Reagan amenaza a Nicaragua y se niega a frenar la escalada del dólar
Ronald Reagan ha dado un paso más en su guerra contra Nicaragua al afirmar que persigue deponer del poder a los sandinistas, a menos que el Gobierno de Managua cambie sus objetivos y acepte compartir el poder con los rebeldes que luchan contra el régimen, apoyados por Estados Unidos. En la primera conferencia de prensa de su segundo mandato, el presidente norteamericano aseguró en la madrugada de ayer (hora española) que no va a tomar medidas para frenar la escalada del dólar y que el problema reside en la debilidad estructural de las economías europeas.
Presionado por los periodistas, el presidente se negó, sin embargo, a admitir que su objetivo es derrocar pura y simplemente a los sandinistas. "No", explicó Reagan; "si el actual Gobierno se vuelve hacia los rebeldes y les dice que se integren en el Gobierno revolucionario para poner las cosas del derecho y establecer los objetivos". El Gobierno norteamericano ha cerrado ya todos los canales de diálogo con Managua al suspender las conversaciones bilaterales de Manzanillo y provocar indirectamente la suspensión del proceso de Contadora.Ronald Reagan aseguró que quiere deponer (empleó el verbo to remove) "a la actual estructura del Gobierno sandinista, en el sentido de que es un Estado comunista totalitario y no un Gobierno elegido por el pueblo, por lo que sorprende que algunos defiendan aún su legitimidad". El presidente, que ha iniciado una campaña pedagógica para persuadir al pueblo norteamericano de que es necesario ayudar a los contras, está decidido a llevar el caso de Nicaragua a la opinión pública para que ésta presione al Congreso, que se niega a aprobar una ayuda encubierta de 14 millones de dólares a los rebeldes, que apoya la CIA.La escalada contra Nicaragua comenzó el pasado sábado, cuando el presidente llamó a los contras "nuestros hermanos", y dijo "que hay que ayudarles lo mismo que los franceses ayudaron a los americanos contra los ingleses en su revolución para conseguir la independencia". Reagan considera que su lucha y la ayuda norteamericana a la misma es una cuestión de "legítima defensa" y justificada por la Carta de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA).
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Reagan acusa a Nicaragua de traicionar la revolución
Viene de la primera páginaEl secretario de Estado norteamericano, George Shultz, continuó la escalada verbal contra Nicaragua sólo horas después de la conferencia de prensa del presidente advirtiendo en un discurso pronunciado en el Club de la Commonwealth en San Francisco que, a menos que la Junta sandinista cambie el rumbo de su política, "las apuestas serán más altas y los costos mayores para Estados Unidos"..
El jefe de la diplomacia norteamericana, hasta ahora considerado como la fuerza más moderada en la política de la Administración hacia Centroamérica, calificó al régimen de Managua como una "tiranía brutal" que trata de crear "otra Cuba" en este hemisferio. El secretario de Estado pidió que el Congreso apruebe la reanudación de ayuda encubierta a los contras. Si la ayuda no es aprobada, señaló, la Junta sandinista encerrará al país "en las tinieblas sin fin de la tiranía comunista".
Reagan dijo en la conferencia de prensa que los sandinistas han traicionado la revolución de 1979, que les llevó al poder, lo que justifica la ayuda que reciben los "combatientes de la libertad", palabras que emplea para referirse a los contras.
Esta ayuda, fundamentalmente canalizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), ha ascendido hasta ahora a 80 millones de dólares, es decir, unos 14.500 millones de pesetas.
La mayoría del Congreso se opone a reanudar el apoyo y a conceder otros 14 millones de dólares para los rebeldes porque cree que Washington no debe apoyar una acción armada dirigida a derrocar un Gobierno con el que mantiene relaciones diplomáticas. Para bastantes congresistas, los contras son una mezcla de "terroristas, bandidos y demócratas". Pero el presidente no tiene ninguna mala conciencia sobre este terna, y su solución es simple: volver a la primavera de 1979, meses antes de que fuera derrocado Anastasio Somoza, cuando algunos de los actuales contras formaban también parte de la revolución, junto con los comandantes sandiñistas.
A pesar de esta escalada retó rica, en Washington se sigue con fiando en que Estados Unidos no llegue a intervenir directamente en Nicaragua con sus tropas. Las palabras de Reagan anuncian el incremento de la presión sobre los sandinistas, a los que trata de desestabilizar sin llegar a la acción militar directa. El jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, el general John Vessey, afirmó el jueves ante el Congreso que "no queremos mandar a nuestras fuerzas a luchar a Centroamérica". La Administración está estudiando la posibilidad de ir recortando paulatinamente las relaciones diplomáticas con Managua y aumentar la presión internacional sobre los sandinistas, utilizando todos los foros internacionales, especialmente la Organización de Estados Americanos.
La impresión de que el actual Gobierno norteamericano no está dispuesto a llegar a un acomodo con el Gobierno de Managua fue reiterada también esta semana por el secretario de Estado ante el Congreso. George Shultz insistió en el "deber moral" de Washington de ayudar a los contras, y confirmó que ante la negativa de Managua de cambiar el sistema, EE UU no tenía más remedio que continuar con las acciones contra Nicaragua.
La Prensa entendió esta serie de afirmaciones como un endurecimiento de la posición norteamericana y un indicio de que la Casa Blanca desea realmente derrocar al régimen sandinista.
El presidente fue mucho nienos duro en su conferencia de prensa con Moscú que con Nicaragua. La Administración está utilizando un tono muy moderado respecto a la URSS para impedir que se vean afectadas las negociaciones sobre control de armas nucleares, que iniciarán en Ginebra las dos superpotencias el 12 de marzo. "Creemos que los soviéticos", afirmó Reagan, "son sinceros en sus declaraciones, en las que aseguran que quieren una reducción de armas nucleares e incluso su eliminación".El presidente insistió en que la investigación del sistema de defensa espacial no viola el tratado de misiles antibalísticos y que si se llega a producir el arma definitiva, su despliegue será negociado previamente.
Reagan se limitó a denunciar algo que ya ha dicho anteriormente: los soviéticos están violando las cláusulas del tratado SALT 2 de limitación de armas estratégicas, firmado en 1979 y que no fue ratificado por el Senado norteamericano, aunque tanto Moscú como Washington están cumpliendo tácitamente.
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