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La catástrofe mexicana

El terremoto abre una tregua en las difíciles relaciones de México con Estados Unidos

Francisco G. Basterra

El terremoto que asoló México el pasado jueves es, para Estados Unidos, algo más que un suceso catastrófico, dado que puede tener importantes consecuencias económicas y políticas en las siempre difíciles relaciones con su vecino del Sur, con el que comparte 3.000 kilómetros de frontera y una historia plagada de recelos y malentendidos. El seísmo es casi un tema nacional para la Prensa norteamericana y la respuesta a este hecho se ha convertido en una de las prioridades políticas de la Administración de Ronald Reagan. Se ha iniciado una tregua en unas relaciones bilaterales que atravesaban momentos difíciles últimamente.

Washington ha reaccionado al terremoto con gran sensibilidad, algo que normalmente suele faltar en sus relaciones con México, para evitar herir la acusada susceptibilidad nacional de su vecino. La primera reacción del Gobierno mexicano de no aceptar la ayuda masiva ofrecida inmediatamente por Estados Unidos, que México se había cuidado mucho de no solicitar, refleja la verdad encerrada en la amarga frase atribuida al dictador mexicano Porfirio Díaz: "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos".A pesar de ello, y por primera vez en 21 años, México no ha tenido más remedio que aceptar finalmente la ayuda norteamericana, basada, según explicó Reagan, "en el deseo de ser un buen vecino, que es algo básico en el carácter americano y en nuestra política exterior". México no quiere agradecer favores a nadie, y menos a Estados Unidos, porque cree que siempre le serán cobrados con creces. Técnicos en rescates, equipos de demolición, grúas y helicópteros para luchar contra el fuego, ya han sido, sin embargo, enviados a Ciudad de México.

El Congreso norteamericano ha dado luz verde a los esfuerzos de la Administración, que no sólo ha ofrecido ayuda de emergencia, sino también para la recuperación a largo plazo, y se ha registrado un gran movimiento de solidaridad a través de organizaciones privadas, Reagan ha ofrecido incluso encabezar una movilización mundial para conseguir una ayuda masiva a México. En el terreno de la imagen, la Casa Blanca pensó incluso que el presidente o el vicepresidente, George Bush, viajaran a México para mostrar solidaridad. Finalmente se decidió que sería más prudente que fuera la esposa del primero, Nancy Reagan, quien viajara ayer a la capital mexicana.

Mayor dependencia

El terremoto, cuyas consecuencias económicas pueden ascender a decenas de miles de millones de dólares y que supera como problema al hambre de Etiopía, según funcionarios de la Administración, tendrá como principales efectos agravar la situación económica de México y hacerle aún más dependiente de Estados Unidos, tanto económica como políticamente. La factura de la reconstrucción se sumará a la crisis económica que padece el país, a la nueva caída de los precios del petróleo, agudizando el aplastante problema de la devolución de la deuda externa mexicana -96.000 millones de dólares, más de 16 billones de pesetas-, la segunda en importancia de Latinoamérica después de Brasil.La banca privada norteamericana teme que México, agobiado por estos problemas y por la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI), que anunció que suspendía los créditos a México el mismo día del terremoto, suspenda el pago de su deuda. Esto supondría, afirmó en un editorial The New York Times, "un nuevo choque sísmico para todo el continente americano", ahogado en 360.000 millones de dólares de deuda.

México, que necesitará en los próximos 12 meses más de 3.000 millones de dólares para evitar una recesión, ha visto cerrado temporalmente el grifo del Fondo Monetario Internacional, que estima que no ha cumplido con el severo programa de austeridad recetado por este organismo. Esto le impedirá ingresar a corto plazo más de 900 millones de dólares que tenía previstos. Preocupado por el efecto político de su decisión, el FMI se ha declarado dispuesto a reconsiderarla y a estudiar un nuevo paquete de créditos para México.

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La Administración Reagan, convencida de que el problema de la deuda no ha sido controlado y puede estallar con incalculables consecuencias políticas para este continente, se apresuró a anunciar el sábado que está preparando un plan para dar un papel más importante al Banco Mundial en la ayuda a las naciones deudoras. El secretario de Estado, George Shultz, y el del Tesoro, James Baker, apoyan el plan que consistiría en reducir el papel del FMI y reforzar la capacidad crediticia del Banco Mundial. Se trataría de prestar ayuda a los países deudores que no les obligue, para cumplir con los ajustes decretados por los prestatarios internacionales, a provocar recesiones económicas con peligrosas consecuencias de desestabilización política.

Rebelión de los deudores

Washington teme que se desate en la Asamblea General de las Naciones Unidas una rebelión de los deudores, encabezada por el nuevo presidente peruano, Alan García, secundada por Brasil, y que puede ser aprovechada por el presidente cubano, Fidel Castro, cuya presencia en Nueva York no ha sido aún descartada.A pesar de que existe bastante confianza en la estabilidad del peculiar sistema mexicano de partido único, se pueden oír muchas voces que advierten del peligro de la desestabilización del vecino al sur del río Grande, causada por sus propios problemas internos y potenciada por un eventual efecto de dominó en la crisis centroamericana.

El general Paul Gorman, hasta hace poco jefe del Comando Sur de EE UU en Panamá, advirtió recientemente que "dentro de 10 años, México será el principal problema de seguridad nacional para Estados Unidos". Millones de mexicanos, su entrada en muchos casos ilegal hace imposible ni siquiera censarlos, viven ya en este país. Cualquier convulsión política en México provocaría una oleada de nuevos inmigrantes, una idea que causa escalofríos a los responsables de la Administración.

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