Miguel Otero Silva, la búsqueda de la novedad
No será preciso hacer hincapié en el impacto que produjo en mi ánimo la noticia de la muerte del escritor venezolano Miguel Otero Silva. No se trata solo de un entrañable amigo, sino también de una figura prominente de mi país, en cuya historia política y cultural de los últimos 60 años tenía ya ganado para siempre puesto de primera línea. Y no solamente de espectador y testigo excepcional, sino también de actor entre los primeros. A pocas semanas para cumplir 77 años, Otero Silva era, sin embargo, un hombre envidiablemente lúcido y saludable, en permanente actividad dentro de la literatura, el periodismo y la política, los tres menesteres á los que, desde muy joven, consagró su vida, sin que resulte fácil decir a cuál de los tres llevó por dentro con mayor pasión. Para colmo, en mi caso, el mismo día de su muerte, ignorantes de lo que estaba ocurriendo a miles de kilómetros, hablábamos Mercedes, mi mujer, y yo con Juancho Armas Marcelo, también buen amigo y admirador de Otero, acerca de su vida y su obra.Poeta y novelista, combativo político de izquierda, Miguel Otero hizo también, muy tempranamente, del periodismo una de las razones de ser de su vida. Gustaba decirse -y sentirse- fundamentalmente periodista, no obstante que durante los últimos 25 años más o menos fue la de novelista su ocupación primordial. En el periodismo queda, con todo, su obra más tangible, el diario El Nacional, fundado por él en 1943, uno de los dos primeros diarios modernos habidos en Venezuela, hoy sin duda el más importante del país, y uno de los mejores periódicos en lengua española que se publican actualmente.
Como novelista, Otero Silva deja una obra sólidamente asentada en sus méritos intrínsecos. Siete novelas dan testimonio de ello. Algunas, como Cuando quiero llorar no lloro, Lope de Aguirre, principe de la libertad y La piedra que era Cristo, tenibles -y de hecho tenidas- como importantes títulos dentro del contexto general de la llamada 'nueva narrativa latinoamericana".
Búsqueda de la novedad.
En todas sus novelas, Miguel Otero puso de manifiesto una constante búsqueda de la novedad, siempre en función de mantener la novelística venezolana al día, al nivel de los hallazgos técnicos y de enfoque que la narrativa latinoamericana había venido logrando en las últimas décadas. Hasta Cuando quiero llorar no lloro, además, publicada a finales de los años 60, su novelística traza un amplio mural crítico de la realidad política y social venezolana entre 1910 -ínicios de la dictadura de Juan Vicente Gómez, a la cual Otero Silva combatió arduamente- y 1960 y tantos, años de violencia en Venezuela, dramáticamente signados por la lucha armada mediante la cual las fuerzas de la izquierda marxista intentaron el asalto del poder. En las dos últimas novelas, en cambio, se vuelca hacia una temática más universal, pero sin perder su asidero conceptual con el medio venezolano, al cual Otero Silva, de un modo ejemplar, siempre tuvo en el centro de sus vitales mortificaciones. Lope de Aguirre... es un verdadero tratado de las ambiciones, las luchas y las frustraciones humanas, tejido en torno de aquella discutida pero fascinante figura de nuestra historia americana. La piedra que era Cristo, la vida de Jesús vista desde un nuevo ángulo, intenta con éxito lo que en muchos otros ha resultado esfuerzo vano: dar una imagen de Jesús más humana, más política y más social, pero sin llegar a un grado tal de deformación histórica que desdibujase incluso la aureola de divinidad que el personaje también tuvo en la realidad.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.