Mil millones de pesetas por Mecano, el milagro de ‘Black Is Black’ y otras interioridades de la industria del pop español
Manolo Díaz fue pionero en la creación del pop en España y presidente de multinacionales como CBS o Emi. Un libro cuenta su suculenta vida
![Jordi Amat](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F8d258aae-3efd-4a94-b8ec-2df640fd8244.png?auth=a09f6adaa933d37dbdba26e1c520b528b5a896a2e5ecd37860d4eb3d4b5c7cce&width=100&height=100&smart=true)
A mediados de los ochenta del siglo pasado, el negocio del pop ya era una de las primeras industrias culturales del país. En aquel contexto se produjo “una guerra sin cuartel” entre dos compañías multinacionales para contratar a las grandes estrellas de la Transición. La crónica de ese momento, entre canciones y millones, es uno de los episodios más interesantes de Ayer tuve un sueño (Debate), la biografía del pionero Manolo Díaz que ha escrito su sobrina y periodista Belén Carreño.
“Manolo Díaz fue pionero en la creación del rock en España, cantautor protesta y presidente de multinacionales como CBS o Emi”. Así presentaba Carlos Marcos a Manolo Díaz (Oviedo, 83 años) en un perfil en EL PAÍS que redescubrió al personaje en 2022. Allí ya quedaba claro su papel central en la industria del pop español de ese joven de familia aburguesada, cuyos padres no querían que se dedicase a la música. En el nuevo libro, que mezcla los recuerdos de Díaz con la investigación de Carreño, se descubren muchas más interioridades del negocio musical en España. “Para mí lo más importante era alcanzar la celebridad”, dice en el libro Díaz.
En las bambalinas de Los Bravos
En la década de los sesenta, España estrena una modernidad autoritaria y se abría al consumo de bienes culturales. Surge su propia industria del espectáculo. Uno de sus impulsores es el productor francés Alain Milhaud. Para imitar la competencia virtuosa y rentable de los Beatles y los Rolling Stones, buscó la cruz de Los Brincos. Un joven Manolo Díaz fue el alfil de esa operación.
El 13 de febrero de 1966 se conoció el resultado del concurso organizado por la cadena SER para elegir el nombre de un grupo: Los Bravos. En realidad era una propuesta de Manolo Díaz, que había tocado en una de las bandas que se refundó en el nuevo grupo. “En la propulsión de este triunfo fue clave el papel de Tomás Martín Blanco, el locutor radiofónico inventor de Los 40 principales”, explica Carreño. La operación comercial sería ambiciosa: al cabo de un mes aquel grupo de laboratorio ya estaba en Londres para grabar. Pero el sindicato de músicos del país británico no permitía a músicos extranjeros grabar en sus estudios. En las horas muertas, Milhaud y Díaz escucharon las maquetas que se amontonaban en la compañía que los acogía. Les llamó la atención una compuesta por tres músicos británicos. “Al unísono la identificamos como un hit”, dice Díaz en el libro. Era Black is black.
La estrategia de márquetin se milimetró. “El primer superventas español estaba listo para salir”. La influyente Radio Caroline, que emitía desde el océano, la empezó a radiar después de haber negociado cesiones de parte de los derechos. La canción llegó al número 3 de la lista de Estados Unidos. La cara b del sencillo era una canción compuesta por Díaz: I Want a Name. También compuso para ellos el éxito La moto. Los Bravos fueron los protagonistas del especial de Navidad de TVE de 1967.
Un año después, aprovechando su tirón comercial, Los Bravos grabaron una película. “Me encargaron que hiciera una canción original para el filme, que habían titulado Dos eran tres”. Tras leer el guion, no vio que la canción que había compuesto pudiese llevar ese título. Era Los chicos con las chicas. “No es una canción que me guste especialmente, también la veo intrascendente, pero desde luego tenía gancho”, asume el autor. El álbum con la canción se publicó en la operación publicitaria antes del estreno. La gestión de los derechos de autor de aquel nuevo éxito era de la editorial Algueró. Por ello, sin haber sido partícipe, Augustó Algueró aparece como coautor de la canción. Por esos los ingresos como compositor de Díaz, a pesar del éxito, siempre fueron pocos.
Llamada diaria de Julio Iglesias
“Éramos dos putos por Europa”, le explica Julio Iglesias a Belén Carreño hablando de Manolo Díaz. Formado en la escuela del totémico Tomás Muñoz —el creador de la industria discográfica española, al decir de Diego A. Manrique—, Díaz era director de desarrollo artístico europeo en la multinacional CBS. Su centro de operaciones era París. Uno de sus objetivos era consolidar el éxito de Julio Iglesias en Europa. En el libro detalla cómo consiguió que el cantante apareciese en los programas más influyentes de la radio y la televisión francesa e italiana. La amistad con Julio Iglesias se consolidaría en Miami. Se llaman diariamente. También tuvo un papel en la negociación del contrato de Enrique Iglesias con Universal Music tras el éxito de las canciones publicadas con el pequeño sello Fonovisa. El acuerdo fue millonario. “Mi relación con Julio salió indemne de este lance”, dice Díaz.
