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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reagan, Nicaragua, Europa

LA PRIMERA conferencia de prensa del presidente Reagan desde que ha iniciado su segundo mandato ha desmentido muchas especulaciones que se habían hecho sobre su propósito de reducir la carga ideológica de su política exterior y de adoptar actitudes más pragmáticas; se ha caracterizado por, una gran dureza en todos los terrenos abordados. En lo económico, habló en tono casi displicente con respecto a sus aliados e insistió en su negativa a adoptar ninguna medida susceptible de aliviar las economías europeas. No hay novedad en la reafirmación de las posiciones norteamericanas sobre armas nucleares y sobre el tema espacial. En cambio se opera un auténtico viraje sobre la cuestión de Nicaragua. Durante su primer mandato, la tesis central de Reagan era que Nicaragua representaba un peligro porque servía de base para abastecer y reforzar las guerrillas en El Salvador. Incluso cuando EE UU tuvo que justificar ante el Tribunal Internacional de, La Haya medidas como el minado de los puertos y otras operaciones militares, ese fue el argumento empleado. Ello podía justificar en cierto modo una doble política: de un lado, negociaciones en Manzanillo y expectativa ante las gestiones del Grupo de Contadora; y de otro, presiones mediante el apoyo a los contras. La actitud definida en la conferencia de prensa es radicalmente diferente: ahora el objetivo es "desplazar" el régimen sandinista, en tanto que es "un régimen comunista totalitario". Los contras, entre los cuales abundan, como se sabe, los guardias somocistas, son calificados de "nuestros hermanos", "combatientes de la libertad", comparándoles incluso con la gesta liberadora de Bolívar. En esos términos, no hay lenguaje común posible con Europa. Sobre todo, cuando casi en el mismo momento el enviado de Reagan, Motley, define en Chile una actitud muy poco crítica hacia la dictadura de Pinochet. En todo caso, los juicios reaganianos ignoran y deforman elementos básicos de la realidad en Nicaragua; incluso la actitud de sectores contrarios al sandinismo pero que llevan adelante un diálogo en Managua para lograr cotas superiores de democracia.El presidente norteamericano ha dado la sensación de que hablaba sin tener para nada en cuenta las opiniones de otros países, incluso de sus amigos y aliados. Corno si EE UU tuviese derecho a actuar sin ningún límite moral o jurídico. En realidad, las actuales declaraciones de Reagan han sido preparadas por una serie de medidas adoptadas en los últimos meses por Washington: rechazo de la competencia del Tribunal Internacional de la Haya, interrupción de las conversaciones de Manzanillo, sabotaje de la aprobación del Acta de Contadora. Ahora Reagan deja claro que el objetivo de EE UU es derribar el Gobierno sandinista. De sus declaraciones se desprende un desprecio olímpico hacia México, Colombia, Venezuela, Panamá, que han constituido el Grupo de Contadora en busca de soluciones de negociación y paz, respetando la soberanía de los Estados, incluida obviamente la de Nicaragua. Y desprecio asimismo hacia los Gobiernos de Europa occidental, que han dado en reiteradas ocasiones su apoyo total a la gestión de Contadora.

Todo indica que la nueva actitud de Ronald Reagan está ligada a las dificultades que encuentra en el Senado para lograr la aprobación de los créditos para la guerra sucia de la CIA, dato que confirma que sectores muy influyentes del establishment desaprueban la línea militar y agresiva en América Central. Ante esas dificultades, la Administración recurre a todas luces a una huida hacia delante: pasar de las operaciones encubiertas de la CIA a operaciones oficiales y públicas para provocar el hundimiento del sandinismo. En pocas ocasiones en la historia, una gran potencia ha empleado un lenguaje como el de Reagan con relación a un país pequeño, salvo en vísperas de abrir las hostilidades. Las declaraciones de Reagan obligan a los Estados europeos -también maltratados innecesariamente en las declaraciones del presidente norteamericano a la hora de analizar el comportamiento del dólar y las economías occidentales- a tomar posición, y sobre todo a los que están aliados con EEUU en la OTAN. No entra en juego el ámbito territorial de la Alianza. Pero sí su ámbito moral y político.

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