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Ciclo paralelo sobre Venezuela en el festival de cine Imagfic

El 62 Festival de Cine de Madrid (Imagfic) presenta un ciclo paralelo sobre el último cine venezolano, al margen del horror, la imaginación y el erotismo, elementos con frecuencia coincidentes. Siete cortos y 10 largometrajes ofrecen por vez primera una perspectiva de la realidad cinematográfica venezolana, poco conocida en España.En esta muestra se ha eludido la presencia de Román Chalbaud, el cineasta venezolano de mayor prestigio en los festivales internacionales, quizá por la misma razón que los cineastas suecos consideran que no todo su cine está representado por Bergman o que ciertos cineastas españoles opinan que el éxito internacional de Carlos Saura limita la información de los espectadores extranjeros sobre la totalidad del cine español. En cualquier caso, las películas de Chalbaud, el más directo y experimentado de los cineastas de Venezuela, hubieran fomentado la atención que el ciclo merece.

En el marco de un festival tan apretado como el Imagfic, las películas seleccionadas corren el riesgo de pasar inadvertidas en el trepidante ajetreo diario. Merece señalarse, no obstante, el interés de los cineastas venezolanos, varios de ellos presentes en el festival, por fomentar una imaginería autóctona y reflejar las actitudes políticas y culturales que hoy conviven en su pueblo.

Elemento en cierto modo coincidente con el filme norteamericano El Norte, de Gregory Nava, que narra la historia de dos jóvenes guatemaltecos que, con dificultades, huyen de su país para residir en Estados Unidos; dividido en tres bloques, los dos primeros contienen el interés y la importancia de tan dura crónica. Como en Repo man, de Alex Cox, filme norteamericano presentado a concurso, donde también es más sugestiva su primera parte, con esa divertida caricatura que hace de la actual sociedad norteamericana, mientras que en la segunda, la peripecia de los delincuentes, tanto legales como ilegales, se mezcla con los cadáveres de unos extraterrestes, y desborda el humor hacia lo dramáticamente incomprensible más que al misterio propio del género.

La combinación del humor con el suspense provoca los mejores filmes. Cuando este planteamiento falla, la morosidad se adueña de la pantalla desvelando tópicos.

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