Mecano, Sabina y Bosé se van de CBS
En 1984 Manolo Díaz volvió a Madrid para presidir CBS en España. No logró reaccionar ante la opa hostil de la competencia: BMG fichó a algunos de los principales artistas de su compañía. Este es uno de los episodios más apasionantes de Ayer tuve un sueño porque revela nombres, cifras e interioridades que quedan en los despachos y nunca aparecen en los escenarios. Daría para una serie. En esta versión el malo de la película es José María Cámara, uno de los primeros discípulos de Tomás Muñoz y que había sido contable y jefe de promoción de CBS. A mediados de los ochenta presidía BMG en España.
![Manolo Díaz con Miguel Bosé en Miami, en 1983.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5FUBQ5I73JEPLHLPCK3ID6CGWI.jpeg?auth=fc62d185e3781c3a62275c005100cdde7ddaa37e35dd4d8e116d78a4a6aa6d3f&width=414)
La competencia tuvo que sudar para fichar a Mecano. El tercer disco del grupo de los hermanos Cano y Ana Torroja, Ya viene el sol (1984), había vendido menos que los dos anteriores, aunque en la cara A estaba el hit Hawaii-Bombay. Díaz explica en el libro que la responsable del cambio de compañía fue Rosa Lagarrigue, la manager del grupo. En los capítulos de investigación periodística, Carreño ofrece más detalles de ese episodio. Al frente de Ariola, afirma Carreño, Cámara inició “una guerra sin cuartel para desmantelar su casa madre”. Las negociaciones con la manager de Mecano se alargaron durante un año y medio. El fichaje les costó 1.000 millones de pesetas (seis millones de euros en la actualidad, aunque entonces era una cifra astronómica). El siguiente disco que grabó el grupo fue el clásico Entre el cielo y el suelo (1986).
No fueron las primeras estrellas en irse. Una de las apuestas de Manolo Díaz había sido Miguel Bosé, pero la compañía no creía en el cambio de rumbo que el cantante quería dar con Bandido (1984). De ese disco, Bosé y Díaz hablaron en Miami. Aquí el error lo cometió la propia compañía, que no veían en él a un Bowie español y seguían apostando por el artista para adolescentes. Le dieron la carta de libertad.
Otros artistas que dejaron en ese período la compañía fueron Joaquín Sabina o Víctor Manuel y Ana Belén. Sabina, que fichó en tiempos de La Mandrágora, “había estado infravalorado en CBS”. En el caso Víctor Manuel y Ana Belén, la decisión se produjo tras el exitazo de Para la ternura siempre hay tiempo (1986), que incluía La puerta de Alcalá. El cantante asturiano revela en el libro que tomaron la decisión por la falta de sintonía con segundos cuadros de gestión de CBS. “La pareja de cantantes, auténtico emblema de la compañía en España, fue el último gran botín que se llevó José María Cámara”.
La hija de Leonard Cohen se llama Lorca
— ¿Sabes cómo se llama mi hija?
Manolo Díaz está en el coche sentado junto a Leonard Cohen. Es el invierno de 1985 y lo había ido a buscar al aeropuerto de Madrid. El cantautor canadiense estaba de gira promocionando Various positions, el álbum que se inicia con Dance Me to the End of Love y cuya primera canción de la cara B es Hallelujah. Tras finalizar el concierto en Bilbao, Cohen salió a toda prisa del camerino porque una llamada había anunciado la colocación de una bomba.
Manolo Díaz tenía en la cabeza grabar un disco con poemas de Lorca que cada intérprete cantaría en la lengua moderna. Pensaba en Moustaki, Víctor Manuel, Lluís Llach, Patxi Andión… y en Cohen. Y Cohen, que escuchaba en silencio el proyecto y cómo el directivo de CBS le explicaba quién era Federico García Lorca, le preguntó si sabía cómo se llamaba su hija. No lo sabía. “Se llama Lorca”. De esa conversación y ese encargo, que de entrada debía ser la adaptación de Pequeño vals vienés, nació la canción Take this Waltz.
![Julio Iglesias besa a Manolo Díaz, en una imagen de los años setenta.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ECJZEPLUN5DF3GJIJB2SN44BPI.jpeg?auth=36c7e039265d54fb30c9fb567661075a204850589f4eb5cd6e9bb36bd3458b53&width=414)
El descubrimiento de Juanes
La trayectoria profesional de Manolo Díaz, que incluye una breve etapa como cantautor, ha sido larga. Empezó a mediados de la década de los sesenta, ha llegado prácticamente hasta el presente y ha sido determinante a ambos lados del Atlántico. Belén Carreño no solo ha mantenido conversaciones con su tío para escribir el libro, sino que ha realizado una extensa investigación entrevistando a muchas de las personas cuya carrera musical está conectada a la carrera profesional de Díaz.
“El éxito de La gota fría dio alas a Juanes y a una generación de músicos locales para transformar sus ritmos en lenguaje universal”, escribe Carreño. Al cantante colombiano lo escuchó por primera vez cuando cantaba en el grupo de rock duro Ekhymosis. “Su sello no los quería dejar marchar”. En una ocasión, Díaz recibió un sobre de la manager mexicana Maruxa Reyes. Lo abrió. Dentro había una fotografía Polaroid de un tal Juan Esteban Aristizábal y unas canciones grabadas de forma casera. Las escuchó y reconoció la voz. Llamó a la manager sin saber que Juanes estaba a su lado. Quería contratarlo. Después de años de escuchar negativas y rechazos a su estilo musical, Juanes rompió a llorar al otro lado del auricular. Para que Maruxa Reyes no enseñase más aquellas canciones, le ofreció 40.000 dólares. “Juanes nunca tuvo noticia de ese dinero”.
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