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Tribuna:SALVADOR ESPRIU
Tribuna
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Traducir al poeta y erradicar un equivoco

Como muchos -o al menos, según sé, como algunos- de mi generación, conocí la obra de Salvador Espriu a raíz de la traducción castefiana de La pell de brau (La piel de toro). Lejos estaba yo entonces de poder apreciar cabalmente no ya la dimensión iberista de ese libro -acaso su más esencial sentido sino, sencillamente, algunas de las secretas resonancias de la palabra espnuana. La pell de brau es, ante todo, la meditación, para decirlo con las palabras del autor, de "un ,hombre de la periferia ibérica que intentó comprender, tiempo atrás, el complejo enigma peninsular". Es eso, sí; pero también es otras muchas cosas. A finales de los años sesenta, La pell de brau era sobre todo, para un muchacho que, entre tanteos y dudas, comenzaba a escribir sus propios poemas en una latitud no peninsular, una lección de rigor poético.Aquellas primeras lecturas de la poesía de Espriu me revelaron, en efecto, como en la tradición castellana moderna pudo hacerlo la poesía de un Jorge Guíllén, un sentido de la constructividad en que la lengua poética núsiría y la visión del mundo se ofrecían en su mayor intensidad y en su cuerpo entero y único. Unidad, orden, corporeidad. Pero la obra de Espriu es, según lo pude ver ya entonces, el reverso de la obra de Guillén. Si la de éste -lo mejor de la obra del autor de Cántico- puede acaso quedar definida por la palabrafe, a la obra del poeta catalán corresponde más bien la de esperanza. De la més clara / paraula, llesperanCa, / calfer-ne vida / delfoc que venq per sempre / l'hivem de Sepharad (De la más clara / palabra, la esperanza, / hay que hacer que sea vida / delfuego que vence para siempre / el invierno de Sepharad). La visión de Salvador Espriu coincide así, en un "sino tiempo de dolor, con el principio original de esperanza de Errist Bloch: No una segura flor, perb sí llesperanCa / de la segura flor hem collit iportavem / el llarg daquesta pols de la peregrinació, (No unaseguraflor, pero sí la esperanza / de la segura flor hemos cogido y la llevábamos / a lo largo de este polvo de la peregrinación). No otra es, me parece, la idea o la virtud que preside La pell de brau.

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¿Cuántos lectores podían apreciar entonces en nuestro país, en las fechas mencionadas, que, lejos de ser un mero producto de la estética realista imperante -como pensaron los propios realistas y, es preciso decirlo, como pensaron igualmente quienes pretendieron sustituir el realismo con un rancio esteticismo-, La pell de brau es, por el contrario uno de los más altos ejemplos de poesía cívica, cuyas raíces y claves son -lo que es casi una paradoja para unos y para otrosesencialmente de carácter hermético?

Frivolidad

La pregunta no es, ciertamente, ociosa. Pues la obra de Esrpiu, leída (cuando lo fue) desde esa óptica empobrecedora, ha sufrido durante largos años las consecuencias del equívoco: esa poesía ha sido víctima no ya solamente de la estricta "lectura" realista sino, en general, de la superficialidad y la frivolidad que regían y rigen aún en gran medida en la crítica y la vida.literaria españolas., Erradicar ese equívoco ha sido y es uno de los objetivos centrales de la publicación de las Obras completas de Espriu de introducción castellana (edición bilingüe), iniciada en 1980 por el poeta catalán Ramon Pinyol y por mí mísmo.El lector castellano puede acercarse ahora a una obra poética escrita desde una sostenida tensión creadora, la más severa vigilancia verbal y el más estricto control de la materia poética; una obra de carácter'circular, poseída por un sentido casi insoportable de simetrías internas, y que, como a través de círculos concéntricos cada vez más ceñidos, accede progresivamente al centro: una meditación sobre la muerte. Una obra que se bifurca, además, en direcciones diversas y complementarias: a la obra lírica responde como en eco la de carácter cívico, y a ambas por igual la obra drarnática. Las claves y cifras secretas de esta poesía dibujan un universo ¡niciático, pero nunca lo cierran. Esas claves y cifras forman parte de la vision espnuana del mundo pero de ningún modo -singularmente en lo que atañe a la mística judía o a los níitos clásicos- representan para el lector,_una oclusión de sus signos y significados. Mucho podría ahora yo decir acerca de mi experiencia de traducción de esta obra poética, pero he de limitarme a unas pocas cuestiones esenciales. La traducción es, se ha dicho, una forma privilegiada de la lectura. Tal es, en efecto, mi experiencia primera. Traducir a Espriu me ha deparado la ocasión de leer esa obra de un modo que no puedo sino llamar micrológico, en sus más secretos ángulos y detalles, aspecto decisivo, por lo de más, en una obra marcada por una numerología mágica. He podido, de este modo, estar más cerca del espesor de sugestiones de la palabra espriuana. Traducir la obra del autor de Per al llibre de salms d`aquests velis cecs (Para el libro de salmos de estos viejos ciegos), ha sido para mí ante todo, así pues, una forma privilegiada de leer esa obra. Pero, ¿no debe aspirar toda lectura a esa condición? Un tempo lentísimo de pasión y placer: traducir a Espriu es volver a ese tiempo, restituir la pala bra poética a su tiempo verdadero. Traducir -pero, ante todo, leer- a Espriu es recorrer el laberinto de una espantosa simetría, para decirlo con la'conocida y exacta expresión de Willíam Blake. El arco de la meditación cubre en el poeta catalán el espacio de una comedia: la obra lírica, la cívica y la dramátida cumplen a su vez el papel de un recorrido laberíntico cuyas apoyaturas iniciáticas no son siempre transparentes. La proporcionalidad volumétrica, la dimensión de lo físico y lo metafísico, la simetría alzada a un absoluto de la meditación: he ahí unos rastos que nos hacen recordar, por un momento, una secreta regla refigioso-arquitectónica de Egipto Antiguo según la cual cada pirámide debía asentarse sobre otra pirámide invertida de iguales dimensiones.

Traducir a Espriu, en sí, en un intento que, como el nuestro, tiene en la versión rítmica su criterio estético central es asistir a ese supremo orden que es al mismo tiempo un ritmo, ritualidad sagrada.

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