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Los españoles y la lectura

Una proposición no de ley, debatida en una reciente reunión de la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados, ha renovado el tradicional debate sobre los bajos índices de lectura de libros de los españoles. La deficiente política de bibliotecas, la ausencia de campañas de fomento de la lectura, que ha sido parcialmente remediada en la última etapa de la Dirección General del Libro, y el aumento de la audiencia ole TVE han sido, según diferentes opiniones, las principales causas que nos convierten en uno de los países desarrollados con menos costumbre e interés por la lectura, ya que el 65% de los españoles no es lector habitual.Aunque las fuentes son diversas y contradictorias a la hora de determinar quién lee, cuánto se lee y qué tipo de libros se leen en España, todas arrojan resultados sorprendentemente bajos si se adopta la machacona costumbre de compararlos con los de países de nuestro entorno. Según datos recopilados y publicados por la Unión Internacional de Editores (UIE), un 44% de los alemanes y un 57% de los franceses tienen el hábito de la lectura diaria de libros. España encabeza la lista de los países europeos menos aficionados a los libros, con un 63% de sus ciudadanos que en 1978 declaró no leer "nunca o prácticamente nunca". Le sigue de cerca Italia, con un igualmente preocupante 52,9%.

Para fundamentar su proposición de ley, el Grupo Parlamentario Popular eligió cifras aún más graves, publicadas el año pasado por el Ministerio de Educación y Ciencia, en las que se señala que un 65%. de los españoles no es lector habitual de libros.

Guerra de cifras

Puesto el tema en la arena política, los interesados en rebatir las medidas que incluye la proposición no de ley, defendida por el aliancista Gabriel Camuñas, podrían echar mano de los datos más tranquilizadores que refleja la encuesta Cultura y ocio, también publicada el año pasado por el Ministerio de Cultura. Según esta investigación -de la que sólo se han dado a conocer datos resumidos-, el 56% de los españoles "es aficionado y practica la lectura", mientras que a un 12,2% "le gustaría practicarla". Con ambos datos, los responsables de la encuesta establecen que la "demanda total" (sic) de lectura de libros en España debe estimarse en relación al 68% de la población. Estos resultados globalizados contrastan tan fuertemente con los de otras fuentes que parecen obedecer más a un rasgo de optimismo político que a la deserción de lectores de la que cualquier librero podría dar testimonio.La dispersión de las investigaciones es lo suficientemente caótica como para que Jaime Salinas, quien dimitió la pasada semana como director general del Libro y Bibliotecas, afirme: "Yo no me creo ninguna, aunque estoy convencido de que el problema es muy grave".

Por su parte, Ángel González Rivero, director de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez -única institución privada dedicada a la promoción y fomento de la lectura-, asegura que "es necesario unificar el modelo de las encuestas e investigaciones para medir de manera fiable la evolución de los hábitos culturales.

La situación de las bibliotecas españolas -una de las causas más socorridas para explicar los bajos índices de lectura- no invita al optimismo. "Sólo el 1% de los lectores es usuario de una biblioteca pública, porcentaje bajísimo que, en parte, podría explicarse por el escaso número de centros: 4,59 bibliotecas públicas por cada 100.000 habitantes", asegura el diputado Camuñas.

La dotación de estas bibliotecas es otro de los capítulos preocupantes. Mientras que en EE UU el Estado invierte en la compra de libros algo más de 1.000 pesetas anuales por habitante y en la RFA la cifra se mantiene en torno a las 560 pesetas, en 1981 las compras del Estado español apenas llegaban a las 40 pesetas por habitante.

"La situación de nuestras bibliotecas es lamentable", reconoce Jaime Salinas, "y aunque hayamos realizando muchos esfuerzos, los presupuestos de que se dispone son limitados. Actualmente se transfieren la titularidad de muchas de ellas a las comunidades autónomas, que tampoco podrán hacer demasiado".

La promoción de los hábitos de lectura se enfrenta con problemas para cuya solución de poco nos sirven las experiencias de nuestros flamantes socios europeos, y, por el contrario, deberían consultarse los planes de alfabetización que la Unesco desarrolla en el Tercer Mundo. Según datos contenidos en el llamado Libro Blanco del Ministerio de Educación y Ciencia, existen en España 11.418.724 analfabetos funcionales, de los cuales algo más de dos millones son analfabetos censados. Esto significa que más de un tercio de los españoles mayores de 10 años está incapacitado para la lectura.

En buena medida, las tasas de analfabetismo podrían explicar el auge de la audiencia de TVE, que además se ha convertido en la principal actividad de sustitución de la lectura. Una gacetilla de prensa difundida la semana pasada por el Ente Público informaba con optimismo que, durante 1984, 23.331.000 españoles habían dedicado casi tres horas y media al día a ver la televisión.

"Nuestra actividad se ha centrado en promover la creación de bibliotecas en las escuelas, de manera coordinada con el Ministerio de Educación", afirma Jaime Salinas.

Por su parte, la proposición defendida por el Grupo Popular en el Congreso reclama al Gobierno el aumentó de las compras de libros a cargo del Estado, estímulos a la iniciativa privada de los editores y mayor coordinación entre las instituciones oficiales.

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