La 'cumbre' Reagan-Gorbachov marcará el tono de las relaciones entre Washington y Moscú en los próximos años
La Casa Blanca anunció ayer oficialmente la cumbre entre el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y el máximo dirigente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, que se celebrará en Ginebra los días 19 y 20 de noviembre próximos y que puede servir para establecer el tono de las relaciones entre Washington y Moscú para el resto de la presidencia de Reagan. El presidente afirmó ayer que la reunión "será una oportunidad para marcar un rumbo para el futuro", y el secretario de Estado, George Shultz, explicó que Estados Unidos desea reducir los niveles de enfrentamiento y conflicto con la Unión Soviética y confía en que la cumbre pueda producir "una relación más constructiva" con Moscú.
La reunión de Ginebra será el encuentro número 11 al máximo nivel entre los líderes de las dos superpotencias desde el final de la IIGuerra Mundial y el primero desde 1979, cuando la invasión de Afganistán por la URSS acabó con la década de la distensión.El secretario de Estado describió ayer la cumbre como una oportunidad para que Reagan y Gorbachov, ya consolidado en el poder, se conozcan y traten de una forma "seria y sustancial" los problemnas que separan a los dos países.
"Sin embargo", precisó el jefe de la diplomacia norteamericana, "no nos hacemos ilusiones y conocemos las distancias que separan nuestras políticas y las diferencias entre los dos sistemas". Shultz dijo que, a pesar de esta realidad, "es un reto buscar una forma de coexistencia con la URSS".
Shultz informó en una conferencia de prensa que la agenda de la reunión no está aún determinada y que será preparada en "extensas discusiones diplornáticas", pero que los temas que EE UU quiere discutir serán: control de armamentos (negociación de Ginebra), futuro del tratado SALT II de limitación de armas estratégicas, terrorismo, problemas regionales (Afganistán y Centroamérica), las oportunidad de progresos en cuestiones bilaterales y los derechos humanos.
La principal expectativa creada por el anuncio de la cumbre es que el contacto personal entre los dos líderes puede servir para desbloquear las negociaciones de Ginebra, donde la URSS se niega a la reduccíón de sus cohetes estratégicos que demanda Washington si Estados Unidos no abandona sus planes de defensa espacial. Se duda, sin embargo, que los dos días de conversaciones en la ciudad suiza sirvan para alcanzar un acuerdo que rompa el punto muerto en el que se encuentran las negociaciones sobre control de armamentos. El secretario de Estado advirtió que "no estamos interesados y espero que tampoco la URSS en conseguir cualquier acuerdo en Ginebra sólo por el hecho de presentar un acuerdo". Expertos norteamericanos no consideran previsible ningún avance en Ginebra -donde se discuten reducciones en cohetes de largo alcance, euromisiles y armas espaciales- antes de la cumbre.
Funcionarios norteamericanos subrayaron ayer que no conviene crear demasiadas expectativas sobre este primer encuentro, que servirá, sin embargo, "para algo más que conocerse y darse la mano". Los diplomáticos de los dos países tienen cinco meses para preparar el orden del día de la reunión, que algunos comparan, por la fuerte personalidad de los participantes, con la cumbre de 1961, en Viena, entre el recién elegido John Kennedy y Nikita Jruschov. Aquella cumbre fue un fracaso. Reagan no ha conseguido su propósito inicial de que Gorbachov viniera a Estados Unidos, lo que hubiera sido protocolariamente lógico, ya que desde 1973, cuando lo hizo Breznev, ningún líder soviético ha visitado este país y, sin embargo, Nixon y Ford acudieron a la URSS posteriormente. Finalmente, se ha buscado el compromiso neutral de Ginebra.
Encuentros preparatorios
Shultz se entrevistará el 31 de julio en Helsinki con su nuevo colega soviético, Eduardo Shevardnadze, con motivo de la celebración del décimo aniversario de los acuerdos de Helsinki, y tendrán otra reunión en septiembre en las Nacíones Unidas, que servirán para ir preparando la agenda de la cumbre. Aunque la reunión no producirá probablemente grandes resultados, funcionarios norteamericanos estiman que puede servir para anunciar acuerdos en cuestiones comerciales, culturales, consulares y de tráfico aéreo.Se trataría de ir normalizando las relaciones con la URSS avanzando en temas prácticos y menores, sin permitir que la falta de solución para las diferencias en cuestiones estratégicas impidan una progresiva normalización. El diálogo ya iniciado sobre problemas regionales localizados, como Afganistán u Oriente Próximo, puede ser un ejemplo de esta aproximación paso a paso. Bajo la presidencia de Reagan, y sobre todo tras el derribo del avión surcoreano en 1983, las relaciones entre Washington y Moscú han alcanzado en algunos momentos cotas más propias de la época de la guerra fría.
Estados Unidos ha comprendido que, por primera vez desde los años setenta, se enfrenta a un líder poderoso, cuyo dinamismo le convierte en un temible adversario. "Un hombre con apariencia flexible, pero con dientes de acero", como fue descrito por Grorniko al defender su nombre para número uno del Krémlin ante los miembros del Politburó. La rápida consolidación de su poder ha sido reflejada por el nombramiento de Gromiko como presidente de la URSS; su sustitución al frente de la política exterior por un tecnócrata reformador, de 57 años, fabricado a su imagen y semejanza, y por el cese de Romanov, su principal adversario en el Politburó.
Los cinco meses de tiempo hasta el comienzo de la cumbre servirán también para comprender si estos cambios presagian una nueva orientación en la política exterior de la URSS. El Departamento de Estado cree que a corto plazo no cabe esperar variaciones en la diplomacía sovíética, pero otros sovietólogos de instituciones privadas, como Dimitri Simes, del Carnegie Endownment for International Peace, opinan que Gorbachov y Shevardnazde cambiarán primero el estilo de la política exterior y más adelante la sustancia de la misma.
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