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Eureka, en marcha

¿Quién no se alegraría de ver a la Comunidad Económica Europea (CEE) con el refuerzo de otros cinco países del continente volverse hacia las tecnologías de punta? Se le ha reprochado a menudo no interesarse más que por los sectores económicos tradicionales, como la agricultura, o por los enfermos, como la siderurgia, y por ello no se le podría objetar nada por esta nueva ambición.El proyecto guerra de las galaxias, lanzado por el presidente norteamericano, Ronald Reagan, en 1983, no es del todo ajeno, pero Eureka -no se deja de repetirlo en París y en otras capitales- no debe considerarse solamente, como la réplica europea a la Iniciativa de Defensa Estratégica norteamericana.

Francia daba mucha importancia al éxito de la reunión organizada el miércoles 17 de julio en París. Es ella la que ha lanzado el proyecto Eureka de comunidad europea de la tecnología, del que discutían 34 ministros y dos re presentantes de la Comunidad Europea (de la Comisión de Bruselas). Mitterrand, que experimenta por esas materias alta mente científicas la fascinación del liderato, ha hecho de todo ello un asunto personal. Pese a la negativa de participar en la Iniciativa de Defensa Estratégica en mayo último en Bonn ha afirmado su convicción de que el futuro estaba en el espacio. Un proyecto que concilie Europa y la fantasía científica se le apareció como una gran causa que defender, y muchos otros,con él, después de haber carecido de entusiasmo, todos los miembros de la Comunidad Económica Europea se han adherido al proyecto.

Este lanzamiento solemne de la Europa tecnológica deja, sin embargo, una impresión débil. Sin duda el ministro francés de Asuntos Exteriores, Roland Dumas, ha acertado al señalar la unanimidad que se había logrado a favor del proyecto Eurcka. La intervención personal que ha tenido desde el principio le permite medir el camino recorrido.

Pero el pasado miércoles se han visto resurgir las diferencias, de ahora en adelante tradicionales, en el interior de la Comunidad: por una parte, los maximalistas apresurados; por otra, aquellos que como los británicos ponen el acento sobre el pragmatismo.

Los problemas de procedimiento, una vez más, han ocupado mucho tiempo y movilizado muchas energías sin duda, porque cubre en realidad ese debate de fondo sobre la naturaleza misma de la Europa que construir. Y el presidente de la Comisión de Bruselas, Jacques Delors, no ha podido hacer prevalecer su posición: crear un grupo consultivo independiente sobre los proyectos susceptibles de entrar en el cuadro de Eureka, sistema que hubiese reducido la significación y el alcance de esas oposiciones tradicionales entre Estados. En suma, si todo el mundo está de acuerdo sobre el principio de esta nueva comunidad, el contenido concreto de la operación y su financiación, pese a esos 1.000 millones que Francia ha puesto a disposición como dote de matrimonio, quedan por determinar. Se volverá a hablar de ello este otoño en Bonn. Lo que planteará un problema que algunos países juzgan esencial: la distinción de lo militar y lo civil.

El resultado unánime positivo de ese simple encuentro alrededor de una mesa, como se le califica en París, hace pensar un poco en la célebre fórmula de Woody Allen: ¿la respuesta es sí, pero cuál era exactamente la pregunta?

19 de julio

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