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La respuesta continental a 'la guerra de las galaxias'

El proyecto Eureka, la contraoferta francesa

Soledad Gallego-Díaz

Los norteamericanos creen que para poder crear una auténtica defensa contra misiles nucleares y armas situadas en el espacio harán falta miles de millones de dólares y 20 años de investigaciones. Los europeos no se preguntan ya si Estados Unidos logrará realmente crear esas burbujas protectoras: lo importante ahora es saber qué adelantos aplicables a la industria civil logrará la SDI. A cambio de lograr un respaldo político, Washington promete a sus aliados compartir también el botín industrial, pero los europeos, y muy especialmente los franceses, dudan.Las empresas norteamericanas relacionadas con la SDI proponen ya contratos a sus homólogas de este lado del Atlántico, pero los contactos se realizan a nivel prácticamente individual. Desde el punto de vista de las empresas europeas, el beneficio puede ser goloso, especialmente en época de crisis, y sus directivos no ocultan que están ejerciendo presiones sobre sus respectivos Gobiernos para que acepten la postura de Ronald Reagan. El Gobierno francés, sin embargo, siente que puede tratarse de una trampa: Estados Unidos se llevaría los cerebros europeos y convertiría a las industrias aliadas en subcontratistas, trabajando bajo licencia norteamericana. El proyecto Eureka pretende esquivar la presunta trampa: no excluye la colaboración con Estados Unidos, pero la plantea como un segundo paso, una vez que los europeos hayan sido capaces de unirse, de lanzar sus propios programas de investigación y de presentarse como socios decentes y no como el chico de los recados.

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La propuesta de François Mitterrand es deliberadamente poco precisa. El presidente francés no ha pedido a sus colegas europeos que entren a formar parte de una nueva agencia u organización internacional. Se ha limitado, simplemente, a tantear a la República Federal de Alemania. Si Bonn está dispuesto a tirar de la locomotora, los demás países terminarían uniéndose. París cuenta con un buen amigo en la RFA: el ministro de Asuntos Exteriores, Hans Díetrich Genscher, que comparte el sueño. Lo lamentable es que Genscher, liberal, parece encontrarse algo solo en el Gobierno democristiano de Helmut Kohl.

Sin embargo, no todo está perdido. Francia ha conseguido que los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Occidental Europea (UEO), reunidos en Bonn el 22 y 23 de este mes, firmaran un comunicado conjunto en el que se declaran dispuestos a tomar las medidas necesarias para "reforzar la capacidad tecnológica de Europa" e "intentar dar una respuesta coordinada a la invitación de Estados Unidos". El propio ministro francés Roland Dumas reconoció que coordinar no quiere decir que todos los países europeos vayan a dar la misma respuesta. "Lo que pretendernos", explica un diplomático francés, "es abrir una discusión sobre la cooperación tecnológica europea. Por eso, el plan Eureka es tan vago. Cuando discutamos decidiremos sí queremos que se cree una agencia especial o cuál puede ser la forma más indicada". Francia piensa en una Europa de la tecnología que no se limite a los 10 miembros de la CEE, ni tan siquiera a los doce. Eureka está pensado también con la cabeza puesta en Suecia o Suiza, dos países neutrales que podrían sumarse al esfuerzo.

Los seis campos europeos

"No queremos que se cree una especie de superotan económica", afirmó el ministro francés de Defensa, Charles Hernu, quien recordó, además, que su país no es miembro de la organización militar de la Alianza. Los nexos de unión en Eureka no serían los usos militares o la defensa europea, sino la próxima revolución industrial, la que se avecina sin que los europeos se hayan preparado suficientemente. "Europa posee el potencial humano, teórico y financiero como para llevar a cabo su propia aportación", afirma incansable Mitterrand.

Con la vista claramente dirigida al campo de las aplicaciones civiles de la SDI, el plan Eureka fija seis posibles campos de cooperación tecnológica: microelectrónica, ordenadores de la quinta generación, nuevos materiales, óptica electrónica, láser de gran potencia, inteligencia artificial y aceleradores de partículas. Para darse cuenta de lo que puede suponer la iniciativa de defensa estratégica, por ejemplo en el campo de los ordenadores, basta saber que las complicadas operaciones de defensa exigirán un nuevo cerebro electrónico -la quinta generación-, capaz de hacer 10.000 millones de operaciones en un segundo y de aumentar su memoria hasta varios miles de veces la actual. Para ello se utilizará un nuevo material, superconductor que sustituirá a la famosa silicona, la madre del hasta ahora todopoderoso chip.

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