El escenario, un púlpito parael lirismo y la malicia
Salvador Espriu no se consideré jamás un "hombre de teatro"; los términos dramaturgo o comediógrafo le horrorizaban. Él mismo me lo había repetido una y 100 veces, cuando, a principios de los años sesenta, solía acompañarle, terminado su trabajo en la mutua médica que dirigía su hermano, hasta su casa, subiendo por el paseo de Gracia: "Yo no soy un hombre de teatro, como lo es Buero, o como lo era tu padre. Yo soy tan sólo un versificador". Prefería versificador a poeta. Y así le consideraba yo y mis amigos, Raimon, Terenci Moix o Lluís Permanyer, que fue quien un buen día me llevó a su casa. El poeta. Como luego lo sería Brossa y Foix y antes lo habían sido Riba o Sagarra.Esta petita patria, como diría Espriu, siempre ha sido poco aficionada a usar el plural. Aquí lo que se impone es el poeta, el pintor, el arquitecto, el futbolista...
Crítico temible
Cierto, no era un "hombre de teatro" como Buero o como mi padre -su producción teatral es muy escasa y se mostró prácticamente en la clandestinidad o ante un público minoritario, culto y resistente, lo que viene a ser lo mismo-, pero le agradaba mucho el teatro.
Era un crítico temible: yo le he escuchado cómo destrozaba a Sartre, a Arthur Miller o al mismísimo Brecht, con una precisión, touché, no siempre justa pero sí asombrosa. Bajo su aspecto de pato recién desplumado -aquellas fotografías estupendas que le hizo Xavi Miserachs, a principios de los sesenta, para Serra d'Or, con unos cipreses, brrr!, al fondo-, se escondía un espíritu con un extraordinario sentido del humor, con eso que se suele llamar una lengua viperina;una mezcla de cardenal de Retz y de canónigo catalán, más o menos carlista.
Al poeta le agradaba el teatro y no es de extrañar que éste le tentara. Lo primero que escribió fue una Antígona, en marzo (le 1939. La obra sería revisada en 1947 y publicada en 1954. Se estrenó en 1953, en la prácticamente clandestina Agrupació Dramática de Barcelona, en aquello que Valle, don Ramón, solía llamar teatro de "una noche y gracias". Releida esta obra hace escasos días, forzado por esa desagradable obligación de escribir sobre alguien que se nos muere -yo que siempre le recordaré riéndose, del mort i del qui el vetIla, coinio decimos los catalanes-, la Antígona de Salvador Espriu se me antoja una obra escrita para ser dicha desde el púlpito -el canónigo Espriu- ante un público laico, no tan hábil como la de Anouilh, que le es posterior, pero con una gran fuerza en la frase, ca.si bíblica, y una indiscutible malicia en la manipulación de los personajes, sobradamente conocidos.
Esa malicia y esa manipulación -las criaturas teatrales son para Espriu como títeres, el teatro que conoció de niño, luego manipulables- son las dos cualidades que sobresalen en su último trabajo para el teatro, Una altra Fedra, si us plau, escrita por encargo de Núria Espert y que la propia Núria, con el consentimento de Lluís Pasqual, se encargó de destrozar alterando el final y suprimiendo el prólogo.
Aquí, en esa pequeña obra, ,,obrita", como la llama Espriu, en esa pequeña joya del teatro catalán, y universal, está el otro Espriu, no el canónigo de Antígona sino ese hombre de Port Royal al que yo le he comparado muchas veces -y él se reía, pero no decía que no, incluso pienso que le alagaba-; un hombre que juega con los mitos como quien juega a la manilla, con un oficio que supera ya, de lejos, la maestría, indiscutible, de Anouilh, y con una nariz teatral que el vedettismo de nuestra divina Núria no podía sospechar y, evidentemente, aceptar.Son dos concepciones distintas de la escena: Espriu vuelve de todo y Núria sigue pendiente del tamaño de las letras en los carteles -de las letras de su nombre y apellido, claro- y de la taquilla. Espriu, así me lo confesó él mismo, se sintió muy dolido por lo que hicieron con su Una altra Fedra (hay edición bilingüe catalán / castellano, por Preyson, en su colección teatral de autores españoles, número 21 de Madrid, 1984). "Pero no volverán a pillarme, no pienso escribir más por encargo", me dijo.Ahora, que se nos ha muerto, pienso que es una lástima que el Centre Dramátic o Flotats no le hayan hecho un segundo o un tercer encargo. Era una persona tan civilizada, tan bien educada que dudo mucho se hubiese negado a complacerles.
