Más sobre la izquierda chilena
Mis compatriotas Óscar Waiss y Erik Schnake han descrito sendas cartas en las que han mostrado sus discrepancias con el periodista Pasa a la página 14 Viene de la página 13 Caño, esforzándose por marcar sus distancias con una izquierda chilena que "demagógicamente llama a la rebelión" y que cultiva la práctica de "poner bombas y ejecutar atentados personales". Cito las frases de ellos. Paralelamente, subrayan su proximidad con otra izquierda que, apoyada en buenas alianzas, "ha sabido irse ganando un espacio desde el cual la democracia" podrá dejar de ser una utopía. Hago la advertencia de que soy un simple exiliado; nunca fui senador, ni ministro, ni siquiera concejal, y mucho menos director de cualquier cosa. (...).1. La condición de izquierdista no la dan ni nuestros buenos pergaminos del pasado ni nuestra capacidad para esgrimir buenas razones. Es nuestra conducta de hoy, sobre todo, y la de mañana las que dirán a qué apelativo tendremos derecho. El problema, creo, para alguien que se define de izquierda, no es tanto "adivinar donde están las mayorías en plena dictadura" (ejercicio que sabe a especulación puramente electorera), como tratar de detectar cuáles son los intereses de esas mayorías -entendidas no en un sentido de partidos, sino de clases sociales- y de qué modo nos proponemos servir mejor a sus aspiraciones y necesidades.
2. No somos socialistas, pero considtramos que las divisiones que ha sufrido el Partido Socialista de Chile representan una verdadera tragedia, una desgracia real para el conjunto del pueblo chileno, para su destino histórico. A quienes tenemos esta visión, nos interesa menos saber en qué fracción se esconde el culpable que determinar qué esfuerzos se están haciendo para recuperar la integridad de un partido que la democracia chilena necesita. Su división y sus querellas interminables se inscriben perfectamente dentro de esa suerte de suicidio colectivo que produce alarma a Waiss.
3. En la izquierda tradicional chilena, el tema de la violencia fue repetidamente abordado por su personero más ilustre: Salvador Allende, quien sostenía, en casi cada uno de los discursos pronunciados en sus tres años de mandato presidencial, que "a la violencia reaccionaria el pueblo debe responder con la violencia revolucionaria". ¿Será necesario abundar, a propósito de esta frase, en lo que ha sido estos años la violencia reaccionaria en nuestro país, sin paralelo con cualquier otro período de nuestra historia?
4. Ni en éstos ni en otros momentos, el Movimiento Democrático Popular ha hecho una "apelación a la lucha armada" en el país. Se trata de una afirmación no sólo contraria a "las leyes de la risica y de la biología", sino a la verdad misma. Podría, en cambio, ser una afirmación en plena correspondencia con "la interpretación interesada de la propia dictadura".
5. No sirven de mucho, en efecto, no las retóricas ni los bizantinismos. Estemos seguros que a Pinochet le tiene sin cuidado saber si quienes lo combaten scrn galgos violentistas o podencos, socialdemócratas. Lo que le interesa es derrotarlos.
6. Es natural que, a lla hora de querer producir un consenso en torno al proyecto de sociedad posible en la era pos-Pinochet surjan discrepancias y diferencias. Pero no es natural, ni razonable, ni aceptable que no se produzca ahora un acuerdo inmediato en tomo a la cuestión esencial mínima: derribar al dictador. El pueblo chileno vive tiempos durísimos, y quienquiera que aspire a representarlo debe probar que hace, todos los días, esfuerzos verdaderos por ácortar el tiempo de su sufrimiento-
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