Mozart y Wagner despiertan el entusiasmo del público de San Sebastián y Santander
La ópera ha hecho aparición en forma de concierto en la 46ª Quincena Musical de San Sebastián y en el 34º Festival Internacional ole Santander. En el teatro Victoria Eugenia, de la capital guipuzcoana, se escuchó La flauta mágica, de Mozart, el viernes y el sábado. También el sábado, en la plaza Porticada de Santander, fue interpretado el primer acto de La Valquiria, de Wagner. En ambos ocasos, el público respondió con entusiasmo y mostró un renovado interés por el género operístico.
Pocas veces el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián se ha visto tan desbordado por un público en el que predominaban los jóvenes, dato importante con vistas al futuro y para la reconstrucción del presente musical.Un viejo y prestigioso maestro, el austriaco Kurt Woss, del que se ha divulgado mucho su imagen como intérprete de la familia Strauss, pero cuya personalidad, conocimientos y asiduidad se extienden a un vasto repertorio, aplicó su espíritu efectivo, su auténtico concepto de la gracia vienesa, espumosa y llena de luces, a la insólita invención de la Flauta mágica en una versión concertística despojada de la palabra hablada y atenta sola a las dos horas y media de música feliz, originalísima y conmovedora.
Como sucede con el argumento -mitad cuento de niños, mitad repertorio de símbolos humanísticos relacionados con la masonería-, la música suma varios géneros de expresiones, desde las iniciadas por Mozart niño en la operita Bastián y Bastiana, hasta las graves que acumulara en Don Juan.
El conjunto de intérpretes reunidos en San Sebastián dio unos resultados globales excelentes, y el público gozó con naturalidad y sin obstáculos de la obra mozartiana. Fue elemento básico de la versión la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que trabajó muy bien y con una calidad de sonido y una agilidad de ejecución que la sitúan entre las primeras de España. Junto a ella, tres coros guipuzcoanos -Andra Mari, Easo y Escolanía de San Ignacio- lucieron afinación y, sobre todo, un sentido evidente de la música vivida con felicidad.
'La Valquiria'
A la llamada de la ópera wagneriana acudieron a la plaza Porticada cuantas personas caben y algunas más. López Cobos ha querido traer al público de Santander un ejemplo de su importante trabajo: el primer acto de La Valquiria.
Para la ocasión ha venido a la capital de Cantabria la misma Orquesta de la ópera de Berlín, que trabaja asiduamente con López Cobos y tres solistas internacionales de toda garantía. Excelentísimo en todo y por todo el bajo finlandés Matti Salminen, habitual en todos los grandes teatros y en el mismísimo Bayreuth, en la no amplia intervención de Hunding, en la que dejó sentada su categoría de estrella. Lo es, con brillo propio, el tenor americano Richard Casilly por su potencia y su excelente técnica, por la grandeza con que matizó las mil variantes de Siegmund. Sieglinde fue encarnada a las mil maravillas por Julia Varady, una de las grandes sopranos actuales, tanto para Mozart como para Verdi, Bartok, Berlioz o Strauss.
Jesús López Cobos dirigió La Valquiria con seguridad tan admirable como su capacidad de mando, su contagioso espíritu y la fuerza de su ritmo interno. Hace un Wagner superbrillante por el juego de las dinámicas y por la elección de tiempos animados que se justifican dentro del juego de relaciones entre las diferentes partes. De la Orquesta de la ópera de Berlín sólo bien puede hablarse, pero los que la conocemos desde los mismos días de Fricsay y el gran comienzo de Maazel quedamos un poco decepcionados. Quizá debido a la acústica semiabierta de la plaza Porticada, quizá por causa de la misma humedad ambiente, la afinación global no fue tan perfecta como es normal en los músicos berlineses, y hasta hubo intervenciones aisladas del metal que sonaron con excesiva dureza.
Jesús López Cobos dirigió anoche a la orquesta berlinesa y el Orfeón Donostiarra en otra ópera en concierto, la Condenación de Fausto, de Berlioz.
Babelia
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