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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Contadora, el único camino

PARA MEDIR la importancia de la reunión que acaban de celebrar los vicecancilleres de los cuatro países del Grupo de Contadora (Colombia, México, Panamá y Verezuela) junto con sus colegas de los cinco Estados centroamericanos conviene recordar algunos antecedentes: en octubre pasado, en un encuentro en España con motivo de la concesión del Premio Príncipe de Asturias, estaba prevista la firma del acta elaborada a lo largo de más de dos años en la que se definen los principios, normas y mecanismos de seguimiento y verificación, para asegurar una solución pacífica de los problemas de Centroamérica y condiciones de estabilidad democrática en dicha región. La firma fue imposible en Madrid porque El Salvador y Honduras, con la aprobación de Washington, levantaron obstáculos imprevistos al proyecto. Desde entonces las cosas parecían ir de mal en peor. La última reunión convocada a nivel de ministros ni siquiera se pudo celebrar. Un motivo ajeno a los problemas centrales dio pie a la negativa de El Salvador, actitud apoyada luego por otros países.Esta vez, sin caer en un optimismo complaciente, se puede decir que el horizonte se ha despejado. Los vicecancilleres han llegado a acuerdos sustanciales que les permiten avanzar hacia la firma del acta, lo que significará en principio la puesta en marcha de un procese, de disminución de los armamentos, de las tropas, consejeros y bases militares extranjeras en la región. Las exigencias de El Salvador y Honduras de reforzar los sistemas de verificación han podido ser integrados en el proyecto, y no parece haberse confirmado el temor a que Nicaragua se encerrase en la defensa escueta del texto original, que había aprobado desde el primer momento. Una nueva reunión ha sido convocada para la primera quincena de mayo; lo que es quizá el hecho más importante, ya que indica una voluntad política de continuar el trabajo sin excesiva demora hasta su conclusión positiva.

Con todo, es preocupante la actitud adoptada por Estados Unidos en lo que hace al plan Reagan consistente en exigir al Gobierno sandinista que anule las elecciones celebradas en Nicaragua y que negocie con los contras, bajo la presión de intensificar el apoyo militar a esos grupos rebeldes, calificados, increíblemente, de "combatientes de la libertad" y continuadores de la obra de Simón Bolívar. La presentación de este plan como una "oferta negociada" y las fuertes presiones de Washington han dado lugar a una serie de reacciones favorables o medidamente ambiguas. La del Gobierno español ha carecido de la imprescindible claridad. Si se trata de lograr una incorporación al sistema político nicaragüense de sectores que hoy están al margen, objetivo sin duda deseable, Contadora ofrece un marco para ello; concretamente en el capítulo de acta sobre reconciliación nacional. El plan Reagan, en cambio, es otra cosa; conviene recordar que los contras han sido creados por la CIA y que Estados Unidos ha sido condenado por el Tribunal Internacional de La Haya por esa intervención violenta contra el régimen legal existente en Nicaragua. El plan Reagan tiende a presionar al Congreso de Estados Unidos para que vote más créditos de ayuda a la guerra sucia en Nicaragua. Por eso ha dado lugar, en los mismos Estados Unidos, a críticas durísimas: el The Angeles Times escribe que se trata de "una maniobra cínica para influir en algunos congresistas que se resisten a una política beligerante. Pero la ayuda a los contras no traerá la paz

La reciente reunión de los vicecancilleres de Contadora ha confirmado una vez más que ese grupo de países, por su cercanía a las realidades de la zona, es el único que puede resolver de verdad los problemas, por agudos que sean. Los miembros de este club de paz diplomático han logrado crear entre sí ese clima específico tan importante para que negociaciones delicadas desemboquen en acuerdos. El problema es encontrar la forma de contribuir a su esfuerzo, darles el máximo apoyo moral y político, e impedir interferencias que puedan hacer fracasar sus esfuerzos. El Gobierno español ha actuado con acierto en ese sentido, y en parte gracias a su intervención Europa occidental ha cumplido asimismo un papel sustancial de apoyo a Contadora. Pero todo indica que en la última fase la necesidad de este apoyo europeo se hace sentir aún con más fuerza.

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