_
_
_
_
_
Tribuna:LA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El espacio de la fiesta y la subversión

"Al mediodía del domingo 6 de julio, la fiesta hizo explosión. No hay otro modo de describirlo". Ernest Hemingway define así en su libro Fiesta el comienzo de los sanfermines. Como otros muchos ciudadanos del mundo que llegaron, y siguen llegando, a Pamplona, Hemingway captó que el orden de esta ciudad se estaba subvertiendo; que una ciudad se transformaba durante cierto tiempo para convertirse en espacio de fiesta y subversión (subversión: "hacer que cierta cosa deje de estar o marchar con el orden establecido". Diccionario de María Moliner).¿Qué sucede para que una ciudad decida durante nueve días ser otra? En realidad, es difícil de explicar cabalmente. Pamplona prepara sus sanfermines durante todo el año, precisamente para que durante nueve días exista una catársis colectiva. Esta es una sensación que el foráneo percibe, casi de forma inconsciente, al llegar a Pamplona. "...Ocurrían cosas esos días que sólo podían suceder durante la fiesta. Todo adquiría un tinte de irrealidad y parecía que nada de lo que pasara en estos días pudiera tener consecuencias.

Durante los sanfermines, incluso en los momentos de relativa calma, se tenía la impresión de que había que gritar para manifestar cualquier comentario, si es que se -quería ser oído.... Era una fiesta y duró siete días.", dice Hemingway. Esa sensación que percibió el escritor hace 60 años, existe hoy incrementada notablemente.

Ciertamente, las fiestas de San Fermín han sufrido una transformación en los últimos 15 años. La fiesta de la calle a veces ha dejado paso a manifestaciones de todo tipo que han transformado temporalmente los sanfermines. Desde 1978, cuando la policía entró en la plaza de toros como el Séptimo de Caballería, Pamplona ha tenido un cierto síndrome de aquel 8 de julio. El efecto ha durado años y hoy todavía existe, aunque de forma diluida. Los sanfermines sobreviven porque una ciudad, sus habitantes, quieren que la fiesta exista y esté en la calle. Por esa voluntad colectiva, los sanfermines perduran en el tiempo y a veces se alargan por encima del mes de julio. Un ejemplo está en lo que sucede en el campo de Osasuna, en El Sadar.

El graderío Sur, del que forman parte muchos de los irreductibles que tiene Pamplona, es ya una continuación de los tendidos de sol de las corridas sanfermineras. Con menos calor, de pie, sin toros, a veces con un Osasuna que lleva dos goles en contra, los irreductibles tienen siempre su fiesta particular, a veces ajena a lo que sucede en el terreno de juego. Es otra forma de sanferminizar el resto del año.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_