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Fabius destituye al ministro de Defensa y al jefe del espionaje francés por el escándalo del 'Rainbow Warrior'

Soledad Gallego-Díaz

El primer ministro, Laurent Fabius, decidió ayer destituir al titular de Defensa, Charles Hernu, y al jefe del espionaje francés, almirante Pierre Lacoste, patrón de la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE), en un intento de atajar las consecuencias políticas del escándalo del Rainbow Warrior. Pocas horas antes, el presidente de la República, François Mitterrand, le había dirigido una seca carta donde le instaba a adoptar inmediatamente "cambios de personas y de estructuras". Fabius designó al hasta ahora ministro de Transportes y Vivienda, Paul Quilles, para suceder a Hernu en la cartera de Defensa.

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El asunto del barco ecologista hundido en Nueva Zelanda cuando intentaba obstaculizar unas pruebas nucleares francesas reventó como consecuencia de las informaciones publicadas por el diario Le Monde y dos semanarios, según los cuales un tercer equipo integrado por un capitán y un sargento de la base de submarinistas de combate de Aspretto (Córcega), fue el responsable directo del sabotaje.En su carta, Mitterrand afirmaba que no podía apreciar la veracidad de las revelaciones publicadas por la Prensa. "No hemos obtenido las informaciones necesarias de los servicios competentes", señalaba. "Esta situación no puede continuar".

La declaración de Mitterrand -que suponía reconocer paladinamente su impotencia para saber qué ocurre exactamente en los sótanos del poder- provocó un inmediato revuelo político. Decenas de periodistas se agolparon ayer frente al despacho del primer ministro, a la espera de conocer los ceses que se anunciaban.

La destitución de Hernu, presentada como una dimisión, y la de Lacoste no ponen fin, sin embargo, al escándalo. Fabius afirma que un alto oficial de las fuerzas armadas se ha negado a proporcionar la información que le exigían sus superiores políticos, y que su Gobierno, dos meses y medio después del atentado, no sabe a ciencia cierta ni de manera oficial Ja identidad de quienes colocaron los explosivos ni de quienes dieron las órdenes. Tanto es así, que Fabius se ha apresurado a nombrar otro ministro de Defensa, a quien ha encargado públicamente que prosiga la investigación.

La maniobra de Fabius pretende ahorrar al presidente Mitterrand un enfrentamiento con la cúpula del Ejército, de la que es jefe supremo. Su declaración oficial da a entender que los generales Jeannou Lacaze (ex jefel del alto Estado Mayor) y Jean Sauinier (su sucesor, ex consejero del Elíseo) no tuvieron nada que ver en el atentado y que la operación no pasó del nivel de la propia DGSE, algo que los medios de comunicación ponen en duda.

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El deterioro de la imagen de Mitterrand es, sin embargo, imparable. La oposición le acusa directamente de conocer la verdad desde hace varias semanas y de haber mentido -como lo hizo en su día Richard Nixon-, y se niega a aceptar que el escándalo no tenga repercusiones al más alto nivel político. "El almirante Lacoste es simplemente un chivo expiatorio", clamaba ayer la derecha.

Presiones sobre el Elíseo

El cese de Charles Hernu, que sólo 48 horas antes afirmaba que sería implacable en la búsqueda de la verdad y en la defensa de las fuerzas armadas, indica también que Mitterrand se ha visto forzado a actuar bajo la presión de quienes, como el ministro del Interior, Pierre Joxe, estiman que el coste político del escándalo afecta directamente al presidente, y que el Elíseo no se podía permitir el lujo de esperar ni un día más para tomar medidas y proclamar su inocencia en el asunto.

Hernu, hijo de un gendarme, estaba considerado como uno de los consejeros más próximos y fieles a Mitterrand, uno de sus pocos amigos y confidentes personales. Su fuerte personalidad despertó también las simpatías de la derecha, hasta el extremo de que se hablaba de él como uno de los pocos políticos socialistas que podrían servir de puente entre el Elíseo y la oposición, si ésta ganase las elecciones legislativas del próximo marzo.

Su sucesor, Paul Quilles, de 43 años, nacido en Argelia, no tiene ni su peso político ni la amistad de Mitterrand. Quilles entró a formar parte del Gobierno, llamado por Fabius, en enero de 1984, y ha ejercido sus funciones eficaz pero discretamente. Procede de la militancia cristiana e ingresó en el Partido Socialista de Francia en 1972.

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