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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Un negociador ante la SDI

"Cuando se basa solamente en la disuasión mutua con la ayuda de poderosos proyectiles nucleares, la seguridad de un Estado depende directamente de la buena voluntad y los designios del otro lado, lo cual constituye un factor sumamente subjetivo e indefinido... ( ... ) La creación de un sistema eficaz antimisiles permite al Estado hacer que sus. defensas dependan sobre todo de sus propias posibilidades y no del régimen de mutua disuasión...".No son éstas palabras del presidente Reagan, ni del secretario de Defensa, Weinberger, ni del secretario de Estado, Shultz, ni de ningún representante del Gobierno de Estados Unidos. El autor de dichas palabras es el general soviético Talenskíy, que exponía estas reflexiones en un artículo aparecido en octubre de 1964 en la revista soviética Cuestiones Internacionales. Se me antoja que la cita del general Taleriskiy nos ofrece un buen pie para examinar los objetivos y metas de la iniciativa de defensa estratégica.

En la actual coyuntura, Estados Unidos y sus aliados están unidos en el entendimiento de que su seguridad depende hoy de una sustentación profunda en el principio de la disuasión. Nuestra concepción de la disuasión se ha basado necesariamente en la teoría de la vulnerabilidad a la destrucción recíprocamente asegurada. Occidente se ha sustentado en la premisa, según la cual, si cada lado puede mantener su capacidad para amenazar con una represalia nuclear contra todo ataque del otro, puede imponer al agresor costes que resultan desproporcionados con las posibles ventajas buscadas con la agresión. Esta capacidad de represalia, que algunos han llamado equilibrio del terror, estaría, orientada a impedir un estallido de guerra entre Este y Oeste.

En el espíritu de la referida premisa, instamos en su día la negociación de limitaciones sobre dispositivos defensivos contra proyectiles balísticos, limitaciones en las que finalmente convinimos. Éstas afianzaban esa concepción de la disuasión en la medida en que aseguraban que, aun si un lado desencadenaba un primer ataque destructor de armamentos, los dispositivos del otro lado que sobrevivieran al ataque podrían a su vez penetrar hasta sus objetivos y causar una destrucción masiva.

Esta forma de disuasión, sustentada en la vulnerabilidad recíproca, ha sido capaz hasta hoy de impedir el estallido de una guerra entre el Este y el Oeste. Pero es a la vez innegable que, alimentado por una sucesión rápida de adelantos técnicos y por un rearme ingente de la URSS, el sistema actual adolece de ciertos defectos, que Europa advirtió tan pronto como Estados Unidos. ( ... )

Errores de cálculo

Hay suficientes razones para creer que en este orden de cosas no hay saberes infalibles. Por ejemplo, en 1962 ¿previó el Gobierno norteamericano que Jruschov, en un lance atrevido, trataría de colar misiles en Cuba? ¿Y esperaba el dirigente soviético una respuesta tan audaz por parte del presidente Kennedy a aquel intento de alterar el equilibrio estratégico? La respuesta a ambas preguntas es negativa. Ambos lados, pues, habían errado en sus cálculos sobre unos hechos que afectaban de lleno a su seguridad nacional.

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Uno de los requerimientos de la estabilidad, en la estructura actual de la disuasión, es que la Unión Soviética no malinterprete las intenciones y capacidades de Occidente, sobre todo en momentos de crisis. Y otro es que comprendamos en Occidente las motivaciones y capacidades de la Unión Soviética. Las hondas diferencias existentes entre ideologías que compiten entre. sí como las nuestras hacen que tales requerimientos sean muy difíciles de satisfacer.

