Dificultades para Contadora
HA TERMINADO la reunión en Panamá de los viceministros de Asuntos Exteriores del Grupo de Contadora (Colombia, México, Panamá y Venezuela) y de los cinco países centroamericanos (Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador). Sus resultados no pueden incitar al optimismo. El proyecto de Contadora, que se viene desarrollando desde hace más de dos años y medio, está sometido a fuertes tensiones internas, que han determinado por lo menos que su conclusión haya quedado postergada, y a fuertes ataques desde fuera, que ponen en entredicho un resultado positivo.En septiembre de 1984, el Grupo de Contadora presentó un proyecto de tratado a los cinco países de Centroamérica. El Gobierno de Managua declaró rápidamente que estaba dispuesto a firmarlo, aceptando el texto tal como lo habían redactado los representantes de Colombia, México, Panamá y Venezuela. Los primeros comentarios desfavorables se hicieron en Washington, seguidos de declaraciones oficiales en Tegucigalpa y San Salvador, y poco después, en San José de Costa Rica, en el sentido de que era preciso modificar una serie de puntos del proyecto, actitud que impidió que la firma se realizase en Madrid en octubre de 1984, como se había previsto en un principio. Se habló de la necesidad de un "afinamiento" del proyecto. En realidad, se ha entrado en una nueva discusión de los problemas de fondo, y en la reunión que acaba de celebrarse en Panamá, el representante nicaragüense ha renunciado a su actitud de defender el texto inicial, aceptando entrar en una remodelación sustancial. Cuestiones centrales como el desarme y la presencia militar extranjera serán estudiadas de nuevo en una próxima reunión, planeada para dentro de un mes.
Los mayores obstáculos para el éxito de Contadora dimanan de la política de EE UU. Cuatro acciones recientes del presidente Reagan han revestido una gravedad particular: la ruptura de las negociaciones EE UU-Nicaragua, que se venían celebrando en Manzanillo gracias a la mediación mexicana; la declaración pública de que era preciso "remover" el Gobierno sandinista; su campaña para obtener -sin lograrlo- un voto por el Congreso de fondos para los contra, y su decisión de bloquear las relaciones económicas, marítimas y aéreas con Nicaragua. Con tal actitud en la Casa Blanca, y con la dependencia de diversos Gobiernos -como los de Honduras y El Salvador- de las ayudas militares y económicas de EE UU, el proceso de Contadora no puede tener éxito, pese a los apoyos que recibe de los Gobiernos europeos y de América Latina.
Ciertos hechos recientes han sido interpretados -incluso en comentarios sandinistas- como indicativos de una posible evolución de la actitud norteamericana hacia más racionalidad; por ejemplo, unas declaraciones del embajador Harry Shlaudeman que no cierran la puerta a que puedan reemprenderse las conversaciones de Manzanillo o que el delegado norteamericano no haya vetado en la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU el punto recomendando la reanudación de las conversaciones directas Nicaragua-EE UU. Éstos se encuentran ante una reacción en Europa y en América Latina contra el embargo.
Las propias discusiones de Contadora han dejado claro que si el objetivo de EE UU fuese que Nicaragua disminuya su armamento, retire los consejeros militares cubanos y soviéticos, cese sus ayudas a revolucionarios de otros países, introduzca más pluralismo en su vida política, el interés norteamericano sería que el tratado se firmase cuanto antes y se pusiese en práctica, sometiendo así a prueba a los sandinistas. Pero si EE UU pretende, de una u otra forma, asegurar un control superior sobre Managua o utilizar su presión sobre el país como una carta negociadora frente a Moscú es lógico que retrase el proceso.
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