Motivos de orgullo
Ramón Carande estaba ayer jovial y exultante ante un acontecimiento que, decía en broma, "debió haber ocurrido dos horas antes". Desde sus 98 años, el historiador palentino enamorado de Sevilla, donde reside, tenía varios motivos de orgullo. Uno era encontrarse frente a frente con el Príncipe de 18 años que ayer le iba a entregar el Premio Príncipe de Asturias."¿Qué le diré?", se preguntaba Carande antes del acto del teatro Campoarnor. "Le diría al príncipe Felipe que le deseo que espere muchos años para suceder a su padre y que, mientras tanto, aprenda del magisterio de don Juan Carlos y de doña Sofía". Sentado en el palacio de la Granda, cerca de las torres industriales de Ensidesa, el autor de Carlos V y sus banqueros se atusaba el breve bigote blanco, acariciaba su bastón barroco y esperaba que el protocolo medido de la Casa Real diera la voz para que comenzara el almuerzo de fabada y frijuelos con el que fueron agasajados ayer los merecedores del Prernio Príncipe de Asturias. Con Carande hacían fila personajes de la cultura, como Antonio López, Ángel González y Ferrater Mora. Los tres compartían la sensación de perplejidad del artista honrado. Antonio López, vestido de gris claro, atribuía el premio a su reciente regreso a las salas de exposiciones y, como un manchego retraído, decía que el galardón era "bonito".
A Ángel González, asturiano, vestido ayer como un profesor de Berkeley, le sirvió el acto para comprobar por enésírna vez: "En esta tierra la gente me quiere mucho". Satisfecho del cambio que ha experimentado el país al que regresó hace menos de un año, González estaba ayer en la recepción del Príncipe de Asturias junto a otro español. trasterrado, Ferrater Mora, que resumía la razón por la que el jurado le singularizó para darle la distinción: "Han sido 45 años de trabajo filosófico, cuya parte central está en mis Fundamentos de filosofía".
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