Por consiguiente, procede que nos interroguemos sobre si, dados los importantes factores que hay en juego, es necesario o prudente que Occidente se confíe indefinidamente a lo que el general Taleriskiy llamaba "factor altamente subjetivo e indefinido", o sea, que nos confiemos a nuestro imperfecto conocimiento de las metas del otro, de sus objetivos y su voluntad de asumir riesgos. Seguramente vale la pena buscar una vía mejor sin abandonar la actual; buscar si hay una forma mejor de disuasión. ( ... )

Es esta perspectiva de una estructura de disuasión más eficaz la que nos ofrece la investigación sobre medios de defensa estratégica. Actualmente investigamos, con pleno respeto de las limitaciones de los acuerdos vigentes en materia de control de armamentos, la posibilidad de que las tecnologías de defensa nos permitan encarecer tanto el coste de un ataque contra Estados Unidos y sus aliados que no hubiera agresor capaz siquiera de Proyectarlo. Si las investigaciones que se desarrollan en Estados Unidos demostraran la viabilidad de unos medios defensivos eficaces, es seguro que tales armas tendrán por objetivo proyectiles ofensivos, antes que poblaciones. Y se procuraría que el aparato defensivo se basase preferentemente en tecnologías no nucleares.

La polémica sobre la SDI, en particular en lo que afecta a Europa, se ha hinchado hasta un punto en el cual algunas de las verdades sencillas de este programa de investigación corren peligro de verse oscurecidas. ( ... ) Imaginemos que no se hubiera oído hablar de la SDI, pero que estuviéramos haciendo un análisis sobrio de los problemas estratégicos que Occidente afronta hoy por obra del poderío militar soviético. El primer problema que tendríamos que abordar sería el de la existencia de sólidos indicios de que la Unión Soviética no está basando su estrategia militar en lo que entendíamos que era una premisa mutuamente convenida de disuasión y destrucción mutuamente asegurada. En 1972, en las negociaciones SALT I, concluimos el tratado sobre dispositivos contra proyectiles balísticos (ABM), que impone limitaciones rigurosas sobre la construcción de dispositivos defensivos, y lo hicimos basados en la teoría según la cual había que permitir que nuestras respectivas fuerzas nucleares ofensivas pudieran disuadir la agresión por su capacidad de represalia. La viabilidad del tratado ABM dependía en grado crítico de la adopción de reducciones importantes de los arsenales nucleares ofensivos estratégicos, y así lo hizo constar en su momento el negociador norteamericano.

Lamentablemente, dichas limitaciones del poderío ofensivo no Regarían a producirse; antes bien, la Unión Soviética se lanzó al mayor rearme de la historia. Desde comienzos del decenio de 1970, la Unión Soviética ha puesto en servicio tres nuevos tipos de proyectil balístico intercontinental (ICBM), ocho versiones mejoradas de los ICBM existentes, cinco nuevos tipos de proyectiles balísticos nucleares (SLBM) y un nuevo bombardero intercontinental. En cambio, Estados Unidos no ha desplegado ningún nuevo tipo de ICBM ni de bombardero pesado; sólo ha desplegado un nuevo tipo de submarino nuclear y un nuevo tipo de proyectil balístico lanzado desde submarino.

El segundo problema que tendríamos que afrontar es que la Unión Soviética no ha respetado el tratado ABM. En franca transgresión del tratado, la URSS ha construido un radar de enormes proporciones en Krasnoyarsk, Siberia Central... Y ha tomado otra serie de medidas que justifican nuestra preocupación por la posibilidad de que la URSS esté preparando activamente la implantación de una defensa de escala nacional contra proyectiles balísticos, a pesar de que en 1972 conviniera en no hacerlo.

El tercer problema en nuestro análisis es que la Unión Soviética desarrolla a toda marcha sus capacidades defensivas: posee el único sistema ABM operativo existente en el mundo y acaba además de modernizarlo. Cuenta con el único sistema de defensa aérea de mayor cobertura del mundo. Y ha invertido recursos cuantiosísimos en la creación de defensas pasivas destinadas a proteger a sus dirigentes, sus sistemas de mando y control, su industria y su población. De hecho, a lo largo de los últimos 20 años ha dedicado partes aproximadamente equivalentes de su gasto en los aspectos ofensivo y defensivo, lo cual constituye un signo evidente de que las ideas expresadas por el general Talenskiy se han visto materializadas en su país.

