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200 personas despidieron a Manuel Sacristán en medio de un impresionante silencio

Manuel Sacristán descansa desde ayer al mediodía en el cementerio de Guils (Gerona), hasta donde fue acompañado por unas 200 personas que asistieron al acto de la sepultura en un impresionante silencio. El sepelio se inició en Barcelona, frente a la casa del filósofo, en donde se concentraron, desde las ocho de la mañana, unas 400 personas, entre amigos, compañeros políticos e intelectuales, ministros, consellers de la Generalitat y el alcalde de la ciudad, Pasqual Maragall. la facultad de Económicas, en la que Sacristán era profesor, proyecta un homenaje que se celebrará al iniciarse el curso académico.

Guils es un pequeño pueblo de montaña, situada en la frontera con Francia, a escasos kilómetros de Puigcerdá. Para llegar a él desde Barcelona, punto de partida del sepelio, hay que recorrer casi 200 kilómetros de carretera. Ayer, casi un centenar de coches hiceron el camino formando una más que sorprendente caravana. Se tarda más de dos horas y media en recorrer el trayecto y ayer el sol hacía más largo el tiempo, si cabe.El cementerio se halla situado junto a una diminuta iglesia de estilo románico que resultó totalmente insuficiente para contener a los que habían acudido a despedir al filósofo. En el interior, el sacerdote de la localidad hizo una breve y discreta homilía y el féretro fue trasladado por amigos- personales de Manuel Sacristán hasta el recinto funerario donáe, junto al lugar donde reposan los restos de su esposa, Giulia Adinolfi, fallecida hace unos tres años, había sido excavada una fosa. Fueron esos mismos amigos quienes hicieron descender la caja y ellos mismos quienes apalearon la tierra, tras los primeros puñados arrojados por Vera Sacristán, hija del filósofo. Durante los casi 40 minutos que duró el acto, los asistentes, en pie, guardaban un respetuoso silencio, ni siquiera fumaban, mientras las paletadas de tierra iban cubriendo la fosa. Una vez cubierta, fue colocada una cruz de madera y diversos ramos de flores, tras lo que prosiguió el silencio, y la quietud también. Nadie parecía querer irse, hasta que Paco Fernández Buey tomó la palabra y agradeció a los asistentes su presencia. Poco, a poco, como resistiéndose, hombres y mujeres fueron bajando por las callejuelas del pueblo a cuyas veras empiezan los manzanos a ofrecer sus frutos.

Entre los asistentes se hallaban la mayoría de miembros de la redacción de Mientras Tanto, la revista que animaba Sacristán en los últimos años, desde Francisco Fernández Buey, hasta Antoni Doménech; políticos de izquierda, como Gregorio López Raimundo, Jordi Solé Tura y Josep Benet, profesores universita rios, como José María Valverde y Lluís Izquierdo, militantes y es tudiantes, muchos de ellos de edad situada a mitad de los 30 y los 40 años, entre los que se reconocían numerosos rostros de quienes, en las décadas de los sesenta y los setenta, formaron parte del movimiento estudiantil.

Antes, frente al domicilio de la barcelonesa avenida de la Diagonal, el número de personas había sido aproximadamente el doble. Allí estaban, entre otros, dos ministros, el de Sanidad, Ernest Lluch, que fue alumno de Sacristán, y el de Educación, José María Maravall. También'estuvieron presentes el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall y tres consellers de la Generalitat catalana: Joan Rigol, de Cultura, Joan Guitart, de Educación, y Joan Hortalá, de Industria y ex decano de la Facultad de Ciencias Económicas de Barcelona. Ninguno de ellos se desplazó hasta Guils.

La Facultad de Ciencias Económicas de Barcelona está ya preparando un homenaje al filósofo desaparecido que se celebrará a comienzos de curso y que se pretende sea, fundamentalmente, un acto riguroso dedicado a la memoria de su ex profesor. Otras instituciones también proyectan organizar algún tipo de homenaje o, quizá, sumarse al que pueda organizar la facultad ya que, como declaró un alto cargo municipal, "habría que procurar que no se organizara otro rosario de homenajes y homenajitos como ha pasado con Espriu".

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