de una vieja civilización como la europea fue el escritor griego Vassilis Vassilikos. "¿Qué es esto del espacio cultural europeo?", dijo Vassilikos. "A mí me suena a espacio de Pierre Cardin o algo así. Por cierto, Suiza no está aquí representada..."

El arquitecto Ricardo Bofill fue escueto, contundente y más práctico: "Existe en Europa un doble lenguaje en la comunicación. En los medios informativos se debaten problemas ideológicos y morales mientras que en las empresas se debaten problemas reales. Quiero decir que por un lado se discuten los derechos humanos y por otro lado se venden armas al tercer mundo". Para Boffil, "la estructura administrativa y burocrática del Estado centralista, del Estado napoleónico, es el freno más importante que tiene en este momento la construcción de una Europa política y cultural".

'Mea culpa'

André Glucksmann, a pesar de los mea culpa generalizados, insufló algo de esperanza al encuentro: "Los venenos son europeos; los antídotos también pueden serlo". A lo que se podría añadir la afirmación de Antonin Liehm: 'Ta política divide, la cultura une".

En la búsqueda de ese espíritu europeo se centró la intervención del filósofo Salvador Pániker, que abogó por una "Europa híbrida, la de las raíces subterráneas, la del mestizaje universal".

El también filósofo Xavier Rubert de Ventós manifestó que uno de los problemas de Europa es que está cargada de conceptos que operan como fronteras".

Y añadió Rubert: "Hay una Europa estática, que viene de Estado, y que debe dejarse violar ahora por la intromisión de España y Portugal. En España estamos hablando mucho ahora de europeizarse. Yo creo que Europa debería ahora intentar españolizarse".

Entre la utopía y un país visible

Jean Baudrillard, profesor de Sociología de la universidad de París-Nanterre, regaló muy de mañana, a los intelectuales asistentes a la mesa El espíritu de Europa, una bella disertación sobre la utopía: "Para el europeo, América corresponde a una forma subyacente de exilio, a una ilusión de interiorización de su propia cultura, al tiempo que corresponde a una extraversión violenta y, por tanto, a un grado cero de esa misma cultura".A pesar de las ausencias -algunas tan notables como las de Bernard-Henri Lévy y Regis Debray, actual asesor del presidente francés, François Mitterrand-, la mesa matutina sobre el espíritu europeo contó con 24 intervenciones. De haber hecho un reparto equitativo, cada intelectual habría disfrutado de poco más de 10 minutos. Los últimos se vieron obligados a resumir al máximo.

El escritor portugués José Saramago, sin embargo, se mostró inflexible e implacable. "Me niego a reducir mi intervención", declaró a la mesa, "porque soy el único portugués que asiste a esta reunión, mientras que otros países gozan de hasta una triple representación".

Portugal, un país invisible era el título de la ponencia de Saramago. Un corto título, suficientemente explícito. Saramago empezó increpando a los países comunitarios sobre la próxima entrada de España y Portugal en el Mercado Común. Para el escritor, sería una grave irresponsabilidad por parte de los países comunitarios no aceptar como europea a la península Ibérica.

Saramago aseguró después que Europa desconoce la existencia de Portugal. "Y yo os pregunto a vosotros, europeos especialistas de, la cultura, ¿hasta qué punto es visible Portugal para vosotros? Portugal es el país más pobre de Europa, pero tenemos una cultura. Por ella, y sólo por ella, queremos ser identificados, no por nuestras reservas de oro. En este lugar en el que nos encontramos reunidos, ningún país, por más rico o poderoso que sea, podrá arrogarse una voz más alta. Precisamente, porque aquí tratamos de cultura. Las culturas no son mayores ni menores, ni más ricas ni más pobres, sino simplemente culturas".

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_