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La respuesta continental a 'la guerra de las galaxias'

La última oportunidad para Europa

Los países desarrollados europeos dudan ante la oferta de colaboración militar y tecnológica del presidente Reagan

Andrés Ortega

Europa gasta lo mismo en investigación que EE UU, y el doble que Japón, pero logra la mitad de resultados, dado que los esfuerzos se dispersan. De ahí la creciente inquietud que provoca el programa norteamericano de la guerra de las galaxias o Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), tanto por su dimensión militar como, sobre todo, por las derivaciones de tecnología civil que puedan resultar de este programa, que el comisario europeo Karl-Heinz Narjes califica de "el mayor esfuerzo nacional americano científico, tecnológico e industrial de este siglo".En 1983 el déficit en electrónica de la CEE fue de 9.000 millones de dólares, y se podría triplicar en una década. Cabe recordar que en EE UU un 27% de los fondos del Pentágono va a la electrónica. Europa sólo domina un 5% del mercado mundial de los micro procesadores, con el resto en manos de EE UU, Japón y Corea. En productos de alta tecnología la CEE ha perdido en la última década ventaja comparativa. No todo es negativo. Los países de la CEE han pasado de copar en 1970 un 16% de la cifra de negocios mundial del sector aeronáutico a un 30%, gracias a la colaboración multilateral -los aviones Airbus y Tornado- o bilateral.

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Todo el debate actual no olvida, naturalmente, el aspecto militar del programa SDI, que puede llevar, si funciona, a replantear la estrategia de la OTAN y a dar un mayor peso a las armas convencionales y a las nucleares no balísticas. De hecho, hay más de una veintena de sistemas -como misiles de crucero o artillería- nucleares soviéticos apuntando hacia Europea occidental que no se verían cubiertos por la SDI. Para Francia y el Reino Unido se plantea el problema adicional de la obsolescencia de sus misiles nucleares nacionales, si la URSS también se embarcara en la SDI.

Un sistema norteamericano de defensa contra los misiles balísticos, incluso si se aplicara para Europa, aumentaría la dependencia europea sobre Washington. Y lo mismo ocurriría con la otra parte de Europa respecto a Moscú. De ahí que el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, haya hablado del peligro de que, tras un Yalta político, venga ahora un Yalta militar.

Pero ni siquiera se sabe si la SDI funcionará. Lo que no se duda es que pondrá en marcha un tren de investigación y desarrollo económico que los europeos no pueden perder esta vez, como haindicado el canciller alemán Helmut Kohl (la industria alemana está, dicho sea de paso, íntimamente ligada a la de EE UU).

En un periódico norteamericano se citaba recientemente a un funcionario de EE UU que, si bien admitía que el apoyo de los Gobiernos europeos a la SDI no se podía comprar, afirmaba que se podía alquilar. La Comisión Europea ha avisado del peligro que supone que empresas europeas respondan desordenadamente a ofertas americanas, ofertas que ya han comenzado a circular de mano del jefe del programa SDI, el general Abrahamson. Pues al final, sin una respuesta común o coordinada, como dijo Narjes, Europa podría llegar a pagar siete u ocho veces por lo mismo.

¿Está Europa capacitada para afrontar estos problemas con una sola voz? Hay ejemplos de cooperación, pero aún son tímidos, y la lista de fracasos, especialmente en el terreno de los armamentos, es amplia.

El resultado de la nacionalización de estas industrias es que la OTAN dedica más medios económicos a su defensa que el Pacto de Varsovia, pero con un rendimiento menor, pues no evita la duplicación de esfuerzos e investigaciones. Así, en la OTAN, por ejemplo, 16 empresas de siete países trabajan sobre misiles tierra-aire.

Europa tiene también miedo de que en el terreno militar las tecnologías emergentes signifiquen al final buy american (compre americano), cuando los europeos de la OTAN tuvieron un déficit de comercio armamentista con EE UU de 6.000 millones de dólares en 1983, el doble que el año anterior.

Los incordiantes

Algo empieza a moverse, aunque modestamente, en el terreno de los armamentos a nivel europeo, especialmente en el GEIP (Grupo Europeo Independiente de Programas), creado en 1976, que reúne a todos los países europeos de la OTAN y donde siete proyectos están en curso.

Un muerto resucitado es la UEO (Unión de Europa Occidental), de la que son miembros los seis países fundadores de la CEE más el Reino Unido. Pero parece haberse convertido en un foro de debate político del que aún no ha salido gran cosa concreta. Desde luego, no una respuesta común -a lo sumo, coordinada- a la SDI. Pero, a juicio de algunos observadores, la UEO tiene una ventaja: no están presentes los países incordiantes de la OTAN, como Grecia o Dinamarca.

En la OTAN la Conferencia de Directores Nacionales de Armamentos (CNAD) proporciona otro foro para la cooperación armamentista, siendo el proyecto más importante el de la fragata de los años noventa. Cinco países, entre ellos España, colaboran en el Futuro Avión Europeo de Combate (FEFA). Pero hay problemas conceptuales e industriales entre Francia y el Reino Unido. La tragedia continua es que cada uno quiere su arma.

Hay mayores progresos en Europa en este terreno que hace algunos años, pero, desde luego, no de la magnitud de la guerra de las galaxias. Y el mercado nacional de la defensa en EE UU es lo suficientemente amplio para justificar económicamente iniciativas autónomas por parte del Gobierno y de la industria.

Europa está, sobre todo, interesada, a la corta, por las derivaciones civiles del programa SDI. Los diez examinarán las repercusiones de esta iniciativa con la mayor prudencia, pues al parecer algunas empresas que han colaborado ya con EE UU han encontrado luego dificultades en la comunicación de conocimientos -como contrapartida- por tratarse de sacrosantas cuestiones militares.

En el campo de la tecnología punta, la CEE ha dado en meses recientes algunos pasos adelante, aunque aún modestos, pero que pueden servir de precedentes para proyectos más ambiciosos: el programa Esprit, sobre investigación y desarrollo de tecnología de la información, con participación a medias de la CEE y de las empresas; Race, aún no aprobado; Brite, sobre telecomunicaciones; Brite, sobre tecnologías industriales; Jet, sobre fusión nuclear, y el programa plurianual sobre biotecnología, aprobado en diciembre pasado.

Resistencias

La Comisión Europea propuso en marzo que la parte del presupuesto de la CEE dedicada a la investigación pasara de un 3% a un 6%. Y se abre el espectro de una Comunidad Europea a varias velocidades o a geometría variable, con la participación en nuevos proyectos sólo de los países interesados: ya esta aquí con el Airbus o con el cohete Arianne.

El caso es que a estas alturas no se sabe aún si la coordinación de la respuesta a EE UU se hará al margen de la CEE o dentro de la CEE. El Parlamento Europeo ha pedido que la CEE se ocupe de temas de seguridad y de cooperación armamentista , y esta idea ha sido recogida por el comité que ha estudiado la reforma institucional de la CEE. Pero hay resistencias a dar este paso, sobre todo por parte de Dinamarca y de Irlanda, país neutral este último. Los democristianos europeos quieren que la CEE hable con una sola voz. Los socialistas, también, sin poner por ello en duda a la OTAN. Pero los Estados dudan.

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