Un futuro incierto

El presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, considera que la fiesta de toros es un servicio público y, por tanto, la institución viene obligada a darle ese tratamiento. Como la plaza de Las Ventas es de su propiedad, en ella tiene el instrumento adecuado. Distinto es cómo se debe utilizar dicha plaza para conseguir el fin propuesto. La Comunidad está en su derecho de explotar el coso e incluso es deseable que lo haga, pero hay peligro de que la gestión pública sea un experimento, en el que podría deteriorarse gravemente la fiesta de toros en Madrid.El futuro de la fiesta se presenta incierto, pues la Comunidad aún no ha ofrecido garantías reales de que la gestión pública mejorará el diseño y contenido de la temporada madrileña, en la que se dan toros todos los días festivos, desde marzo a octubre, más las ferias y festejos extraordinarios.

Las declaraciones de principios, indudablemente bien intencionadas, no bastan cuando se va a someter meter a prueba nada menos que la estabilidad y el futuro de un espectáculo favorito de los madrileños, que atraviesa una delicada etapa de crisis.

La organización de una temporada tan larga y complicada como la de Las Ventas excluye de la gestión a inexpertos en actividad empresarial, a los políticos con veleidades taurinistas y a quienes sean juez y parte. Incluye, por el contrario, a un gestor independiente, hpnesto y conocedor profundo del mundo taurino, con responsabilidad plena y autoridad inapelable sobre su equipo.

Esa fórmula que parece haber arbitrado la Comunidad de distribuir funciones entre personajes populares del mundo taurino, con un político de coordinador, es la idónea para ir al fracaso. Si no tiene otra, mejor será que garantice el servicio público que es la fiesta, en un pliego de condiciones imaginativo, serio y progresista, y saque la plaza a concurso.