Funerales de una lengua
Pero aún hay más. Se da la paradoja de que ese versificador que no se consideraba un "hombre de teatro" es el autor de Primera història dEsther, obra que según admiten los teatrólogos, críticos y gentes de la misma calaña, es el texto más importante que se ha escrito para la escena en este país -me refiero, claro, a la petitapatria- desde 1948. Esta obra, difícil para quien no conozca muy bien el idioma catalán e incluso para los que lo conocen sobradamente -no en balde Espriu habló, refiriéndose a ella, de funerales de la lengua catalana, y de ostentación lingüística-, se estrenó en 1957, prácticamente, repito, en la clandestinidad. Luego, Salvat, que ha sido, y justo es reconocerlo, el mayor impulso del teatro de Espriu, que llegó in cluso a realizar algunos montajes épicos (le escritos no teatrales del poeta, la llevó al quinto Ciclo de Teatro Latino, que dirigía Xavier Regás, y, recientemente, Lluís Pasqual y su equipo del Lliure la volvió -a ofrecer en el Romea, en un montaje muy strehleriano, de una rara calidad.
No creo que el poeta lo viese-no le agradaba asistir a estrenos y actos públicos-, pero leyó lo que yo escribí sobre aquel montaje y me mandó una larga carta, con su letra menuda, y me dio la sensación de que, a través de lo que yo contaba, aprobaba y le complacía el trabajo de Pasqual, uno de sus mejores trabajos, sin duda.
¿Es tan importante Primera hist¿ria d'Esther, que la Adriá Gual llevó al Festival deNancy cuando lo dirigía Jack Lang y el propio Lang me confesó que no gustó? Me es muy difícil contestar a esta pregunta. Supongo que sí. Hay en ella un riqueza teatral sorprendente, por no hablar de la ostentación lingüística; el pequeño mundo -la petita patria, identificada ahora con el pueblo judío-, cobra una fuerza insospechada, se torna universal. Es un texto intraducible en el que ese no "hombre de teatro" que fue Espriu va más lejos que los verdaderos hombres de teatro. Es el poeta que hace del púlpito escenario y del escenario poesía. Poesía cívica, que no social, ojo, en la que, a través de un lenguaje en clave, un pueblo se reconoce.
Creer en Cataluña
Para mí, ahora, es muy dificil hablar de Primera història d'Esther. A finales de los años cuarenta, Espriu vino una tarde a leérsela a mi padre en nuestra casa. Recuerdo el comentario de mi padre. Le parecía escénicamente imposible pero estaba maravillado, casi aturdido ante la ostentación lingüística y otros aciertos que las gentes de teatro saben reconocer inmediatamente. Luego la vi estrenar en 1957, bajo la dirección de Jordi Sarsanedas. Se la vi a Salvat y todavía tengo presente el montaje de Pasqual, con los ojos de Anna Lizarán que parecían haber visto, como quería Espriu, tantas cosas...
Es muy difícil hablar de la obra de alguien a quien se ha admirado y se ha querido, que te ha hecho llorar y reír. Supongo que a los chicos y chicas de mi generación, a los que Espriu nos ayudó a creer y a confiar en Catalufla, a través de sus fastuosos funerales, les deberá ocurrir, en estos momentos, algo parecido. Así pues, permitidíne que ponga punto final, me tome una copa, ponga en el tocadiscos a Rainion/Espriu -Llum de retorn de barques...y recuerde la sonrisa de mi amigo, el versificador, al que, confío, le hayan dado, como él quería, la extremaunción en el latín que él se merecía.
Babelia
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