Los sindicalistas culminan con la huelga general su campaña contra la política económica de Alfonsín
Tanquetas de la Guardia de Infantería (policía de choque) tomaron posiciones desde la medianoche del miércoles junto a la Casa Rosada y la plaza de Mayo para prevenir incidentes y provocaciones en la jornada de huelga general decretada para ayer por la CGT (Confederación General del Trabajo) contra la política socioeconómica del Gobierno. En la mañana del jueves, la propia Policía Federal cortó el tráfico para facilitar la concentración de los huelguistas y dio instrucciones para quienes quisieran aproximarse con sus vehículos a la manifestación. La CGT culmina así su plan de lucha, comenzado hace un mes con huelgas y actos en cinco provincias, para restarle iniciativa política al Gobierno y erigirse en cabeza de la oposición.
La huelga general de ayer fue parcial: de once de la mañana a doce de la noche, con exclusión de los transportes públicos, que sólo pararon simbólicamente durante 15 minutos para facilitar el traslado de huelguistas desde el Gran Buenos Aires al centro urbano de la capital federal.A última hora de la noche de ayer (hora peninsular española) tenían previsto tomar la palabra en la plaza de Mayo Saúl Ubaldini y Osvaldo Borda, dos de los cuatro cosecretarios de la CGT Después, las columnas de trabajadores marcharían en manifestación por la avenida de Mayo hasta el Congreso de la nación. La huelga y concentración cuentan con el apoyo del Partido Justicialista y de otras agrupaciones extraparlamentarias, como el Partido Intransigente, el Movimiento al Socialismo o el Partido Comunista de Argentina.
La plaza de Mayo fue dividida en dos para que, en la mitad fronteriza a la Casa Rosada, las Madres y Abuelas pudieran llevar a cabo su manifestación de todos los jueves. Madres y Abue las, que repudian al sindicalismo por su connivencia con los militares, no han querido saber nada de la huelga ni de la concentración de la CGT.
La tranquilidad en la ciudad era ayer por la mañana completa y el único temor residía en que por la noche, en el dislocamiento de las columnas sindicales, se produjeran choques entre diferentes fracciones del multidividido peronismo. El tráfico es más fluido que de costumbre, pero sostenido; las emisoras de radio y los canales de televisión emiten sus programas y sus noticiarios los hospitales y consultorios atienden normalmente a sus enfermos, y la compañía Aerolíneas Argentinas sólo ha cancela do cinco vuelos de cabotaje manteniendo sus horarios en el tráfico exterior. En el casco urbano permanecen abiertos algunos boliches (bares) en los que se puede comer y tomar un café, y la banca ha cerrado sus puertas principales, haciendo pasar a sus clientes por puertas de servicio y atendiéndoles con funcionarios cualificados.
La huelga general en Argentina carece del dramatismo político que adquiere en otros países occidentales y no suele ser un recurso para derribar a un régimen. Tal es así, que la CGT, durante los siete años de dictadura militar, no decretó ninguna huelga hasta 1982, días antes de la invasión de las islas Malvinas cuando ya el proceso de reorganización nacional se había práctica mente ahogado en sus propios despropósitos.
Una huelga general en Argentina es una matera, una ocasión para quedarse en casa viendo televisión y sorbiendo mate, y ocasiona relativas molestias para quien opta por salir a la calle. El desempleo ha desarrollado el cuentapropismo, y son miles los quiosquitos que pueblan las esquinas vendiendo cigarrillos, velas, pilas, golosinas, todo lo imaginable, que se mantienen abiertos para evitar el lucro cesante otrosí de los taxistas y propietarios de autobuses, algunas salas de cine y restaurantes. Es duro en la Argentina golpeada por la hiperinflación perder un solo jornal.
Frenar la iniciativa política
Esta huelga general -la segunda sufrida por el Gobierno radical en dos años de mandato- es un intento de la CGT por frenar la recuperación de la iniciativa política por parte de Raúl Alfonsín y una respuesta a la concentración gubernamental de hace un mes en la plaza de Mayo. Los sindicatos peronistas quieren expresar su protesta contra una política económica vacilante y, finalmente, sumisa a las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, y contra una inflación de al menos el 1 % diario, que destruye hasta la más humilde cesta de la compra a partir del 15 de cada mes.Pero la razón política de la huelga se encuentra en la propia descomposición del movimiento justicialista, escindido en dos partidos y en cuatro grupos parlamentarios. El peronismo renovador, el único legal, cuenta con mayoría de gobernadores provinciales, diputados y senadores. El peronismo oficialista, jurídicamente inexistente, cuenta con el viejo aparato del movimiento, la burocracia y el control del núcleo del sindicalismo- peronista a través de Lorenzo Miguel, capo de las 62 organizaciones (secciones sindicales de militancia peronista). La respuesta del peronismo de vieja guardia, acantonado y perdedor de las elecciones presidenciales ante el peronismo renovador, de los cargos electos, de los aspirantes a construir un partido moderno, está, lógicamente, en arrojar sobre la calle el peso de los sindicatos que aún controlan.
Y los sindicalistas, ante la multidivisión de la oposición peronista política, ante el cuarteamiento de los parlamentarios, no han visto con desagrado la posibilidad de erigirse en la única oposición seria y sólida al Gobierno radical.
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