En cuarto lugar está el problema de que la Unión Soviética está ejecutando un programa ahora más intensivo de investigación sobre medios de defensa estratégica. En muchos casos, esa investigación arranca de una base ya avanzada desde el punto de vista tecnológico. Por ejemplo, su investigación en rayos láser, se halla en una fase de alta complejidad: de hecho fueron un científico norteamericano y dos soviéticos los que compartieron el premio Nobel por la invención del láser. Resulta irónico y, naturalmente, inaceptable para nosotros que la Unión Soviética se haya fijado como objetivo prioritario conseguir la prohibición de nuestra investigación y permitir al tiempo que su investigación se desenvuelva sin trabas.

La decisión de Reagan

Estos cuatro problemas están en la base de la decisión del presidente Reagan de intensificar la investigación sobre medios de defensa estratégica. Empleo la palabra "intensificar" porque teníamos en marcha un programa antes de que el Presidente Reagan iniciara su mandato. En efecto, ante los cuatro problemas que he señalado, hubiera sido muy imprudente por parte de un presidente el no haber mantenido esa línea de investigación.

Lo que hemos acometido es un programa de investigación. Todavía han de pasar años antes de que pueda tomarse una decisión sobre si acometer o no la construcción de los dispositivos de defensa estratégica. Ello podría hacerlo el sucesor del presidente Reagan, pero seguro que la situación no estará aún definida para que sea Reagan el que la tome. A estas alturas la decisión no está ni mucho menos prejuzgada. Hay bastantes ejemplos de proyectos de sistemas armamentísticos para los cuales se culminaron las investigaciones y que luego no fueron fabricados o mantenidos. El bombardero B-70 y el sistema ABM son buenos ejemplos.

Tampoco vamos a llegar a tomar una decisión sobre el SDI sin haber desarrollado antes un proceso de diálogo y consulta a fondo con nuestros aliados. La SDI ha sido ya objeto de examen detenido en el seno de la OTAN. Hemos invitado ya a la participación aliada en la investigación científica. Acogemos positivamente las sugerencias de los aliados, e incluso sus expresiones de preocupación. Creemos firmemente en la unidad estratégica de la alianza occidental y, con independencia de cómo se desarrolle, la SDI ha de ser un factor que fortalezca esa unidad. Si no es así, no la llevaremos adelante.

Quiero poner de relieve que esta investigación ya puesta en marcha respeta plenamente los términos del tratado ABM y otras obligaciones que hemos contraído en materia de control de armamentos, y que el presidente Reagan ha dispuesto que se han de seguir respetando tales limitaciones. ( ... )

Finalmente, ¿qué ocurriría si decidiéramos -dentro de unos años, cuando hubiéramos culminado las investigaciones, en consulta con nuestros aliados y con pleno respeto del tratado ABM- que los medios de defensa estratégica servirían para hacer un mundo más seguro? Entonces consultaríamos -y negociaríamos en su caso- con la Unión Soviética sobre el modo de mejorar la capacidad de disuasión de ambos lados por medio de la implantación por fases de esos medios defensivos en las estructuras de fuerza de uno y otro lado. De hecho, hemos ofrecido ya la apertura de conversaciones sobre esta cuestión.

Si el día de mañana nos decidimos por la materialización de la SDI, disuasión y estabilidad integrarían la concepción estratégica con arreglo a la cual mediríamos el valor de los medios de carácter defensivo estratégico. La SDI no constituye un ataque a la disuasión; antes bien, es un intento de encontrar una vía para hacer que la disuasión sea más operativa bajo la óptica de la tecnología moderna. ( ... )

Lo que he dicho no debe interpretarse en el sentido de que la SDI represente una meta que la OTAN vaya a alcanzar sin problemas. Porque hay, por supuesto, dificultades que la OTAN habrá de superar, dificultades para la unidad europea, dificultades para la garantía de seguridad que Estados Unidos ofrece a Europa. ( ... )Y no albergo dudas de que venceremos las nuevas dificultades igual que vencimos las otras, esto es, con imaginación, con determinación y con un deseo genuino de paz.

Max M. Kampelman es jefe de la delegación de Estados Unidos en las negociaciones sobre armas nucleares y espaciales.

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