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Reportaje:

'The end' para los pequeños

Segovia y sus 54.000 habitantes se han quedado sin cines

La empresa Velasco y Alonso, SL, que hasta ahora regentaba las tres salas de exhibición que permanecían abiertas en Segovia, tomó la decisión de un día para otro. "El lunes, yo fui a trabajar; el martes, también, pero nos mosqueaba que no estuviera colocada la programación. Y aquella noche ya nos dijeron que el cine se cerraba". Pedro Llorente, uno de los operadores de cabina del Cervantes, aún no se ha hecho a la idea de que se ha quedado sin trabajo. Lo mismo que le ocurre a Ángeles Encinas, Nines, la acomodadora del Sirenas, 35 años poniendo el haz de luz de su linterna en el pasillo de butacas de la coquetona sala, "que estaba toda pintada con pan de oro, no como ahora, que todo se hace con productos sintéticos"; ellos, los 19 empleados de las tres salas, se han pasado media vida viendo discurrir la suya en dramones y comedias. Ahora les han puesto el letrerito de Fin, y no se lo explican. El gerente de la empresa, Faustino Calero, remite a la asociación que le representa a él y a otros 1.000 pequeños y medianos empresarios de cine, Unicine, para que dé razones.

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Cines sin suministro

"Han cerrado las tres salas porque no había suministro de películas". Justina Rodríguez, secretaria general de esta asociación, hace de portavoz y echa la culpa de todos los males al vídeo. Dice que la prohibición de exhibir películas en bares y salas de fiesta no se cumple, que las medidas del real decreto de 1 septiembre de 1983, firmadas por tres ministerios: Sanidad y Consumo, Interior y Cultura, se echan en saco roto. "En la provincia de Madrid no hay día que no se levante un acta por exhibición ilegal".Los empresarios exhibidores de salas cinematográficas se quejan de la pérdida de millones de espectadores. La crisis les ha cogido de lleno, y las salas, de las que muchos son únicamente arrendatarios y no propietarios, se les llenan de telarañas. El goteo de cierre de salas es continuo. Sólo en la provincia de Madrid se cierra una media de tres cines al mes. "A duras penas se cubren gastos y se malvive". No llegan al centenar los cines que recaudan al año en España más de 35 millones de pesetas, y según los empresarios, un negocio de exhibición lo es a partir de los 20 millones de pesetas.

"Quien ofrece buenas películas llena los cines, pero el sistema de contratación de películas en listas cerradas no permite ofrecer calidad. Un pequeño empresario acude a las distribuidoras, y éstas no le permiten elegir, ha de conformarse con el lote que le ofrecen". Para Justina Rodríguez, ésta es una de las claves del éxito o el fracaso, y con la que responde a la crítica del espectador de provincias: "¿Cómo van a ofrecer calidad, si los grandes siempre se comen a los chicos y éstos han de contentarse con los despojos?".

A Ignacio Hernando o a Pablo Barahona, jefe y operador de cabinas de las salas Cervantes y Sirenas, de Segovia, que no les vengan con la calidad, "que eso cuenta, por supuesto; últimamente aquí no se pasaba más que broza, pero han pretendido ahorrar dinero de donde no debían. Los cines estaban sin pintar, hechos un desastre". Más de un segoviano recuerda haber visto Los santos inocente con el paraguas abierto. Las goteras del Sirenas eran de las que hacían época. Y en los sucedidos locales, Lo que el viento se llevó es una pesadilla. "Pasarse un montón de horas en esas butacas que rechinaban y se te clavaan en los riñones, sudando la gota gorda a más de 30 grados, era una epopeya".

En 1984, el Ministerio de Cultura dedicó 134 millones de pesetas para la reconversión de salas cinematográficas, presupuesto al que se acogieron 175 salas (un millón por sala). Para este año (el plazo se cierra el 26 de abril) están destinados 376,8 millones de pesetas que se invertirán en mejoras de los equipos de proyección y sonido "El equipo de sonido del cine Cervantes, cuando se inauguró, hace más de 35 años, era de lo mejor. Luego se ha quedado obsoleto". Ninguna de las tres salas de Segovia tenía sistema de proyección Xenon. Funcionaban todavía por el arcaico método de carbones. "En los días libres, nosotros arreglábamos las máquinas como podíamos". Ignacio Hernando guiña el ojo a su compañero Pedro y, con orgullo, afirma: "Lleva más de 6.380 horas de funcionamiento cada maquinita de éstas, cuando el tope está en las 5.000 horas, pero tiraban de narices, y siguen. Claro que a base de un cuido". Poco a poco, los panes de oro del cine Sirenas se fueron cubriendo de mugre, los entresuelos del hermoso cine Cervantes, "que fue construido para ser teatro y tiene la pantalla más grande de toda Segovia, 14 metros, y se veía el cinemascope de miedo" se cerraron; el patio de butacas "quedó de entrar a oscuras". Según Justina Rodríguez, eso "está pasando en muchos cines de barrio, en Madrid y en otras capitales. Son salas que no pueden aguantar así, necesitan un giro de 360 grados".

"Todo por el monopolio"

El cierre de las salas de cine ha cogido desprevenidos a los segovianos. "Cuando estaban abiertos no iban al cine, y ahora se quejan". Muchas veces se han proyectado películas para siete personas, "de vergüenza", pero empleados y público coinciden en que cuando la película era buena las colas llegaban casi hasta el Azoguejo. "Gremlins fue un éxito, y la última que echaron antes de cerrar, Kramer contra Kramer, tuvo que repetirse porque la gente lo pedía". El razonamiento que se hacen Raquel Matute, Esther Bermejo y Miriam de la Fuente, universitarias de la asociación Horizonte Cultural, es "que esto ha ocurrido porque esa empresa es un monopolio. Los tres cines de Segovia son del mismo dueño, y así no puede haber competencia". La excusa de que el vídeo come terreno al cine es "un pretexto. Nosotros, que vamos cada día a Madrid en autocar con vídeo, vemos películas que luego nos apetece volver a ver en un cine en condiciones, con buen sonido, buena pantalla". Apostillan, de forma contundente: "En Segovia la gente no va al cine porque no ve, te quedas cegato".Quizá una de las más afectadas por el cierre de los cines sea Nines Encinas, la acomodadora: "Yo al público se lo debo todo". Comenta que el cambio lo notó hace tres años: "Los cines se llenaron de gamberros; el de antes sí que era un público encantador y selecto. Yo me coloqué con 18 años [ahora tiene 531, y toda mi vida está aquí, en el cine". Está encantada con sus recuerdos cinematográficos. Rememora su lista de famosos a los que ha acomodado, y cita a "Fraga Iribarne, cuando era ministro de Información y Turismo; a Suárez, que iba mucho al cine mientras estaba de gobernador civil de Segovia, y a Fernando Abril Martorell, que es de aquí y veranea cerca; siempre viene con sus mujer y sus hijos". Ella y Tina, su otra compañera de quinta y de oficio, "hemos trabajado con ilusión y muy a gusto". Se sabe de pe a pa quiénes eran aficionados a los dramones y quiénes a las películas de risa, aunque, eso sí, en su código ético jamás ha entrado el contar el argumento de la película de estreno: "No podía descubrir de qué iba la película; por muy rollos que fueran, siempre tenían su encanto".

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